sábado 20 de abril de 2024
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Sabrina Ajmechet: “La agenda de la vicepresidenta es la agenda del presidente”

A una semana de la apertura de sesiones y en un escenario político complejo y la DISPO aun vigente, dialogamos con Sabrina Ajmechet sobre la actualidad nacional.

Entre el discurso de apertura de sesiones y los últimos acontecimientos, pareciera que hay una estrategia deliberada de parte del gobierno de ensanchar la grieta. Según las encuestas que empiezan a conocerse, esta no sería una buena estrategia de cara al año electoral. ¿Por qué el gobierno insiste en ese camino?

El discurso de Alberto Fernández de apertura de sesiones fue una pieza de ruptura. Si bien hace un año que venimos diciendo que Fernández no es el presidente moderado que él prometió ser o que mucha gente imaginó que sería, lo cierto es que lo que ocurrió el 1° de marzo en el Congreso fue, por su tono y su contenido, una muestra de radicalización y apuesta a contentar a los propios y a pelearse y demonizar a los contrarios.

Sabemos que cuando Cristina Fernández se radicalizó perdió elecciones. También está bastante extendida la idea de que las elecciones se ganan si se conquista a los ciudadanos que fluctúan en el medio de ambas coaliciones políticas y que se ven seducidos por posturas más moderadas y que dicen querer unir a los argentinos y crear un país “más normal” sin las divisiones actuales. Ahora, con estos datos, ¿cómo explicamos el discurso presidencial de apertura de sesiones? Me parece que para entenderlo no hay que pensar tanto en la estrategia electoral de cara a las legislativas. Si esa fuera su preocupación actual está claro que con ese discurso solo pescaron dentro de una pecera y no conquistaron a nadie que no estuviera ya previamente convencido. Posiblemente el contenido del discurso no responda, entonces, a la lógica electoral de mediados de año sino a la actual disputa interna dentro de la coalición de gobierno. Es ese tironeo que fue constante desde el momento de asunción de Alberto el que vimos escenificado el 1° de marzo.

¿Conocés otros antecedentes en la historia argentina en el que la situación procesal de un vicepresidente condicione tanto la política de la coyuntura?

La historia nos sirve para pensar escenarios similares pero excepcionalmente (solo por no decir prácticamente nunca) los acontecimientos se repiten calcados. La vicepresidencia en Argentina, salvo en algunos momentos específicos, no fue un cargo que marcara la agenda. Podemos, por supuesto, pensar en momentos en los que sí: la renuncia de Chacho Álvarez o el voto no positivo de Cobos, para mencionar dos ejemplos de la recuperación democrática para acá. Pero lo extraordinario de la situación actual es que la vicepresidenta fue la gran electora del presidente. Al mismo tiempo lo que sucedió es que Alberto Fernández asumió el poder y no pudo consolidar algo parecido al “Albertismo”. Por eso es que la agenda de la vicepresidenta es la agenda del presidente y eso no es algo que haya sucedido antes.

Es claro que Cristina Fernández avanza sin disimulo sobre el gabinete. La salida (con fecha incierta) de la Ministra de Justicia tiene que ver claramente con su declaración en la causa del “dolar futuro” del BCRA. Dado este escenario, ¿existió en algún momento el Albertismo o fue solo una construcción imaginaria?

El Albertismo fue una apuesta. Por un lado, se mostró como una estrategia exitosa para ganar elecciones. Pero, por otro lado, actores extrapartidarios -desde la prensa hasta el empresariado, por solo mencionar a algunos- también jugaron a contribuir en la formación de la imagen de Alberto moderado. Tal vez sintieron que esa era una forma de tenerlo controlado, de presionarlo, de obligarlo a ponerse ese traje de moderación que se le estaba confeccionando. Pero no funcionó y su fracaso tiene que ver, claramente, con la capacidad de Cristina Fernández de presionar y ganarle batallas al presidente. Seguramente ella tenía esta seguridad cuando lo pensó como candidato.

El gobierno se abroqueló en la defensa de Gildo Insfrán, incluso después de la represión desatada en los últimos días y de la visibilización de los cuasi centros de detención para quienes ingresen en la provincia. ¿Qué razones institucionales y políticas encontrás para poder explicar esto?

Formosa, con su situación política y su sistemática violación de derechos humanos, es una muestra muy dolorosa para la Argentina que quiere creer que dejó el autoritarismo atrás en 1983. Lamentablemente a nivel subprovincial tenemos casos de gobernadores que no solo ocupan sus cargos hace décadas sino que, además, utilizan métodos ilegales y abusivos para mantener el control en sus provincias. Todo cambia cuando los medios nacionales, cuando la opinión pública nacional, empieza a prestar atención a lo que allí ocurre. Pero en el oficialismo no terminan de soltarle la mano a Insfrán y estoy segura que tienen sus razones. Sin embargo no llama la atención un comunicado como el del Frente de Todos del 12 de marzo en el que culpan a los medios de CABA por estar ejerciendo violencia al montar una operación en la que habitantes formoseños son supuestamente obligados por estos medios a repetir un discurso de denuncia al poder político provincial. Lo que hace este comunicado del oficialismo es desestimar los abusos de poder y las violaciones de derechos humanos que se suceden repetidamente en la provincia y culpar a los medios de comunicación de montar una operación. Con este comunicado se niegan hechos existentes (abusos de poder y violaciones a los derechos humanos) y se inventa una voluntad conspiradora en los medios de CABA, que terminan siendo acusados de discriminadores y xenófobos por meterse en una realidad que, según cree el oficialismo, desconocen y atropellan.

Parte fundamental del consenso democrático del ’83 fue el Nunca Más a las violaciones de derechos humanos en la Argentina. Ni decir el Nunca Más a violaciones sistemáticas de derechos humanos. Esto es lo que ocurre hoy en día ¡y hace tiempo! en Formosa y el oficialismo decide negarlo. No tienen ninguna importancia las posibles explicaciones de por qué lo hacen, lo único importante es que al hacerlo son cómplices.

¿Hay una estrategia de la oposición para aprovechar este momento de debilidad del gobierno?

Creo que hay tantas estrategias de la oposición como líderes o grupos internos con poder. Patricia Bullrich es quien más claramente tiene la intención de representar a la oposición más radicalizada y más indignada con el gobierno. Desde las primeras marchas siempre estuvo allí, fue a Formosa y tiene constantes declaraciones muy fuertes en contra del oficialismo. Horacio Rodriguez Larreta tiene una estrategia completamente diferente, parece dispuesto por el momento a recibir cachetadas él y su distrito sin responderlas para demostrar con su actitud que es diferente a los otros. Ahí hay dos estrategias muy diferentes. Ahora hay que sumar a estas dos la de Macri. Continúa siendo una incógnita por develar si eso que decidió llamar el primer tiempo es parte de un partido completo que está dispuesto a jugar. Todas estas estrategias hacen referencia a lo que pasa dentro de un solo partido, el PRO.

En los últimos meses, el radicalismo estuvo muy abocado a la interna partidaria en la provincia de Buenos Aires, que le consumió una gran cantidad de energía. Esto frenó o, al menos, puso en cámara lenta un importante proceso que transitó durante el año pasado, en el que, desde la Fundación Alem y a partir de algunos referentes puntuales, se intervino sobre los acontecimientos de la realidad, se elaboraron documentos y se difundió información fundamental tanto para la salida de la cuarentena como para el retorno a clases, como también propuestas económicas y energéticas, entre otras. Creo que es preciso volver pronto a ese camino y trabajar para ampliar la recepción de estas propuestas, todas muy buena.

Lo más importante de la oposición es que sigue unida. Y que va a encontrar la forma de solucionar estas diferentes estrategias y de coincidir en los candidatos. Más allá de las ambiciones personales, sectoriales y partidarias deseo fuertemente que gran parte de la población se sienta representada por la oposición y que la elija, no solo para evitar lo que está enfrente, sino porque se sienta contenida en sus proyectos y liderazgos.

Te hago una pregunta que también le hice a otro colega, dado que es un tema recurrente en estas semanas: ¿Hay posibilidades reales de que el gobierno avance en un plan de suspensión de las PASO? ¿A qué fuerza perjudicaría más eso, a la oposición o al gobierno? 

Hay posibilidades reales toda vez que existen diferentes proyectos que dan vueltas por los pasillos del Congreso y, si el oficialismo lo decide, tienen los votos suficientes para hacerlo. También, aparentemente, tendrían el apoyo de muchos gobernadores que prefieren no llevar adelante las PASO. La modificación de las reglas de juego electoral en años de elecciones, ¡a pocos meses de elecciones!, perjudica a todos los argentinos y a la institucionalidad. Así que, más allá de que nos gusten o no las PASO, de que creamos que hay otro sistema de internas mejor o lo que fuera, lo cierto es que cambiar las reglas de juego con tan poca anticipación no crea las condiciones de estabilidad que necesitamos. La interna en el gobierno es clara, si no hay PASO es posible frenar a una generación de dirigentes que está bajo el paraguas de Máximo Kirchner y tiene la intención de que el próximo turno sea su turno. Entonces ahí vemos que no es que la suspensión de las PASO favorece al gobierno sino, en todo caso, a una parte del gobierno. En cuanto a la oposición, si se fueran a suspender tendría que encontrar Juntos por el Cambio otra forma de resolver candidaturas. Estos segura que lo va a resolver pero, de nuevo, siempre con un costo importante fruto de cambiar el las reglas cuando la partida ya está en marcha.

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