jueves 25 de abril de 2024
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Olaf Scholz tiene algo que decir

El canciller alemán no la ha tenido fácil: reemplazar a Angela Merkel y toparse con la guerra europea más importante desde 1945, son dos desafíos mayúsculos. Esta semana publicó un artículo en donde asegura que el mundo enfrenta una Zeitenwende (punto de inflexión) para el que Alemania tiene una respuesta.

En un artículo publicado por el Foreign Affairs, Scholz dice que, ante la guerra, el ímpetu de China y las crujientes reglas de convivencia internacional, Alemania está haciendo todo lo posible para ser el garante, defender y fomentar un orden internacional basado en los principios de la Carta de la ONU. Ser un constructor de puentes dentro de la Unión Europea y un defensor de las soluciones multilaterales, evitando volver a caer en una nueva Guerra Fría.

El Zeitenwende va más allá de la guerra en Ucrania y más allá de la cuestión de la seguridad europea. La pregunta que hace el canciller alemán es central: ¿Cómo podemos nosotros, como europeos y como Unión Europea, seguir siendo actores independientes en un mundo cada vez más multipolar? Y contesta: “La historia de mi país le otorga una responsabilidad especial para combatir las fuerzas del fascismo, el autoritarismo y el imperialismo. Al mismo tiempo, nuestra experiencia de ser divididos por la mitad durante una contienda ideológica y geopolítica nos da una apreciación particular de los riesgos de una nueva guerra fría.”

El Zeitenwende marca el fin de una época iniciada con la caída del Muro de Berlín. En la parecía posible que Rusia se convirtiera en un socio de Occidente en lugar del adversario que había sido la Unión Soviética. Como resultado de la distensión, la mayoría de los países europeos redujeron sus ejércitos y recortaron sus presupuestos de defensa.

El liderazgo ruso, sin embargo, experimentó la disolución de la antigua Unión Soviética y el Pacto de Varsovia y sacó conclusiones que diferían mucho de las de los líderes en Berlín y otras capitales europeas. En lugar de ver el fin pacífico del régimen comunista como una oportunidad para una mayor libertad y democracia, el presidente ruso, Vladimir Putin, lo ha llamado “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. La agitación económica y política en partes del espacio postsoviético en la década de 1990 solo exacerbó el sentimiento de pérdida y angustia que muchos ciudadanos rusos asocian hasta el día de hoy con el fin de la Unión Soviética y Putin utilizó ese temor para iniciar una reconstrucción autoritaria de su país, ahogando a sangre y fuego a las disidencias.

En esa lógica, dice Scholz, el ataque de Rusia contra Ucrania en febrero de 2022 marcó el comienzo de una realidad fundamentalmente nueva: el imperialismo había regresado a Europa. “Rusia está utilizando algunos de los métodos militares más espantosos del siglo XX y está causando un sufrimiento indescriptible en Ucrania”, afirma.

Pero el impacto de la guerra de Rusia va más allá de Ucrania. Cuando Putin dio la orden de atacar, hizo añicos una arquitectura de paz europea e internacional que había tardado décadas en construirse. Por este motivo, “el papel crucial de Alemania en este momento es convertirse en uno de los principales proveedores de seguridad en Europa invirtiendo en nuestro ejército, fortaleciendo la industria de defensa europea, reforzando nuestra presencia militar en el flanco oriental de la OTAN y entrenando y equipando a las fuerzas armadas de Ucrania.” Para esto anunció “una nueva cultura estratégica, y la estrategia de seguridad nacional que mi gobierno adoptará dentro de unos meses reflejará este hecho.”

Elogia a la administración de Joe Biden por su compromiso y sostenimiento de la OTAN cuyas acciones no deben conducir a un enfrentamiento directo con Rusia. “Nuestro mensaje a Moscú es muy claro: estamos decididos a defender cada centímetro del territorio de la OTAN contra cualquier posible agresión.”

Es notable como Scholz admite que la época de globalización acelerada convirtió a Alemania y a Europa toda en dependientes del gas ruso, por lo que la energía ya no será una cuestión de mercado sino de seguridad nacional, dándole un fuerte impulso a las energías limpias para hacer obsoleta el arma de Putin.

“Putin y otros intentarán poner nuestros propios sistemas democráticos abiertos en nuestra contra, a través de campañas de desinformación y tráfico de influencias. Los ciudadanos europeos tienen una amplia variedad de puntos de vista, y los líderes políticos europeos debaten y, a veces, discuten sobre el camino correcto a seguir, especialmente durante los desafíos geopolíticos y económicos. Pero estas características de nuestras sociedades abiertas son características, no errores; son la esencia de la toma de decisiones democrática. Nuestro objetivo hoy, sin embargo, es cerrar filas en áreas cruciales en las que la desunión haría a Europa más vulnerable a la interferencia extranjera. Crucial para esa misión es una cooperación cada vez más estrecha entre Alemania y Francia, que comparten la misma visión de una UE fuerte y soberana.”, recogiendo así el lego de Merkel.

Con respecto a China, el canciller alemán no suscribe a la idea de que la historia acabó con el Muro de Berlín o se repetirá con un enfrentamiento China – EE.UU. y un mundo bipolar. “En cambio, creo que lo que estamos presenciando es el final de una fase excepcional de la globalización, un cambio histórico acelerado, pero no enteramente como resultado, de conmociones externas como la pandemia de COVID-19 y la guerra de Rusia en Ucrania. Durante esa fase excepcional, América del Norte y Europa experimentaron 30 años de crecimiento estable, altas tasas de empleo y baja inflación, y Estados Unidos se convirtió en la potencia decisiva del mundo, un papel que mantendrá en el siglo XXI.”

Pero durante esa fase de globalización, China también se convirtió en un actor global, como lo había sido antes de la Gran Divergencia, en siglo XIX. “El ascenso de China no justifica aislar a Beijing o frenar la cooperación. Pero el creciente poder de China tampoco justifica los reclamos de hegemonía en Asia y más allá … … Durante mi reciente visita a Beijing, expresé mi firme apoyo al orden internacional basado en normas, consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, así como al comercio abierto y justo. En concierto con sus socios europeos, Alemania seguirá exigiendo igualdad de condiciones para las empresas europeas y chinas. China hace muy poco en este sentido y ha dado un giro notable hacia el aislamiento y se aleja de la apertura.”

Finalmente, Scholz reconoce que durante esta fase de globalización, muchas regiones han prosperado y tienen el derecho de seguir aprovechando las oportunidades que abre y exigir un papel más importante en los asuntos mundiales en consonancia con su creciente peso económico y demográfico. “Eso no representa una amenaza para los ciudadanos de Europa o América del Norte. Por el contrario, debemos alentar una mayor participación e integración de estas regiones en el orden internacional. Esta es la mejor manera de mantener vivo el multilateralismo en un mundo multipolar”… …”En el pasado, hemos pretendido tratar a los países de Asia, África, el Caribe y América Latina como iguales. Pero con demasiada frecuencia, nuestras palabras no han sido respaldadas por hechos. Esto debe cambiar. Durante la presidencia alemana del G-7, el grupo ha coordinado su agenda estrechamente con Indonesia, que ostenta la presidencia del G-20. También hemos involucrado en nuestras deliberaciones a Senegal, que ocupa la presidencia de la Unión Africana; Argentina, que ocupa la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños; nuestro socio del G-20, Sudáfrica; e India, que ocupará la presidencia del G-20 el próximo año.”

Una voz que se eleva para acompañar al presidente de Francia, Emanuel Macron, en la tarea de buscar un nuevo destino para Europa, escenario de las más crudas guerras del siglo XX y prisionera de la Guerra Fría. No obstante, no sabemos cómo se saldrá del Zeitenwende, o si como su connacional Friedrich Nietzsche, Europa está condenada a un eterno retorno del que Scholtz quiere zafar.

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