jueves 25 de abril de 2024
spot_img

Sabrina Ajmechet: “Tenemos que disputar visiones del mundo y que nuestro horizonte deseado sea mayoritario”

Conversamos con Sabrina Ajmechet sobre la coyuntura política de las últimas semanas, el rol de Alberto Fernández y el kirchnerismo, el horizonte de la oposición y los problemas que se acumulan en un país que rápidamente va destruyendo sus mejores referencias económicas y culturales.

En una entrevista anterior decías que Alberto Fernández podía hacerse lider con la pandemia, sin embargo, las últimas semanas parece haber un tironeo muy fuerte en el gobierno para ver quien ocupa el lugar de liderazgo. Incluso el Jefe de Gabinete, en una probable muestra de inexperiencia política, le otorga ese lugar a Cristina Fernandez. ¿Anticipa esta situación una escalada conflictiva?

Siempre supimos que la crisis era un arma de doble filo. Por un lado, era una situación muy excepcional que iba a llevar a que la población apoyara de forma más compacta al presidente, como consecuencia del efecto que la ciencia política define como rally ‘round the flag. El tema es que esta circunstancia dura un tiempo, y el Ejecutivo debe usar ese tiempo de forma muy astuta, siempre consciente de que vendrá un rebote.

Estamos viviendo eso: el pico de popularidad inicial dejó de existir y su imagen se empieza a amesetar. Alberto no pudo aprovechar esa primavera de popularidad para sacar ventaja en el desafío más grande que tiene, que es adentro de su propia fuerza política. Desde mi visión, la crisis podía significar la oportunidad de mostrarse como un lider autónomo, construir legitimidad y popularidad propia. Hacernos empezar a hablar del Albertismo. Pero la desperdició. Alberto muestra que su gobierno se enmarca sin forzarlo en una experiencia kirchnerista. Este es el balance de los primeros ocho meses. Quienes apostaron a una experiencia moderada deben estar sorprendidos y decepcionados por intentos como el de Vicentín -más allá de que el clima social lo obligara a dar marcha atrás- y la reforma judicial. Este no es un gobierno moderado, es un gobierno que intentó una expropiación por vía del Poder Ejecutivo e impulsa una reforma judicial para tener una Corte Suprema adicta.

Pareciera que la política retomó el lugar central en los últimos anuncios del gobierno, tanto del presidente como el gobernador y el jefe de gobierno, retomaron la centralidad. Incluso ya no se ve ni se hace referencia a los “expertos”. ¿Crees que esto tiene que ver con las demandas de la sociedad, con una lectura de las encuestas o con una puesta en escena?

No veo ninguna estrategia para manejar la pandemia. En el AMBA nos tienen encerrados hace meses, postergando un pico, estrangulando la economía e ignorando el stress y el hartazgo de la ciudadanía. En el último anuncio, Alberto Fernández, solamente una vez nombró a Cahn y fue para una darle fuerza a una frase obvia: “No estamos ante una gripe más”.

La gestión de la pandemia tiene que dejar de denominarse “cuarentena”. Llevamos un cuatrimestre encerrados, esto ya se convirtió en otra cosa diferente. Tenemos que hablar de una nueva normalidad, porque no sabemos cómo será el mundo los próximos meses, el próximo año o el siguiente. Y ninguno de nuestros gobernantes está hablando de eso. Vamos a tener que aprender a vivir con el virus. Preparar el sistema de transporte para la circulación, pensar en la vuelta a la escuela. ¿Va a haber más contagios? Sí. Pero es parte de lo que nos toca vivir y lo que hay que hacer es gestionar ese nuevo mundo, no encerrarnos en nuestra casa evitando que el virus nos alcance. Esa frase de Fernandez de que el virus no lo busca a uno sino que al salir a la calle uno busca al virus es una estupidez. Todos tenemos que salir a la calle porque necesitamos trabajar, necesitamos hacer actividad física, necesitamos ver a otras personas. Y menciono las tres cosas porque las considero importantes a todas. Por eso molesta el reto de Alberto: no es un capricho la necesidad de ver a otros. Es una realidad psíquica e importante. De nuevo: llevamos meses y pueden ser años. En todo caso, los grupos de riesgo son los que tendrás que cuidarse y guardarse lo máximo posible. En síntesis, tenemos que aprender a vivir con el virus y los gobernantes tienen que aprender a gestionar la vida de la ciudad, de la provincia y del país con el virus.

La ultima semana, Alberto Fernandez dijo, entre otras cosas, que no era partidario de los “planes”. ¿Es posible buscar acuerdos sin previa planificación? 

No estoy dispuesta a detenerme demasiado en evaluar una frase de Alberto Fernández que, todo el tiempo, vemos que dice algo y luego se desdice. Ese día, esa semana, no cree en planes. Posiblemente dentro de un mes más, sí.

Pero tratando de contestar tu pregunta, en principio, lo que yo no entiendo es cómo gobierna sin un plan. Siempre hay que tener un horizonte, un punto de llegada y evaluar las estrategias que mejor nos conducen a este fin. Nadie piensa ni en un sistema cerrado ni en un modelo que encorsete, pero sí en un plan.

De todos modos, pienso en experiencias anteriores. Menem, por ejemplo, tampoco tuvo un plan cuando asumió. O, mejor dicho, tuvo diferentes planes todos de muy corto plazo porque los fue descartando. Hasta que encontró uno: la convertibilidad, el consenso de Washington, la relación carnal con Estados Unidos y la modernización de la Argentina. Si Alberto empieza a creer en planes, tal vez encuentre el suyo. Sino seguirá gestionando el día a día sin ningún horizonte, que es lo que viene haciendo ahora y se nota. ¿Le parecerá virtuoso?

Hace algunos días, reflexionaste (en twitter a raíz de un hilo creado por Mayra Mendoza), sobre la conformación de una nueva elite. Lo mas relevante fue la referencia que haces a que es una elite que no apunta a la conformación de una clase media robusta, ¿cuáles serían las causas? ¿qué lo motiva? ¿estamos en presencia de una elite que busca consolidar el pobrismo?

La Argentina es hoy un país que tiene alrededor del 50% de su población -si no más- viviendo en la pobreza. Este número crece fuertemente si lo circunscribimos a niños y jóvenes. Muchos de nosotros tenemos un imaginario de la Argentina como un país de clase media, pero lamentablemente ya no lo somos. Lo fuimos rompiendo, destrozando de a poquito. Creo que hoy en día hay una parte importante de la dirigencia política que quiere recuperar eso, como ideal y como realidad material. Eso requiere mucho esfuerzo, mucho trabajo y va a llevar tiempo. Empobrecer un país es un proceso más rápido que enriquecerlo. Pero es posible. Vemos en América Latina muchos países que exitosamente en las últimas décadas -más allá de lo que esté ocurriendo hoy como consecuencia de la pandemia- han fortalecido sus clases medias: Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú.

El peronismo tiene una fuerte raíz católica y comparte con el cristianismo una idea virtuosa sobre la pobreza. En esa visión, el pobre es bueno y libre de pecados y el rico es alguien a quien sospecharle y que debe haber hecho alguna cosa mal para conseguir su fortuna. Es una idea maniquea, moralista y errónea. Ni hay necesariamente virtud, belleza y bondad en la pobreza ni maldad y repugnancia en los ricos. Eso es esencializarlos a partir de su realidad material y me parece claramente un prejuicio y un error. Los valores para mi tienen que ser otros: el trabajo, la educación y formación, el desarrollo, el esfuerzo, el crecimiento y una sociedad de clase media como horizonte.

Estás preocupada por la ausencia de dialogo, ¿crees que se puede acordar o buscar puntos de encuentro con esa elite?

Hay dos artículos de esta semana que, aunque expresan ideas diferentes, ambos me parecen que responden bien esta pregunta. Uno es de Jesús Rodriguez, que muestra la importancia y la necesidad de un diálogo entre los dirigentes de los diferentes signos políticos. Estamos ante la mayor crisis de la historia argentina, si en algún momento ese gran acuerdo interpartidario cobra sentido es ahora. Pero, claro, surge una pregunta: ¿Cómo hacés para dialogar con alguien que no quiere dialogar con vos? Y ahí está el artículo de Gabriel Palumbo, del cual recupero la frase: “Teniendo en cuenta las actitudes del Gobierno, pedirle diálogo es confiar en que el escorpión va a ayudarnos a llegar a la otra orilla sin picarnos, como si pudiera traicionar su propia naturaleza”. Gabriel, al mismo tiempo, plantea la necesidad de un amplio diálogo que sí es necesario hacer y vale la pena con gran parte de la ciudadanía. Y, agrego sobre esta apuesta: no solo hay que dialogar, salir de la pequeña burbuja en la que vivimos, sino que también tenemos que disputar visiones del mundo, disputar lenguaje y tratar de que nuestro sentido común y horizonte deseado sea mayoritario.

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Garvie

Crecen las posibilidades para un segundo mandato de Joe Biden

Alejandro Einstoss

Ley Bases: Privatizaciones, un acto más del péndulo entre el Estado y lo privado

Fabio Quetglas

Optimismo tóxico