viernes 29 de marzo de 2024
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Hitler se inspiró en las leyes raciales de los EE.UU.

La ola de protestas y riots desatados en los EE.UU. son la señal de hartazgo de un sistema que hunde sus raíces en la discriminación. Un texto de 2017 hace una asombrosa revelación sobre los orígenes de la segregación racial del régimen nazi.

El asesinato del ciudadano George Floyd, en el estado norteamericano de Minnesotta, a manos de un oficial de policía, fue el detonante de un volcán cuyo magma salió a la superficie con la misma fuerza que lo hizo a finales de la década de 1960. Y las cenizas de esa erupción cubren el planeta todo, como la pandemia. La combinación de racismo y crisis económica y social provocada por el virus, reaccionó ante el fósforo de un crimen cometido a la luz del día y filmado junto con las súplicas de la víctima y de los transeúntes que pedían clemencia.

La desigualdad, el odio racial y de clase son la otra cara del sueño americano, siendo el primero mucho más real que el segundo para la mayoría de sus ciudadanos. Los movimientos supremacistas que apoyan a Donald Trump – y que el presidente no ha condenado nunca – han ganado visibilidad e impunidad en una sociedad inundada de odio y frustración, porque el sueño americano hace largo rato que es una pesadilla de pobreza, salarios estancados, empleos de baja calidad y bienes públicos escasos o fuera del alcance de una sociedad empobrecida, año a año.

James Whitman, abogado y profesor en Yale, aborda el problema racial desde una perspectiva inquietante en, El modelo estadounidense de Hitler: Estados Unidos y la elaboración de la ley de raza nazi (2017). El texto afirma que las leyes de Nüremberg –sancionadas el 15 de septiembre de 1935 por el nazismo– estuvieron basadas en las leyes Jim Crow vigentes desde fines del siglo XIX en los Estados Unidos.

Promulgadas entre finales del siglo XIX y la mitad del siglo XX esta legislación estadual que contradecía el espíritu y la letra de la Constitución norteamericana, estableció, en cada estado, la segregación racial de iure hacia los negros en los edificios y lugares públicos, al amparo del eufemismo, “separados pero iguales”.

La discriminación racial se extendió a los colegios, las iglesias, los parques, el transporte y fueron impulsadas y proliferaron luego del fallo de la Corte Suprema de Justicia de 1896, sobre el caso Plessy vs. Ferguson, cuando declaró que las políticas de “separados pero iguales” eran ajustadas a la Constitución, lo que aseguró a esos estados muchos años de discriminación.

De este modo, los estados -mayormente del sur- crearon requisitos legales artificiales para asegurar que los negros no pudiesen votar, usando pruebas de alfabetización, al tiempo de otras exigencias relacionadas con el lugar de residencia o la línea de descendencia. Luego de 70 años de discriminación oficial, en 1954 la Corte Suprema anuló, en decisión unánime, el caso Plessy por ser inconstitucional, dictaminando que la discriminación de iure en las escuelas públicas había llegado a su fin. Recién, en 1965, la ley del derecho al voto eliminó todas las barreras artificiales que habían sido diseñadas para limitar el derecho al sufragio de los negros norteamericanos.

Leyendo a Whitman, impresiona ver como en los episodios de la historia de discriminación de los Estados Unidos, las instituciones judiciales fueron el vehículo para asegurar una doctrina política, dando legalidad a las más aberrantes concepciones e influenciando de forma nefasta a toda una sociedad.

Whitman sostiene que las Leyes de Nüremberg se elaboraron dando especial atención a los precedentes que las leyes Jim Crow. Los elogios alemanes a las prácticas estadounidenses, que ya se encuentran en el Mein Kampf de Hitler, fueron continuos a principios de la década de 1930, y los abogados nazis más radicales eran entusiastas defensores del uso del modelo estadounidense.

“Una de las opiniones nazis más llamativas fue que Jim Crow era un programa racista adecuado en los Estados Unidos porque los negros estadounidenses ya estaban oprimidos y eran pobres”, dice, el autor. “Pero luego, en Alemania, en contraste, donde los judíos (como lo imaginaban los nazis) eran ricos y poderosos, era necesario tomar medidas más severas.”

Debido a esto, los nazis estaban más interesados en cómo los EE.UU. habían denominado a los nativos americanos, asiáticos, filipinos y otros grupos como “no ciudadanos” a pesar de que vivían en su suelo. Esta concepción influyó en la parte de la legislación nazi contenida en las Leyes de Nüremberg, que despojaron a los alemanes judíos de su ciudadanía.

El otro aspecto que los nazis sí utilizaron de esa legislación fue la prohibición del mestizaje. En los EE.UU., 30 de 48 estados prohibían los matrimonios interraciales.

“Estados Unidos tenía, por un amplio margen, la ley más severa de este tipo”, dice Whitman. “En particular, algunas de las leyes estatales amenazaron con castigos penales severos por matrimonio interracial. Eso fue algo que los nazis radicales también estaban ansiosos por hacer en Alemania”.

Las leyes también definieron lo que hacía a una persona asiática o nativa americana, para evitar que estos grupos se casaran con blancos. Existió una excepción que confirma la regla fuertemente racista. En Virginia, la Ley de integridad racial de 1924 hizo excepciones para los blancos de descendencia mixta que orgullosamente reclamó la ascendencia nativa americana de Pocahontas, llamada en adelante “Excepción Pocahontas”.

Las Leyes de Nuremberg también idearon un sistema para determinar quién pertenecía a qué grupo, permitiendo a los nazis criminalizar el matrimonio y el sexo entre judíos y arios. En lugar de adoptar una “regla de una sola gota” –impuesta en las leyes Jim Crow, por la cual una sola gota de sangre determinaba la raza- los nazis decretaron que una persona judía era cualquier persona que tuviera tres o más abuelos judíos.

Con esta definición de los nazis la ley de clasificación racial estadounidense quedó expuesta como mucho más dura que cualquier cosa que los nazis mismos estuvieran dispuestos a introducir en Alemania.

No debería sorprender entonces que los seguidores de Hitler no hayan sido condenados de manera uniforme en los Estados Unidos antes de que el país ingresara a la Segunda Guerra. A principios de la década de 1930, los eugenistas estadounidenses dieron la bienvenida a las ideas nazis sobre la pureza racial y se sumaron a su campaña por la pureza de los WASP.

La muerte de cientos de George Floyd no es ninguna casualidad, es la consecuencia lógica de años de una cultura racista que hoy tiene militantes que ondean la bandera de la Confederación y hacen el saludo nazi: nada más coherente y nefasto.

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