martes 16 de abril de 2024
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Violencias facciosas y vanidades disolventes

La pulsión de violencia que baja desde el fracaso –desesperado- del absurdo trío pseudo gubernativo, y el avance inexorable del calendario, puede culminar muy mal para todos. En cualquier momento.

En una de sus afamadas obras literarias- la novela El sombrero de tres picos- Pedro Antonio de Alarcón (1833-1819), aludió al sombrero usado por el Corregidor, diciendo: “El Corregidor, con su desproporcionado sombrero de tres picos, es el símbolo de la injusticia del pasado e instrumento de maldad”.

En paralelo, inquieta el cruce de vanidades entre algunos importantes dirigentes de la oposición.

Ayudaría a la paz no aumentar la confusión, reflexionar sobre las respectivas responsabilidades. Cuidar las palabras y las acciones.

Libertades, impuestos y bienestar

Democracia, propiedad, libre expresión, salud, educación, seguridad, producción, trabajo, servicios sociales e instituciones de organización para la convivencia, dependen de los impuestos, que deben ser justos y pagados.

Ese es el tema que desarrollan Cass Sunstein y Stephen Holmes, dos estudiosos norteamericanos, en el libro que llamaron: “El costo de los derechos. Por qué la libertad depende de los impuestos”, que Roberto Gargarella y Paola Bergallo comentaron en la Revista Ñ del 25 de junio de este año, relacionando política, derecho y economía sociales.

Su núcleo radica en que no es posible pedir al mismo tiempo que se reduzcan los impuestos y se garanticen el inmediato y pleno goce de todos nuestros derechos.

Obviamente, no piensan en abusos ni corruptelas, sino -en el recto sentido y aplicación de ambos conceptos-, estrechamente ligados.

Comprenderlo, nos permite entender, por ejemplo, que la libertad de expresión, del voto, de la libertad de cultos, o el debido proceso judicial, no se satisfacen sólo con la inacción del Estado (no perseguir, no censurar, no reprimir), sino que cuestan dinero, requieren organización e inversiones estatales bien aplicadas para sostenerlos.

Dependen de recaudaciones y no se atienden sólo con activismo de la organización estatal y buenos propósitos.

En otros términos: plantear la tajante oposición entre mercado libre e intervencionismo estatal está erróneamente enfocada, ya que el Estado interviene siempre.

Lo que importa es decidir qué intervenciones son prioridades, cuáles no lo son, y realizarlas eficazmente.

La idea complementaria, cuestiona la afirmación de que sólo son costosos y por ello postergables, los nuevos derechos sociales –de segunda generación-, vinculados con la vivienda, la asistencia de salud compleja, discapacidades o educación con sus modalidades diferenciales.

Postura extrema que justifica exigir ante los poderes públicos y tribunales, sólo ciertas garantías tradicionales (debido proceso, libertad de prensa, o libre ejercicio del comercio, por ejemplo), pero no la cobertura de nuevos derechos.

Dicha concepción ignora que las iniciativas dirigidas a ellos, pueden dar lugar a más respuestas que sólo “si” o sólo “no”.

Y que eventualmente abren un proceso público de análisis legislativos, ejecutivos o judiciales, audiencias públicas, con plazos y alternativas, para responder de la mejor forma factible a la necesidad planteada.

Bien dice Cass Sunstein que “Los enemigos a ultranza del poder estatal no pueden (al mismo tiempo) ser defensores coherentes de los derechos individuales y de la propiedad), porque son parte de una uniformidad forzosa custodiada por el gobierno, y financiada por los contribuyentes”.

Se necesita un estado vigoroso y eficiente, para garantizar que incluso los mercados razonablemente libres puedan funcionar adecuadamente.

Observando nuestra problematizada realidad, y buceando en fuentes contributivas (impuestos) para intentar su recuperación en base a recaudaciones posibles y justas, advertimos que la confusión, cuando no la maldad corrupta, la incoherencia, los impedimentos y torpezas son frenos acumulados que superan las románticas –o fanáticas- afirmaciones ideológicas dogmáticas, sean de izquierda o de derecha presuntas.

El espacio socio económico nos muestra en la base una gran franja de empobrecidos, que viven, funcionan y producen en la informalidad y la asistencia, a la que Hernando de Soto aludió en “El otro sendero” (1987). La microeconomía de la “economía popular” y su capital humano desperdiciado.

Además de la esencial indignidad que sufre, esa inmensa máquina anónima de sacrificada producción, transacción y trueque está marginada , como fuente fiscal, por desacople y falta de trabajo y exteriorizaciones formales, que producen su invisibilidad como valor social.

En la cúspide, se mueven las grandes circulaciones financieras y de negocios muy importantes, que también debido a los abusos, absurdos y complicaciones burocráticas de la organización impositiva, tácitamente inducen a crear sofisticados y aceitados movimientos –también invisibles-, de los que aflora un porcentaje mucho menor al real, como fuente de fiscalidad.

La producción agrícola ganadera, los emprendimientos fabriles, las Mi PyMEs, innovaciones tecnológicas, la dinámica creativa de las cadenas de valor, están hostigadas, cuando no errantes por necesidad.

Sienten sobre sí la pata del elefante, grande e irracional.

En el medio de la pirámide, transita dificultosamente una diversidad de contribuyentes menores, colgados de la liana, que se sorprenden, esconden o defienden de arbitrariedades -como pueden- , en rara situación de sectores en tránsito hacia abajo.

En términos de pérdidas y ganancias, la mayoría de las pérdidas provienen del sector público sobre dimensionado, mal organizado y peor administrado.

Las fuentes contributivas que están a mano de la cacería, provienen de particulares medios y pequeños, formales e informales, y agentes públicos laboriosos o jubilados, desde arriba hasta abajo, más el universo de agobiados consumidores.

Compartir y sostener vivo un colectivo político opositor democrático y plural tampoco es fácil, porque canta a la vista –entre otras dificultades- la inclinación de algunos dirigentes de la oposición, cruzándose vanidades y vedetismos narcisistas mientras el país tiembla. Es una lástima

La república está sola y espera. Cuando las mediaciones de las dirigencias que tenemos son tan problemáticas de ejercer con utilidad, nos queda confiar en que la sabiduría instintiva de la ciudadanía sabrá superarlas, y separar la paja del trigo ante lo que venga, cómo venga y cuándo venga.

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