jueves 18 de abril de 2024
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Mayores de 70

Según la Unión Europea, los países deberían flexibilizar las cuarentenas… excepto para los mayores de 70 años. Ursula von der Leyen, presidenta a la organización, fue tajante: los adultos mayores “tienen” que seguir aislados. “Es un caso de vida o muerte”, dramatizó. 

En Gran Bretaña, científicos de las universidades de Londres y Edimburgo presentaron al gobierno de Boris Johnson un informe conjunto en el cual subrayan que -por ser “extremadamente vulnerables a la COVID-19”- los mayores de 70 deben continuar aislados. Uno de los firmantes es Mark Woolhouse, profesor de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas, que ostenta una condecoración del Reino Unido por sus “servicios al control” de esas enfermedades. 

En Francia, el presidente del Consejo Científico Covid-19, el inmunólogo Jean-François Delfraissy, explicó al Senado, por videoconferencia, que los mayores de 70 (como él mismo) tienen un “alto riesgo de contraer y desarrollar la enfermedad en forma grave”, por lo cual no debe interrumpirse su aislamiento. Delfraissy también preside el Comité Consultivo Nacional de Ética, El Consejo Científico Covid-19 fue creado por el ministro de la Solidaridad y la Salud, Oliver Véran, para asesorar al gobierno en la lucha contra la pandemia.

Hay un inconveniente para imponer la prórroga del confinamiento de los adultos mayores: la medida sería muy impopular. De hecho, una encuesta realizada en Londres mostró que el 76 % de los consultados se oponía a tal prórroga.

Eso ha hecho que, pese a las advertencias de los expertos, en Francia el presidente Emmanuel Macron se haya negado a mantener confinados a los mayores de 70. Macron, como todo gobernante, necesita conservar el apoyo social para conducir la crisis. No puede comprometer ese apoyo. Corre el riesgo y verá qué medida adoptar si su decisión es seguida por una oleada de infecciones.

La conveniencia del confinamiento prolongado puede discutirse desde distintos puntos de vista.

Lo preocupante es que se la justifique en razones extra-científicas que en otros contextos podrían ser válidas.

Se repite, aquí y allá, que prorrogar la cuarentena de los mayores adultos implicaría una discriminación. Esto alienta el rechazo a cualquier medida extraordinaria que se tome.

El verbo “discriminar” se asocia normalmente al racismo, a la xenofobia, al antisemitismo, a la persecución política o religiosa, y a la desigualdad de género. El propósito, en estos casos, es sojuzgar, excluir o degradar.

Pero también se discrimina a fin de redimir, proteger o compensar al más necesitado o menos poderoso. Es la discriminación positiva. Es discriminatorio pero loable que se obligue a los partidos políticos a que, en sus listas de candidatos a senadores, diputados u otros cargos electivos, tengan ”como mínimo 30% de mujeres en puestos con posibilidades de resultar electas”.

Es también discriminatorio pero loable que se obligue a emplear discapacitados. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, así como organismos descentralizados o autárquicos, los entes públicos no estatales, las empresas del Estado y las empresas privadas concesionarias de servicios públicos” no pueden tener en su personal menos de 4% personas con discapacidad.

La prolongación de la cuarentena de los adultos mayores sería, en principio, una discriminación positiva. Lejos de llevar el propósito de perjudicar, llevaría el de proteger. Quienes la consideran “paternalista” confirman que, equivocada o no, la medida tiene una finalidad protectora.

La gravedad de la pandemia reclama decisiones libres de ideología. Desde que se descubrió la pasmosa velocidad con la que se propaga el coronavirus, que no tiene vacuna ni remedio que lo frene, ronda por el mundo el fantasma de la gripe española: la pandemia de 1918, provocada por el Influenzavirus A, que dejó unos 50 millones de muertos.

Como entonces, hoy la Tierra parece invadida y cada país debe defenderse del invasor como pueda, están todos en “estado de emergencia” que –con el acuerdo tácito de las sociedades— suspende hasta algunos derechos y garantías.

Si no aceptáramos las discriminaciones positivas, deberíamos alzarnos contra la cuarentena misma, calificándola de discriminatoria en el peor sentido.

Encerrar a la gente en sus casas, pero haciendo excepciones, sería “discriminatorio” Obligar a que unos negocios cierren y otros no, sería “ discriminatorio”.

Cerrar fronteras para quienes quieran “entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino” –como garantiza la Constitución- ¡sería “discriminatorio!

En Buenos Aires, cuando el gobierno local decidió mantener la cuarentena de los adultos mayores, un juez decretó la inconstitucionalidad de la medida alegando que “la discriminación en razón de la edad, vulnera los derechos y las garantías del grupo etario al cual se encuentra destinada, al imponer una exigencia mayor y distintiva del resto de la población”.

La medida tenía aspectos justificados pero irritantes, como la necesidad de “dar aviso” para salir a la calle con determinados motivos, pero eso podría haberse corregido. Lo importante era entender que el “resto de la población” está segmentado; una persona de 70 que se contagia tiene 10% de posibilidades de morir de COVID-19; un adolescente 0,0001”.

Las cifras son del experto francés Martín Blachiee. La experiencia dirá si está bien la cuarentena igualitaria. El deseo natural es que no produzca ninguno de los efectos negativos que muchos pronostican. En todo caso, más allá del confinamiento de los mayores adultos, importa que las batallas contra este enemigo universal no sean perdidas por dogmatismo. 

Publicado en Clarín el 10 de mayo de 2020.

Link https://www.clarin.com/opinion/mayores-70_0_fYnPGz8YD.html

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