martes 19 de marzo de 2024
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Sobre héroes y filibusteros

Hace unos días Beatríz Sarlo escribió una interesante nota  denominada “La vacunación de los santos”. En su  texto, dice: “…Cosas así suceden cuando hombres o mujeres, que creen que han cumplido grandes tareas y se consideran a sí mismos fiscales de la democracia, se muestran incapaces de enfrentar una cuestión moral que los comprometa en términos personales. Son expertos para disertar sobre lo público y temibles críticos de ajenas desviaciones, pero les cuesta aplicar las mismas normas a un escenario que los incluya a ellos o a sus mandantes. No aceptan la crítica. O se creen santos o se creen víctimas. Salvan la patria pero no están listos a sacrificarse” (Perfil, 23.02.2021).   

Hay una legendaria carta enviada por el Che a Fidel al abandonar Cuba rumbo a “otras tierras”, en 1965. Allí se despide, agradece y escribe la frase: “Hasta la victoria”,  interrumpida porque se le acaba el espacio  de la hoja, y en la siguiente línea (en otra hoja), con mayúscula: “Siempre, Patria o Muerte”. Se dice que Castro, en su lectura pública, la  leyó como una sola: “Hasta la victoria siempre. Patria o Muerte”. Una despedida ética, lacónica. El héroe desnudo : solo frente a la posibilidad de la muerte. Pero transparentando su vida hasta el final para honrarla.  

Ricardo Piglia (1941-2017), está entre los grandes escritores argentinos de nuestro tiempo. En uno de sus libros más próximos a su intimidad vocacional -su autobiografía simbólica como escritor-, dedica un capítulo a los “rastros de lectura” en Ernesto Guevara, el Che. Quizás la más compleja y delicada semblanza del mítico personaje universal. Lo llamó “El último lector” (Anagrama, 2005), y recuerda la extraordinaria foto del Che en Bolivia, subido a un árbol, leyendo en medio de la desolación y la experiencia terrible de la guerrilla perseguida, como hipérbole de la tensión  entre la vida política y la vida personal, cuando la lectura es la metáfora de ese camino solitario. Esa práctica de cierto dandismo de la experiencia pura. Un viaje sin punto fijo, que realiza con austeridad franciscana  y donde encuentra la política, a la que no abandonará hasta su muerte, la de un mártir en la pobreza, comprometido con sus ideales hasta el final.   

Piglia recuerda que en “Guerra de guerrillas” (1961) el Che dirá: “Los jefes  deben constantemente ofrecer el ejemplo de una vida cristalina y sacrificada”, planteando  así una ética del sacrificio, una nueva subjetividad, una condición moral para cualquier victoria. (…) El guerrillero … debe tener una conducta moral que lo acredite como un verdadero sacerdote  de la reforma que pretende (…) que impida un solo exceso, un solo desliz (…) debe ser un asceta …”, señales  del sentido de vida de un cristianismo primitivo, indicativas de que no se debe proponer nada que no sea cumplido por uno mismo.   

La vergüenza de gobernantes enriquecidos que –en Pandemia y escasez de vacunas- trampean las prioridades preestablecidas para sus aplicaciones, y además insisten en justificarse burdamente, alcanza niveles delictuales contra la salud,  la seguridad públicas,  y  el incumplimiento o la violación de sus deberes como funcionarios públicos. Es el aditamento inevitable de la ausencia de eficacia en el tratamiento equilibrado de la economía y la educación, por la mala costumbre de ejercer en beneficio propio la gestión de gobierno, al peor estilo mafioso. En boca de los tramposos, la frase “Patria o muerte” a la que suelen recurrir con frecuencia, es en realidad una versión trágica de su original, dado que en la práctica invierten el sentido de la consigna, y su resultado termina matando a compatriotas anónimos -pero matando al fin- al quitarles su lugar vital.   

Dentro de la saga de “La comedia humana”, en 1831 Honoré de Balzac (1799-1850) difundió: “La piel de zapa”, donde cuenta la historia de un joven que recibe un pedazo de piel  mágica que satisface cada uno de sus deseos,  pero a cambio de encogerse con la satisfacción de cada pedido, consumiendo así su vital propiedad. El cuero se hace cada vez más chico, hasta desaparecer.    

En ocasión del entierro de Balzac, Víctor Hugo dijo unas palabras de homenaje al gran escritor: “A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado”. Yo me permito ahora adecuarlas al manoseo inconcebible de las vacunas, y preguntar: ¿ A partir de ahora,  los ojos de los ciudadanos  volverán a mirarse los rostros y recordarán tanto insulto de parte de sus gobernantes?

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