miércoles 24 de abril de 2024
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Trampa, golpe o institucionalidad

En los últimos días referentes destacados de la oposición plantearon la posibilidad concreta de buscar la presidencia de la Cámara de Diputados si en la elección del 14 de noviembre los números les permiten convertirse en primera minoría, desplazando de esta manera Sergio Massa de dicha posición.

Si bien dicho escenario es difícil, siendo hoy muy posible que la relación de fuerzas permita enfocarse más en lograr que el peronismo deje de tener mayoría propia en el Senado, escenario que desvela desde antes de las PASO a Cristina Kirchner, ello no quita que pueda darse aun por una mínima diferencia. Como estrategia discursiva para buscar contener votos que impidan una dispersión del reparto electoral en los dos distritos más grandes, es inobjetable, a la vez que un par de twits en ese sentido alcanzaron para que, como dice el dicho: “el dueño del chancho salte”.

El planteo del oficialismo, asociando esta situación a un presunto intento de golpe para imponer un opositor en la línea de sucesión del presidente, no se hizo esperar. Es interesante esta defensa de la figura presidencial, toda vez que es clara la intervención a la Casa Rosada con la figura del gobernador Manzur como jefe de gabinete, desplazando al presidente al rol de timbreador de lujo en el conurbano con la intención, no ya de recuperar algún voto, sino de mantener la fuga de muchos otros que huelen nuevos vientos.

El oficialismo sería más inteligente si viera esta posibilidad como una trampa. Es decir, hacer corresponsable a la oposición de los dos años de gobierno que quedan por delante. Claramente un escenario en que la oposición, que hasta ahora está haciendo muy bien las cosas (como refleja la unidad pos PASO lograda en La Rioja y Formosa), no debe entrar.

Pero veamos que sucede en otras latitudes presidenciales cuando esta posibilidad real se concreta. Estados Unidos es el país que tenemos más a mano para comparar. Allí, cuando en una elección de mitad de término se produce el escenario de gobierno dividido, asumir la responsabilidad de presidir la Cámara de Representantes es automático. Eso implica, claro, hacerse de la totalidad de las comisiones (en nuestro país más allá de quien gobierne, las comisiones se reparten proporcionalmente, incluso algunas como Presupuesto o Relaciones Exteriores pertenecen al oficialismo sin tener en cuenta cuestiones numéricas), fijar la agenda parlamentaria y, por supuesto, hacer de contra peso (como lo soñaron los Padres Fundadores) del Poder Ejecutivo. En un juego de suma cero, como el presidencialismo, no es poca ganancia.

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