jueves 28 de marzo de 2024
spot_img

Turquía en la neblina

Turquía lleva dos décadas gobernada por Recep Tayyip Erdogan y el próximo domingo 14 irá por otro mandato en medio de un clima adverso del que el líder opositor Kemal Kılıcdaroglu aparece como beneficiario, en las encuestas. Aún no está todo dicho.

El poder de Erdogan se ha ido diluyendo como todo oficialismo que se perpetúa, pero, además, el reciente terremoto devastador – que causó 50.000 muertes – puso de relieve la corrupción y el autoritarismo del régimen, dado que los derrumbes de muchos edificios, dejó al descubierto la deficiente construcción de una infraestructura efectuada por empresas vinculadas al gobierno, generando un gran malhumor social.

El primer gobierno de Erdogan fue próspero. La inflación, la pobreza y el desempleo cayeron, y las infraestructuras y la atención médica mejoraron. Erdogan se presentaba como aliado de Occidente – de hecho, fue ayudado a través del FMI -, así que abolió la tortura y la pena de muerte y buscó reducir las tensiones con la minoría kurda. Estos avances permitieron empezar a negociar la adhesión a la Unión Europea en 2005, pero Turquía nunca cumplió todos los requisitos sobre derechos humanos, entre ellos reconocer el genocidio armenio.

En el segundo período de gobierno Turquía empezó a sentir las consecuencias de la crisis financiera global de 2008 con la depreciación de la lira. La tensión se reflejó en las protestas de Gezi en 2013, que fueron duramente reprimidas. Esto dio comienzo al giro autoritario de Erdogan, que pasó a encarcelar periodistas y personalidades públicas. En 2016 una facción de las Fuerzas Armadas intentó dar un golpe de Estado y el presidente respondió despidiendo a más de 150.000 funcionarios y encarcelando a otras 50.000 personas.

En las elecciones legislativas de 2015, Erdogan perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Su Partido Justicia y Desarrollo (AKP), tuvo que aliarse con el Partido de Acción Nacionalista (MHP), de extrema derecha. El presidente turco le daba la espalda a Europa y adoptaba una posición más nacionalista, abrazando el islamismo suní. En 2017 se aprobó un cuestionado referéndum constitucional que cambió el sistema parlamentario por uno presidencialista, exacerbando el tinte autoritario.

En este contexto, los comicios del próximo 14 – que son simbólicos porque coinciden con el centenario de la fundación de la República – desafiarán el poder de Erdogan, quien no puede detener una inflación de más del 40 por ciento anual, ni la depreciación de la lira turca que ha caído 200 por ciento en los últimos cuatro años, haciendo más dura la vida de los turcos.

La población está dividida. Por un lado, los votantes de la coalición del presidente apuntan a su imagen de estabilidad y continuidad, la del líder fuerte y carismático que protege los valores tradicionales de la sociedad turca dentro y fuera del país. Por otro, los votantes opositores buscan un cambio de régimen, la recuperación económica y la vuelta a un sistema democrático de tono liberal que pueda conducir a un acercamiento a la Unión Europea y a los EE.UU.

La elección presidencial es a dos vueltas: si un candidato no supera el 50 por ciento de los votos en la primera – y es probable que eso suceda – los dos más votados pasarán a una segunda vuelta el 28 de mayo. Por su parte, la Asamblea Nacional tiene seiscientos escaños que serán cubiertos, proporcionalmente, en 87 circunscripciones repartidas en 81 provincias.

Los candidatos presidenciales en Turquía son designados por su partido o por una coalición, deben ser ciudadanos turcos con título universitario y tener más de cuarenta años. Además, para que un partido o coalición ingrese en la Asamblea debe ganar al menos el 7 por ciento de votos a nivel nacional.

Para las próximas elecciones presidenciales en Turquía hay otros dos candidatos, además de los favoritos Erdogan y Kılıcdaroglu – quien lidera el Partido Republicano del Pueblo (CHP) y la Alianza Nacional, una coalición de ideologías dispares que tiene por objetivo desplazar a Erdogan.

Los más alejados de la posibilidad de ganar son Sinan Oğan, líder de la Alianza Ancestral, de partidos ultranacionalistas, antiinmigración y panturcos, un político nacionalista y ex miembro del ultraderechista MHP; y Muharrem İnce, fundador del Partido de la Patria, que surgió como un movimiento social dentro del CHP y se convirtió en formación independiente en 2021.

Con una estimación récord de ciudadanos que concurrirán a las urnas – 80 por ciento – la elección será reñida y no exenta de denuncias de fraude por parte de aquel que pierda, sobre todo de Erdogan quien, entre otras cosas, ha designado a los actuales jueces del Consejo Electoral Supremo.

A partir del lunes que viene se abre un interrogante en una zona estratégica del mundo que ya no soporta más incertidumbres.

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Garvie

Marielle y Brigitte, crímenes políticos horrorosos

Fernando Pedrosa

Argentina no puede cambiar hace años, pero ahora quiere hacerlo rápido y dos veces

Maximiliano Gregorio-Cernadas

El trilema de Oppenheimer y la encrucijada argentina