viernes 19 de abril de 2024
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Pulseadas sobre el futuro del país

El economista Pablo Gerchunoff y el historiador Roy Hora debaten las perspectivas nacionales: Luis Alberto Romero desmenuza aquí ese intercambio.

En la introducción de estas “conversaciones” que conforman el libro La moneda en el aire. Conversaciones sobre la Argentina y su historia de futuros imprevisibles, el historiador Roy Hora presenta al protagonista principal, Pablo Gerchunoff, como economista e historiador.

Gerchunoff es economista de profesión, dedicado a los problemas del desarrollo, al análisis de situaciones y a la formulación de previsiones y propuestas, que en dos ocasiones llevó a la gestión de Gobierno (participó de los equipos económicos durante las presidencias de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa). En las dos últimas décadas, sus previsiones se hicieron más complejas e hipotéticas –“la moneda está en el aire”–, su mirada del pasado se hizo más densa y el historiador fue desplazando al economista.

En estas conversaciones se nos ofrecen muchos indicios de este potencial deslizamiento: su juvenil paso por el periodismo profesional y su pasión por el turf y el fútbol; sus tránsitos por la política, desde la militancia juvenil de los años sesenta y setenta a la función pública con Alfonsín y la Alianza; sus conversaciones en el Instituto Di Tella (luego Universidad) con Ezequiel Gallo, Juan Carlos Torre y Tulio Halperin Donghi.

Todo ello debe de haber pesado en su orientación creciente hacia la historia, visible en los trabajos de los últimos veinte años, en su percepción de fenómenos habitualmente ausentes en la mirada de los economistas, y también en su perspectiva actual, como “liberal de izquierda” Gerchunoff se define hoy como un historiador de la política, especializado en las políticas económicas.

Como tal, se preocupa por los límites y condicionantes de las decisiones políticas, la variedad de las opciones y la potencia de las decisiones para definir conflictos y orientar los procesos. Para entender las decisiones de los políticos –apunta– hay que ser capaz de comprenderlos, de “ponerse en sus zapatos”, como solía decir Ezequiel Gallo, sin olvidar que los resultados, mediados por las circunstancias, suelen tener poco que ver con sus intenciones.

Experiencia de gestión

Durante su participación en los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa pudo ver esto desde muy cerca, y hasta experimentar los dilemas de la decisión. En suma, Gerchunoff probó –como él lo dice– “el fruto prohibido de la comprensión”, sacrificó algo de audacia en los pronósticos y adquirió el principal atributo del historiador: poder mirar el pasado en sus términos.

Su obra más conocida es El ciclo de la ilusión y el desencanto, escrita con Lucas Llach en 1998. Luego, su exploración del siglo XIX le aportó dos ideas, largamente comentadas en estas conversaciones, que enriquecen y matizan las de entonces.

La primera se refiere a la compleja construcción de la nación a partir de un molde constitucional federal, que en 1853 laudaba adecuadamente en los conflictos pero que resultó poco adecuado en un país donde la expansión y la modernización acentuaron notablemente las diferencias regionales.

A partir de Roca, la tarea de los gobiernos y de los políticos estuvo regida por la idea de que, para construir una nación, los conflictos debían solucionarse con políticas que equilibraran los beneficios del progreso mediante una adecuada redistribución que –como lo ejemplifica la construcción de los llamados “ferrocarriles a la Luna”– priorizara la integración. Las cosas cambiaron sustancialmente en la segunda mitad del siglo XX, cuando coincidieron las migraciones masivas al hoy empobrecido conurbano porteño y la reducción de la fluidez fiscal, que ahora confluyen en el casi insoluble problema de la coparticipación fiscal.

La segunda pista que le aportan los trabajos de los historiadores es la existencia, desde las guerras de la independencia, de un mundo popular muy activo, rebelde y demandante. Este mundo popular, que pone en cuestión las jerarquías sociales –“naides es más que naides”, decía Artigas– condicionó desde entonces a las élites dirigentes, haciéndoles sentir permanentemente su aliento en la nuca.

Ideas enlazadas

Gerchunoff conecta esta idea con otra surgida de la moderna sociedad aluvial: la fácil movilidad social, estimulada por una economía fluida y un fuerte estímulo estatal a través de las políticas educativas. En este caso, el impulso igualitario –una singularidad en el conjunto latinoamericano– se traduce en la decisión personal o familiar de salir del mundo popular e incorporarse a unas clases medias cuya cultura refleja la de las élites, pero cuestiona sus privilegios.

Como en el siglo XIX, el igualitarismo raigal no se traduce en la constitución de colectivos sino en un individualismo tan masivo que resulta disruptivo. Las políticas del primer peronismo significaron un salto cualitativo en los logros –acotados en el tiempo– pero sobre todo en las demandas y los derechos reclamados, que desde entonces signaron un conflicto distributivo exacerbado por la escasez de recursos.

En este punto, Gerchunoff enlaza este proceso cultural y social con un problema de política económica: la permanente tentación “populista” de los gobiernos, consistente en zafar de este conflicto mediante la emisión o, cuando es posible, el endeudamiento externo.

Esta perspectiva “larga” le da una consistencia especial al análisis de los últimos gobiernos y sus políticas y a su diagnóstico de la situación actual. Hoy encuentra dos miradas enfrentadas: una conservadora popular, fuerte en el peronismo, y otra liberal de derecha, dominante en sus competidores.

Entre ambas, esboza una tercera, en la que los principios igualitarios del populismo y la valoración de la competitividad económica de sus opositores se traducen en términos de un reformismo social, que tiene su lugar, con dos modulaciones distintas, en el peronismo y el no peronismo.

Sobre esas bases, por ahora endebles, este “liberal de izquierda” cree que quizá puede haber una salida: un acuerdo político que permita encarar una suma monumental de conflictos de difícil negociación. La moneda está en el aire, nos dice; quizá caiga de canto.

Publicado en Revista Ñ el 17 de agosto de 2021.

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