miércoles 24 de abril de 2024
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La mujer a la que más teme Donald Trump

Kamala Harris, a quien las lenguas viperinas de estas playas y su salero fonético político ya asociaron con Cristina Kirchner (otra vicepresidenta K mala), nació hace 56 años en Nueva York. No solo es más joven que el candidato a presidente Joe Biden, que tiene 78, sino más inteligente, según la opinión mayoritaria de los Estados Unidos.

Los demócratas juegan con ella una carta ganadora. Kamala es negra, hija de un profesor de Economía jamaiquino de la Universidad de Stanford y de una científica india, investigadora del cáncer de mama. Entre 2011 y 2017 fue la Fiscal General de California. Es clave ese antecedente justo ahora cuando los ecos del asesinato de George Floyd son estridentes. Fue una luchadora contra el racismo desde la jurisprudencia. Su oficio de la acusación, en la infinita California, pesan enormemente.

Ella quería ser candidata a la presidencia. Anunció sus intenciones en el día del cumpleaños de Martin Luther King. Fue senadora luego de fiscal, en 2017. Es fulminante con la palabra y la argumentación. No es fácil ser top en los estrados judiciales de California, donde el dinero y las presiones son siempre voluminosos.

Se  define a sí misma como progresista. En los discursos contra Biden lo vencía siempre. El statu quo del partido respetó la trayectoria vicepresidencial de Biden bajo Obama. Y también el fatalismo de los años. En algún momento, no muy lejano, ella llegará al sillón principal de ese salón desde donde se gobierna al mundo.

Su árbol genealógico, su edad y sus vivencias personales son un antídoto contra los prejuicios y vienen como anillo al dedo para complementar a Joe Biden. De hecho, muchos no apostaban por ella en un principio por su presunta mala relación con Biden.

Pero Kamala le caía bien a Beau Biden, el hijo de Joe, de hecho trabajaron juntos y terminaron siendo íntimos. Beau murió en 2015, por un tumor cerebral. Tenía 46 años. Joe siguió el consejo póstumo de su hijo, una forma de tenerlo con él tal vez: “No hay opinión que yo valore más que la de Beau, por lo que estoy orgulloso de que Kamala esté conmigo en esta campaña”, declaró.

Está casada con un abogado, Douglas Emhoff, que tiene dos hijos de un matrimonio anterior. Se conocieron en una cita a ciegas y se casaron en una ceremonia judía con toques hindúes o viceversa en Santa Bárbara en el 2014. Junto a Jill Biden, la esposa del candidato, Douglas ya está en boxes para salir a hacer campaña por la fórmula Biden-Harris.

Pero es su hermana, Maya Harris, quizás, su principal sostén, su jefa de campaña. A ambas las guía la devoción por su madre ya fallecida, que según sus propias palabras las crió como mujeres negras fuertes, para eso de niñas las llevaba al Rainbow Sign, un centro cultural negro cercano a su casa donde conocieron a Nina Simone y Maya Angelou quienes las inspiraron para siempre.

Kamala (tuvo que hacer un tutorial para mostrar cómo se pronuncia su nombre) dice que eligió ser fiscal para cambiar el sistema desde adentro. No es teórica; es una abogada con más mameluco tribunalicio que togas intimidantes.

Fue clave en las interpelaciones al ahora juez de la corte Brett Kavanaugh, el hombre acusado de abuso por Christine Blasey Ford, una mujer de la que nadie dudó nunca. Brett Kavanaugh, logró su estrado en la Corte Suprema gracias al lobby republicano que votó con obediencia debida a Trump. Las pruebas proporcionadas por Kamala para impedir aquella injusticia fueron abrumadoras. Pero estaba en minoría.

El público no olvidó el llanto de la CBF violada por el ahora juez supremo, cuando ella era una adolescente y él un arrogante estudiante universitario.

“Denos detalles, le exigían los republicanos a favor de Kavanaugh”. CBF los dio. Y lloró cuando le preguntaron qué fue lo peor y recordó y  contestó: sus carcajadas. La carcajadas del candidato de Trump a la corte mientras violentaba a una adolescente. Kamala Harris no olvidó aquella injusticia. CBF perdió y el violador accedió a los estados más encumbrados.

Sería ahora una gran enemiga de Kavanaugh.

Muchas mujeres de Hollywood salieron a apoyarla Eva Longoria, Reese Whiterspoon, Jennifer Garner, Mindy Kaling, Natalie Portman, Kate Hudson, Zooey Deschanel, Whoopi Goldberg entre otras que vienen conmocionadas y con el #MeToo bordado en sus vestidos de alfombra roja. Recordemos que la industria cinematográfica fue generadora del fenómeno con las denuncias de abusos sexuales y el pedido por mayor igualdad de género.

Aún así, desde sus  alas más liberales, ciertos demócratas la critican. No hay procesos relevantes contra policías por abuso de poder en California durante su tutela de la fiscalía. Eso, sin embargo, eso mismo, le concede una carta abierta entre el conservadurismo demócrata que también es fuerte. No es una anarco que vaya a emprenderla  ahora contra las fuerzas del orden de USA.

Born in USA, su genealogía proviene de sitios lejanos para el norteamericano promedio, una Obama que no es Michelle.  Se opone a la pena de muerte. Eso es detestado por la mayoría de los republicanos. También por muchos demócratas.

Pero su CV no es lineal. Defendió los intereses del Estado de California, aún en contra de sus convicciones. En California existe la pena de muerte, cuando hubo una presentacion para abolirla, ella en su rol de defensora del Estado, desechó aquella moción por inconstitucional.

En el Senado era la avispa más temida por los republicanos. Los enardecía con sus interpelaciones cuando debían presentar informes en la Cámara baja. Se hizo famosa enloqueciendo republicanos en las audiencias públicas.

Trump ya salió a acusarla, “impostora”, “mentirosa”, “demagoga”. “Horrible”. Esas son sus cartas de triunfo.

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