jueves 28 de marzo de 2024
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¿República vs democracia?

La noche del 2 de mayo pasado, a las 8:32 p. m., los reporteros del portal estadounidense POLITICO, Josh Gerstein y Alexander Ward, “empapelaron” las redes sociales con un borrador de una decisión que eliminaría el histórico fallo Roe vs. Wade, que despenalizó el aborto en 1973.

El contenido de la noticia es muy importante y si esa reversión de los derechos de las mujeres se da, será determinante para la vida política estadounidense. Pero no es menos llamativo que los periodistas hayan roto el hermetismo histórico de la Corte Suprema de Justicia de ese país. La violación del secreto indica que la Corte está “desordenada”, escribió el reportero habitué de la Corte, Adam Liptak, del New York Times. “Es imposible exagerar el terremoto que esto causará dentro de la Corte, en términos de la destrucción de la confianza entre los jueces y el personal”, tuiteó SCOTUSblog. “Esta filtración es el pecado más grave e imperdonable”.

El presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, calificó el acto como “una afrenta a la Corte” y ordenó una “investigación sobre la fuente de la filtración”.

En los EE.UU., la Corte pretende elevarse por encima de la política, aunque sus jueces son designados por la política –de hecho, los tres jueces conservadores nombrados durante la administración de Donald Trump son el ariete de este fallo- y trabaja bajo un halo de misterio para el que se ha servido de una buena parte de la prensa para fetichizar su labor. Como una logia –la de los magios, por ejemplo- usan togas que rivalizan con la capa de Darth Vader y prohíben cámaras dentro de su templo de justicia.

La filtración puso al descubierto que el Congreso paralizado por la paridad delegó en la Corte un asunto que debería haber sido resuelto por su cuenta. Un problema que recorre, muchas democracias del continente: la Corte legisla por los grandes desacuerdos paralizantes que hay en la arena política. En ese caso, la república se impone sobre la democracia, es decir, los poderes tradicionales que por lo general residen en las Corte Supremas, imperan por sobre la heterogénea representación política que expresa la democracia en el Poder Legislativo que, a su vez, dialoga con el Poder Ejecutivo.

En esos cuerpos, los proyectos no son secretos como los fallos de los Supremos que pretenden cierta divinidad en sus decisiones, tal vez, para hacerlas parecer más pétreas que a la de meros humanos que deliberan políticamente acerca de qué hacer con tan controvertido tema.

La Corte yace como una institución bastante frágil si su legitimidad se desmorona debido a una filtración. Se supone que la CIA o el FBI, operan en secreto, pero nadie presume sobre la pérdida de legitimidad cuando la información sale a la luz. En una sociedad democrática, la Corte debería sobreponerse a una filtración de este tipo, que, además, no es un delito dado que no fue producto de un robo o un acto de piratería.

Desde el caso Watergate en el que los periodistas, Bob Woodward y Carl Bernstein -siguiendo las denuncias de Martha Mitchell– llevaron a cabo una investigación que terminó con la presidencia de Richard Nixon, el periodismo no daba un “golpe” tan grande a los estamentos del poder. Y es bueno para la democracia que eso haya sucedido un 3 de mayo, el Día de la libertad de prensa, instituido por la Asamblea General de la ONU, en 1993.

La fuga de esta información dará tiempo a los ciudadanos a luchar por sus derechos –por no perderlos, en este caso– mientras posará sobre la Corte una mirada de desconfianza acerca de su proceder democrático y hará reflexionar al legislativo sobre su labor, y tal vez conducirlo a la pregunta que hace rato debería haberse hecho en toda América. ¿Para quién gobernamos?

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