martes 19 de marzo de 2024
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José Ignacio López: El país debe recuperar “la conversación social” y desterrar las “rémoras” con las que aún carga la democracia

Un periodista de raza y maestro de generaciones de hombres y mujeres que abrazan esa fantástica misión de comunicar pero sin estridencias y con humildad, con apego al rigor que el periodismo exige; el vocero del Presidente, Raúl Alfonsín, lo que equivale a decir el portavoz de la democracia, predicador, con la pluma y la palabra, en procura de la paz y las coincidencias entre los argentinos desde sus inalterables convicciones democráticas y su fe católica pero, además, hombre honesto a carta cabal. Todo ello y otras tantas cualidades se conjugan en José Ignacio López, quien está entre esas personalidades habilitadas por su jerarquía intelectual, personal y moral, a que nadie pueda desacreditar sus dichos. Y entonces habla de la necesidad de que el país recupere la capacidad de establecer “la conversación social” entre los distintos sectores; juzga que el periodismo debe tener el rol de “contribuir” a “tender puentes” para alcanzar ese objetivo y critica sin tapujos que “hoy la dialéctica de la discusión en la Argentina es la descalificación” y hasta “casi bordear el insulto”.

Hace sólo unos días, José Ignacio López fue homenajeado y recibió, a propuesta del jefe del bloque radical, Mario Negri, la ‘Mención de Honor Diputado Nacional Juan Bautista Alberdi’, el máximo galardón que otorga la Cámara baja a aquellas personalidades destacadas por acciones  que resaltan los valores democráticos y republicamos. Fue un merecido reconocimiento a ese hombre que desde su condición de periodista marcó a fuego el ejercicio de esa profesión pero que a la vez, suma a su trayectoria haber sido vocero del Presidente Raúl Alfonsín y, desde esa misión, se granjeó el respeto y la admiración de sus colegas tanto como, sin excepción, de la dirigencia en todos los ámbitos que lo considera justificadamente como “vocero de la democracia” que hace 39 años impera en el país.

‘Nacho López’, como lo llaman sus colegas pero también los dirigentes de disímiles ámbitos tanto como todos quienes lo conocen, en una entrevista con Nuevos Papeles, no pudo dejar, como era de esperar, de recordar distintos aspectos vinculados con el gobierno de la democracia recuperada y, naturalmente, evocó a Alfonsín, al que supo acompañar “mucho más en los silencios que en las  palabras”, dice, pero que al cumplir su misión de vocero, lo hizo con eficacia y lealtad hacia ese hombre que cargó sobre sus hombros la epopeya de la recuperación de la democracia.

El repaso de algunos momentos de su vida profesional desembocó en su narración del icónico instante en el que, en una conferencia de prensa en 1979, acorraló con inusitada valentía a Jorge Videla, quien, incomodo, debió dar respuesta a  la pregunta y, a la vez, a la repregunta que le hizo sobre la situación de personas que, bajo la última dictadura militar, se hallaban bajo la categoría tétrica y fantasmal de ‘desaparecidos’ , tal como fue definida años después por Ernesto Sábato, al presentar ante el Presidente Alfonsín, tras la recuperación de la democracia, el informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP) que se conoció como “Nunca Más”.

Sin tener un vínculo estrecho con Alfonsín,el entonces Presidente electo en las elecciones del 30 de octubre de 1983 que marcaron el retorno a la democracia en el país, lo convocó el 10 de noviembre de ese año para que, con rango de Secretario de Estado, fuese su vocero en la gestión que emprendería el 10 de diciembre. Ya era un periodista de estirpe cuando, precisamente en esta última fecha, pero en 1976, enfrentara una dramática situación. Es que viajó a Roma enviado por Jacobo Timerman, director del diario La Opinión, en el que ‘Nacho’ trabajaba y, en el mismo momento en que se presentó en la conserjería del hotel donde habría de  hospedarse junto a su esposa, Lita, recibió un telex que daba cuenta de que ‘un petardo’ –de esa manera lo describe- que había estallado en su casa aunque sólo había provocado daños materiales y sus hijos estaban afortunadamente ilesos.

‘Nacho’ López no abandonó jamás su sencillez y su vida cotidiana puede hallarlo en la Academia Nacional de Periodismo, ocupado en preparar una conferencia o bien sumergido en la lectura. Al dejar la función pública volvió al periodismo y los medios de comunicación, los gráficos, radiales y televisivos, lo esperaron con sus puertas abiertas de par en par para recibirlo. Al caminar por la calle, subirse o bajarse de un colectivo, ese hombre no pasa desapercibido y devuelve cordial el saludo a quien inexorablemente lo reconoce como el vocero de la democracia con la que el país se reencontró en 1983.

Usted, al agradecer la distinción, hizo una suerte de exhortación al decir ‘tenemos que tener la humildad de juntarnos y recuperar la conversación social para que la Argentina sea un país mejor’. Se deduce que esa posibilidad la hemos perdido y entonces la pregunta es: ¿por qué?, pero también ¿cómo cree se puede recuperar?

Para decir esas palabras en la ceremonia en la que recibí esa distinción, y por la que me siento muy horado, me valí de lo que yo creo es el legado del Presidente Alfonsín. Para mí el legado del Presidente Alfonsín es su último discurso cuando aceptó que se descubriera un busto, con su presencia, en el Salón de los Bustos de la Casa Rosada. En ese acto, que se realizó en el 2008, el Presidente Alfonsín pronunció un discurso, escrito de puño y letra por él, y ello me consta. Y allí nos habló de las rémoras y las deudas de la democracia y nos habló acerca de que teníamos que cambiar, contribuir a cambiar, porque entre las deudas, y quiero decirlo con sus palabras. Él dijo que había algunas cuestiones que constituyen las principales rémoras y el déficit con los que carga nuestra democracia. Esto dicho en el 2008. Y entre esas cuestiones que enumeró, que carga nuestra democracia como una falta, como un déficit, eran la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad, la concepción del orden como imposición y del conflicto como perturbación antinatural del orden, la indisponibilidad para el diálogo, la negociación, el acuerdo o el compromiso’. Todo eso son rémoras, déficits de la democracia e insisto que lo dijo en el 2008’. Yo creo que eso no sólo está ahondado hoy sino que están realmente profundizadas todas esas condiciones que son verdaderamente rémoras y que conspiran contra la democracia. Lo que creo e insisto en la humildad porque creo que toda nuestra decadencia que a todos nos duele, que a todos nos pesa, y que creo que parte del hastío, de la desazón que uno encuentra en la sociedad tiene que ver con eso y tiene que ver con que todas las generaciones y podemos poner cualquiera, las de ’40, ’50,  ’60 o ’70, pero lo que sí importa y lo que es cierto es que venimos decayendo y que los esfuerzos que hemos hecho han vuelto a caer. Lo que sí conseguimos, y van a hacer 40 años, que fue que la democracia subsista exista entre nosotros y hemos superado crisis gravísimas como fue la del 2001 y ahora tenemos que superar también esta crisis manteniendo y sosteniendo las instituciones de la democracia pero tratando de recuperarla de esos atrasos, de esas rémoras, de esas cuestiones que le siguen pesando.

Y yo creo que cualquier sociedad que atraviesa un período tan lago de decadencia, de fracasos, de subidas y de bajadas, frente a ella, cada uno de quienes que son parte de la dirigencia, y cuando digo la dirigencia no solamente hablo de la dirigencia política, que tiene una responsabilidad mayúscula, sino que hablo de toda la dirigencia, la social, la sindical, la cultural, la eclesiástica y cada uno de nosotros, tenemos responsabilidades. Por supuesto que no todos tenemos la misma pero mucho la tenemos y, particularmente y lo digo también desde el periodismo que es mi convicción, y así lo creo, los periodistas también tenemos nuestra propia responsabilidad.

Muchos de nosotros tenemos responsabilidades dirigenciales porque tenemos capacidad de decisión en los medios de comunicación, en los contenidos de los medios, en las decisiones que se toman en los medios y aún, por supuesto, respetando todas la reglas constitucionales del respecto a la libertad de expresión, nosotros también somos dirigentes y muchas veces actuamos como si no tuviéramos nada que ver y tenemos mucho que ver.

Entonces digo: Tenemos que juntamos con la humildad que deberíamos tener si sentimos ese peso sabiendo que cada uno tiene algo para aportar para cambiar y no para echarnos culpas mutuamente.  Por eso, insisto mucho en que miremos el pasado para construir. Miremos el pasado pero no solamente como lo hacemos ahora. Nosotros generalmente miramos para atrás para recoger proyectiles para seguir tirándonoslos, tirándole a los otros la responsabilidad y lo que yo digo es que las generaciones que hemos compartido todo este período, de grandes dificultades y de caídas, tenemos la mochila cargada de esos proyectiles, todos, algunos más y otros menos, pero tenemos carga nuestra mochila y desde la humildad que nos de eso, porque ninguno estamos contentos con  lo que nos ha pasado y no podemos estar contentos con el país que le dejamos a nuestros hijos y a nuestros nietos y por eso empecemos a cambiar. Con esa humildad debemos superar esas rémoras. Y si hemos conseguido la democracia por qué no vamos a conseguir cambiar.

Sí algo celebro del acto del otro día que me llena de responsabilidad y significa un honor para mí poder decir que porto el diploma del Diputado Nacional Juan Bautista Alberdi es que el momento en que me notificaron de esa distinción quise poner ese acto al servicio de este momento, de éstas circunstancias que vivimos, mirada por mí de ese modo y quería mostrar que se puede juntar a gente que tiene distinta procedencia, distintos pensamientos, distintos orígenes, y por eso en la ocasión, al hablar dije ‘acá está mi vida’ porque estaban muchos, aunque no todos porque la vida ha hecho que no estuviesen presentes, aunque sí lo estaban, de aquellos con los que me fui vinculando y trabajando antes de ser periodista, después siendo periodista, después siendo vocero del Presidente de la Nación y después habiendo sido vocero del Diálogo Argentina en el medio de la crisis del 2001. Y toda esa gente que allí estaba, que forma parte de la sociedad argentina, nos pudimos juntar y todos nos fuimos, al concluir la ceremonia, convencidos de que había sido un buen momento, un momento emocionante, en el que, de alguna manera, volvimos a arañar de nuevo esa posibilidad de juntarnos que tanto sentimos en el ’83 cuando recuperábamos la libertad.

Aquel 30 de octubre de 1983 fue una fiesta de todos…

Así es. Fue una fiesta de todos. Es cierto que hubo una elección y hubo un triunfador, pero no hubo derrotados. Ese día recuperamos la libertad y por eso lamento tanto que el 10 de diciembre no sea una fiesta de todos; que celebremos la democracia recuperada el 10 de diciembre porque ese fue el día que la recuperamos y no evocar el día del último golpe militar, el 24 de marzo, que por supuesto hay que tener presente en la memoria por lo que significó pero hay que celebrar el 10 de diciembre porque ese día fue el de todos.

Sin duda que en parte está respondida la siguiente consulta pero, aún así, nos permitimos plantearle, si es que tiene que jugar algún rol, ¿cuál es el que le cabe al periodismo y a los medios de comunicación? 

Creo que en estas circunstancias el papel del periodismo es precisamente contribuir a tender puentes, el de contribuir a recuperar lo que es la conversación social. Hoy no hay conversación social; hoy hay pelea, ni siquiera debate. Hoy la dialéctica de la discusión en la Argentina es la descalificación, la de casi bordear el insulto, la de no reconocer al otro y lograr recuperar la conversación social es una tarea de todos porque no hay manera de llevar adelante una sociedad que, primero, debe ser sobre la base de la unidad nacional. Lo que hay que tratar de recuperar y de predicar es la unidad nacional. Por eso decía que el 10 de diciembre es una ‘fiesta de todos’ porque todos recuperábamos aquel 10 de diciembre de 1983 la libertad porque vivimos la posibilidad de entusiasmarnos juntos, de tomarnos de la mano, de saber que la política, como dijo también en ese discurso del 2008, no sólo es conflicto sino que también es construcción compartida. También es tomarse de la mano, mirar para el mismo lado, construir juntos. Eso también es parte de la democracia.

Y creo que el papel del periodismo hoy es ese, el de contribuir y en general lo otro es posible que de más rating pero tenemos que pensar que el rating no es todo. Este tiempo es muy difícil para nosotros, para los que tenemos responsabilidad en los medios de comunicación nos toma en un momento en el que tenemos debatir, de nuevo, el sentido de nuestra profesión. Todo  está revolucionado, cambiado, modificado, por esta revolución digital que tiene un enorme y fenomenal beneficio y también tiene cuestiones que nos obliga y nos plantea verdaderos desafíos y verdaderos dilemas éticos. Pero el rating no es todo y por más que nos de rating la confrontación entre dos políticos o entre dos sindicalistas o entre dos argentinos, ese no es el camino para recuperar la conversación social. Puede ser que eso nos dé menos puntos de rating pero nos va a dar más futuro.

Usted evocó la figura de una pléyade de periodistas con quienes compartió su propia historia en el ejercicio de la profesión y pareciera como qué ese estilo de periodismo, esa impronta de aquellos maestros, entre los que está usted, por supuesto, ya no existe. Si eso es así la pregunta es: ¿Por qué ese cambio?, y, en todo caso, ¿no debiese, en algún punto, retomarse ese estilo?” y ¿cuál sería el camino que debiese transitarse para recuperar eso que dice sobre recuperar la conversación social?

Ese es el desafío que tenemos. A Nosotros nos sorprende en medio de este debate que tenemos que darnos, de esta búsqueda que tiene que ser compartida pero que tenemos que darnos porque son muchas las cuestiones que nos interpelan desde las redes sociales, desde toda esta posibilidad que no tiene nada que ver con aquella época anterior y eso lo digo toda vez que se quiere comparar la actual función de vocero de Presidente o de la comunicación gubernamental con períodos pre-revolución digital. Es imposible comparar esa época con la actual. Hay que pensar que en el tiempo que me toco a mí desarrollar esa responsabilidad de vocero del Presidente no había Internet, no había teléfonos celulares, los teléfonos fijos no andaban bien, veníamos de un tiempo en el que el teléfono era un instrumento sospechado porque existían las grabaciones, porque existía la delación. Todo cambio y las comunicaciones hoy son de otra naturaleza, son instantáneas, son permanentes, la gente tiene twitter y otras redes, opina el de arriba y el de abajo, el que tiene autoridad y el que no la tiene, el que conoce del tema y el que lo desconoce. Es un desafío monumental para el periodismo y para recuperar qué es ser periodista en medio de este maremágnum. Por supuesto que hay valores que no se pueden negociar como la honestidad y no importa que haya una gran revolución digital; la honestidad como la conciencia humana debe seguir siendo siempre la misma. Definir hoy varios de los dilemas que presenta la comunicación no es algo sencillo pero tenemos que afrontarlos. Y nosotros, particularmente en la Argentina, tenemos no sólo que afrontar ese debate, que también es mundial y se libra con todas las ventajas y desventajas que tiene porque atraviesa las fronteras, puesto dentro de nuestra realidad de decadencia, de confrontación, de este estilo político que es una rémora de la democracia como decía Alfonsín.

Usted relato ya varias veces y se hablado, acertadamente, porque para muchos periodistas y políticos e, incluso, la gente que en los último años ese cara a cara que en 1979 mantuvo con Videla, en ese idea y vuelta que fue un momento icónico pero lo que nos gustaría saber es ¿qué pasaba en ese momento?, ¿Qué sintió  en ese momento como periodista?, ¿Cómo ser humano?

Era una cuestión que a mí me perturbaba la conciencia. Venía discutiendo desde siempre, pública y privadamente, que la violencia no era el medio ni es el medio para la discusión política y para la transformación política. Y creo que era una época muy difícil de transmitírsela a los jóvenes hoy, en el presente. Era una época en la que se discutía la muerte; había asesinatos que se declamaban como buenos y otros que no y se decía ‘…bueno…, eso estuvo mal…’ y el camino elegido, por la dictadura militar, era apropiarse, como lo habían hecho los franceses en su momento, como lo habían hecho los americanos en algún lado, de la falta de reglas como el de las acciones de las guerrillas y utilizar los mismos métodos pero desde el Estado es una aberración; emplear esos métodos desde la ilegalidad era una situación trágica.

Yo tenía entonces esa inquietud de conciencia y teniendo la posibilidad de plantear esa cuestión, de plantear en el fondo el método que se estaba utilizando que era aberrante y, a pesar de que no tuviésemos conocimiento detallado de cómo se estaba haciendo, no había ninguna duda de que se estaba empleando y que se había empezado a emplear aún desde antes de la propia instalación del gobierno militar y yo lo había planteado más de una vez de manera privada con las fuentes militares a las que uno tenía acceso para poder cumplir la tarea profesional. Y cuando se produjo esta conferencia de prensa que era un momento en el que el régimen anunciaba el comienzo de otro tiempo, que Videla terminaba de ser comandante en jefe (del Ejército) y pasaba a ser lo que entonces se llamaba ‘el cuarto hombre’ y había, además, otra cuestión en ese momento que a mí también me perturbaba la conciencia y que era la insistencia con la que Videla hacia casi ostentación de su condición de católico.

Y entonces, me valí de las expresiones del Papa Juan Pablo II. Era el Papa que nos había salvado poco tiempo antes de una guerra, cuando comenzaba su papado, ese Papa polaco, Karol Wojtyla, quien llegaba a Roma como el primero de los Papa no italiano en más cuatro siglos y todavía no sabía dónde estaban los timbres que tenía que apretar no tuvo dudas ahí nomás en ofrecerse para evitar lo que hubiera sido una tragedia…

Claro, esa conferencia de prensa que ofreció Videla fue el 13 de diciembre de 1979.

Así es, en el ’79. En la Navidad del ’78 quedamos al borde de una guerra con Chile.

De no haber sido por el Papa, Karol Wojtyla  y el cardenal Antonio Samoré hubiésemos terminado en una guerra con Chile.

Exactamente. Hubiera ocurrido una tragedia. Y ese Papa fue el que intervino y fue el que pronunció esas palabras y que todavía estaba trabajando  en una mediación entre la Argentina y Chile. Y bueno por eso yo le hice la pregunta a Videla y vaya a saber uno, porque no puede conocer la conciencia del otro, cualquiera sea, pero cuando Videla terminó su primera respuesta me dijo ‘no sé si su pregunta esta respondida y él, cuando reanudó, me dijo ‘yo sé que usted no lo pregunta en el sentido que yo digo…’, eso posibilitó que volviera a preguntar.

No quisiéramos quedarnos con una mera pregunta. Nos parece que lo que usted nos diga será mucho más enriquecedores si sólo se lo mencionamos un nombre y un apellido: Raúl Ricardo Alfonsín. No nos queremos quedar con las anécdotas de los momentos compartidos entre ambos.

Orgulloso de haber hecho esa tarea de vocero, le agradezco a Dios esa posibilidad que tuve y creo que se produjo entre nosotros un fenómeno porque para entonces yo no tenía con él ninguna relación en particular, no había tenido mucho trato con él y desde el día que me llamó y comenzamos a trabajar se produjo una sintonía personal que se fue enriqueciendo en esos años y por eso una de las cosas que más me conmovió fue la lectura de Mónica Gutiérrez de un texto que él había escrito para cuando yo cumplí 60 años. En 1996 mis hijos habían hecho un periódico familiar….(se sonríe) en el que escribieron unos cuantos amigos y en el que le pidieron a Alfonsín que escribiera algo y eso fue lo que leyó Mónica en la ceremonia en el Congreso. Yo me lo olvide y realmente, por esas vueltas de la vida, y esas cosas que para mí como creyente son providenciales, para otros serán casualidades o lo que fuere, pero lo cierto es que cuando estábamos terminando el trabajo y tuve la posibilidad de participar y de llevar adelante, con mucha otra gente, para recuperar todo lo que se llamó después Fondo Documental Familia Alfonsín que fue donado primero al Museo de la Casa de Gobierno y finalmente al Archivo General de la Nación, que era su destino más natural, donde hoy se está digitalizando y cuando estábamos en esa tarea Margarita (Ronco) encontró el original de ese artículo que ella sabía que él había escrito porque lo había pasado a máquina porque se lo había dictado Raúl y la verdad que desde el ’96 hasta entonces la verdad es que me había olvidado y Margarita también y ninguno de los dos nos explicábamos como había aparecido ese texto ahí. Y en ese momento lo tomé casi como un mensaje que venía de él cuando estábamos terminando de levantar todo. Y por eso para mí fue muy conmovedor porque, además, en ese texto, él dice una cosa que yo también había dicho muchas veces cuando me preguntaban cosas y la verdad es que, además, es históricamente cierto: Yo le acompañe mucho más silencios que palabras y ahí él dice ‘acompañó mis silencios como un hijo aunque no puede serlo porque sólo le llevo nueve años.

Debe haber en su labor como vocero de Alfonsín, acompañando esos silencios, deben haber existido momentos muy difíciles que compartió con él. Cuándo su prodigiosa memoria lo lleva a recordar esos años, cuando usted está en la tranquilidad de su hogar, leyendo o reflexionando como lo hace habitualmente ¿Cuáles son los momentos que le aparecen como imborrables y seguramente usted se dice así mismo ‘me acuerdo de tal cosa’. Nos gustaría que nos cuente dos episodios, tres, o los que quiera, naturalmente, que marcan a fuego el vínculo que tenía con Alfonsín, momentos vividos y compartidos.

Momentos son muchos, difíciles y hay cosas imborrables como la Semana Santa de 1987 por supuesto o lo que ocurrió en La Tablada en 1989; momentos difíciles para él y para todos en esos años. Y recuerdo muchas noches del principio del gobierno cuando recién estábamos instalados y el grupo más cercano terminaba en las comidas en la Residencia d Olivos después de las reuniones de trabajo o demorarnos en la salida, de tomar un café y de seguir con otro café y demorarnos porque nos daba y, aunque nunca lo hablamos, no sé qué dejarlo sólo en Olivos. Y después momentos de todo tipo como él recuerda en esa carta también; momentos difíciles para él como el día de la Rural que yo me fui de allí para acompañarlo en Olivos y que yo sentí que era necesario hacer.

Y también como ocurrió cuando el Presidente (Néstor) Kirchner pidió perdón en nombre del Estado argentino por lo que no se había hecho durante la democracia (en materia de derechos humanos tras la represión ilegal de la última dictadura) y ese día me fui con Lita, mi esposa y fue una de las pocas veces, antes de los momentos finales del gobierno en el que no estaba en su escritorio sino en su casa, en otro departamento del mismo edificio. Y ahí nos fuimos a acompañarlo. Y fue ahí cuando nos contó que ya el Presidente Kirchner lo había llamado para explicarle, no sé qué explicarle, y creo que él le contestó que no estaba enojado sino que estaba dolido y estaba dolido y legítimamente dolido.  

Cada argentino tendrá su valoración sobre aciertos y errores del gobierno de Alfonsín aunque hay certeza y ya nadie discute lo que significó ese gobierno en términos de lo que muchos llamamos, y nos parece que acertadamente, la epopeya de la recuperación democrática que encarnó Alfonsín. Nos gustaría conocer su propia visión porque creemos que tiene un enorme valor porque usted compartió con él ese gobierno y esa epopeya.

Yo lo digo con absoluta convicción y lo decía antes. Estoy orgulloso de haber trabajado al lado de Alfonsín. Comparto con lo que él decía en cuanto a que no todo se pudo hacer y creo que él al hacer su autocrítica y coincido con lo que él decía en cuanto a lo que nos pasó con la idea del Traslado de la Capital (a Viedma). Creo como él creía debió haberse ido allí aunque sea con una carpa; generar el hecho político de trasladar la Capital, de sacar el poder de la Ciudad de Buenos Aires y llevarlo allá. Yo creo que eso, aunque hoy aún hay algunos que les parece que era una locura o un disparate, era tan disparatado como pensar que no íbamos a recuperar la democracia para siempre y la democracia se recuperó tanto como que algunos pensaban que era un disparate que se iba a llevar adelante el Juicio a las Juntos y se las juzgó. Creo que se hizo mucho, se podría haber hecho más pero creo que fue una contribución a estos años y estamos a tiempo a no repetir los mismos errores de siempre.

En el acto en el Congreso cuando se le entregó la distinción se dijo que usted entró al gobierno en 1983 como el vocero del Presidente Alfonsín y salió como el vocero o portavoz de la democracia. Tal vez muy a su pesar porque se conoce su condición humana, su humildad ¿Usted sabe que es parte de la epopeya de la recuperación de la democracia?  

No podría molestarme eso pero eso creo que es una generosidad. Creo que, s no me equivoco, es una frase que se la debo a Guillermo Ignacio, director de Ecos Diarios de Necochea, una amigo, que sino fue exactamente esa palabra, que creo que sí, lo dijo en su discurso hace algunos años en un encuentro en ADEPA en la que decidieron darme una plaqueta por la relación que habíamos tenido en esos años del gobierno del Presidente Alfonsín. Y lo quiero decir porque es verdad: En la función de vocero y en lo que pude haber hecho fundamentalmente trate de llevar a la práctica lo que el Presidente creía. Así como el Presidente creía y militó por la independencia de los poderes y la reconstrucción de la República, Alfonsín creía que la prensa tiene un papel en la democracia. Como lo dice bien en su último libro Pablo Gerchunoff, no creo que haya habido otro Presidente que escribiera tanto, que ejerciera tanto el periodismo como Alfonsín en la Argentina, que escribiera en los diarios de su pueblo, que escribiera después en otros diarios y que escribiera siempre y mucho y él creía que había un papel de la prensa en la democracia lo que supone un reconocimiento de la tarea del periodismo en la democracia. Cuando no se respeta esa función es cuando el líder asume otra condición que directamente no son republicanas y decide que su comunicación con el pueblo es directa. Alfonsín respetó siempre el papel de la prensa y yo tenía que interpretar eso así como trate de interpretarlo a lo largo de todas las vicisitudes que pasamos.

Y también es cierto que usted se involucró de cuerpo y alma en la crisis del 2001 y fue factor del diálogo argentino. ¿Cómo recuerda ese momento?

En esas circunstancias y no me canso ni me cansaré de repetirlo que hay que recordar siempre a una persona a la que los argentinos le debemos mucho y que es Carmelo Angulo Barturén, quien por entonces era diplomático español, prestado a las Naciones Unidas ejerciendo el papel de representante permanente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que llegó al país en abril del 2001 y se presentó como correspondía, por su condición, al Presidente (Fernando) De la Rúa, a quien le habló en ese momento de la situación tal como él la veía, los datos de la economía, de la sociedad, de la política. Le habló de los diálogos nacionales de los que tenía experiencia porque se habían desarrollado en otros lugares donde se habían producido conflictos muchos más serios, incluso conflictos armados. Ya partir de allí, aunque no lo conocía, me hicieron contacto con él porque buscaba alguien que lo ayudara con el tema de la prensa y las relaciones con los medios. Y comencé a trabajar con él entre mayo y junio del 2001 y él puso todo su empuje y su visión y yo traté de prestarle todos los contactos y las posibilidades que tenía a mi alcance y ahí comenzamos a conversar con unos y con otros, con el gobierno que siempre fue reticente y nos llevo mucho trabajo que Christian Colombo (Jefe de Gabinete) aceptara que pudiéramos intervenir y ahí Carmelo jugó su prestigio y su función porque siempre fue un poco más allá. Yo creo que siempre estuvo al borde que, con legitimidad, el gobierno pudiera protestar ante Naciones Unidas por sus incursiones en la vida política argentina pero creo que desde su generosidad y solidaridad democrática nos ayudó mucho. Y así fue como se gestó la reunión del 19 de diciembre de 2001 en Cáritas porque, entre todos los contactos que le había aportado en su momento, estuvo también el aporte de la Iglesia y allí encontramos eco en hombres como monseñor, Jorge Casaretto y eso se transmitió al entonces secretario general (de la Conferencia Episcopal) Guillermo Rodríguez Melgarejo y de allí al cardenal  (Estanislao) Karlic y detrás de todo al entonces cardenal, Jorge Bergoglio, a quien visitamos. Yo siempre cuento la anécdota del día que necesitábamos hablar con él y el propio Bergoglio nos abrió el portón de la sede de la curia; era un sábado y allí Carmelo con su experiencia diplomática bajó presuroso del automóvil y le dijo ‘…pero Eminencia, ¿usted abriéndonos la puerta…? Y Bergoglio le contestó: ‘si no estamos para abrir la puerta para qué otra cosa está un cardenal’. Ese fue el origen y, luego, finalmente, cuando sobrevino la crisis después de aquel 19 de diciembre tan trágica el Presidente (Eduardo) Duhalde pidió el restablecimiento de ese espacio que se había construido y ahí vinieron los seis meses de la Mesa del Diálogo Argentino que en algo contribuyó. Pero también esa experiencia nos dejó haber visto que esa experiencia no nos sirvió a toda la dirigencia que en aquel momento estaba asuntada y aceptó constituir ese espacio y allí surgieron algunos gestos de solidaridad importante como que salieron de allí las retenciones o el plan jefas y jefes de hogar pero una vez que se fue el miedo y la economía comenzó a mejorar un poco se terminaron las actitudes solidarias y semejante experiencia nos debió haber servido para no estar de nuevo hoy, en el presente, viviendo situaciones como las que vivimos, con un nivel de pobreza igual o mayor al de aquel momento. Fue en vano y eso es lo que a mí me cuesta creer que dejemos pasar en vano esa experiencia. 

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