jueves 25 de abril de 2024
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Hacia una nueva era política en los EE.UU.

El gobierno de Donald Trump parece haber sido el último intento republicano de sostener el orden neoliberal. Mientras que los demócratas en el poder parecen dispuestos a sepultarlo, a pesar de todo.

En los últimos ochenta años de la política norteamericana podemos registrar el imperio de dos paradigmas u órdenes políticos bien definidos: el “orden del New Deal”, que comenzó en los años treinta del siglo pasado, cuando el demócrata Franklin Delano Roosevelt – que ganó la presidencia acusando a Hoover de dispendioso –  estableció una red de seguridad social, caracterizada por la salud pública, las políticas sociales, la intervención del Estado en la economía y el fomento de la sindicalización que perduraría por años.

Luego vendría el “orden neoliberal”, durante el cual se deshizo gran parte de esa red de seguridad, se acusó a la intervención del Estado de gasto deficitario e imprudente, el trabajo principal del gobierno era apartarse y dejar hacer y que la acción libre del mercado crearían riqueza, por lo que no había que molestar con los impuestos. En los años sesenta y setenta, estos axiomas se volvieron centrales para la Nueva Derecha. Y a finales de los años ochenta, las ideas que aplicaba Ronald Reagan en base a estos lineamientos se naturalizaron y comenzaron a entenderse y a tratarse como un nuevo orden.

Ese paradigma generó inmensas riquezas que fueron creando una creciente desigualdad e insatisfacción general respecto del mismo, y sucesivas crisis económicas jalonaron un camino en el que los partidos políticos norteamericanos transitaron, pero sin cuestionar el marco general. Cuando tocaba gobernar a los demócratas, que se suponían más propensos a las políticas de FDR, no cambiaban ese orden en el cual los republicanos se sienten más a sus anchas. El caso de Barak Obama es ejemplar. Se suponía que su origen partidario y la excepcionalidad de su liderazgo iban a permitirle realizar los cambios que la sociedad reclamaba. Pero la crisis de 2008 dejó en claro que no. No hubo paquete de ayuda para los ciudadanos y si para los bancos.

En ese anodino panorama en que ambos partidos hacían lo mismo, en 2016 se suponía que Jeb Bush enfrentaría a Hillary Clinton en las presidenciales de ese año, cristalizando una aristocracia política sobre la que operó Donald Trump irrumpiendo como la primera “anomalía” del sistema político de ese país y alzándose con una victoria que le permitió desplegar un gobierno populista de derecha, al que a duras penas pudo derrotar Joe Biden.

Ahora bien, Biden, que es parte de esa aristocracia política, se ha dado cuenta de que la hora exige cambios ante un orden roto y está poniendo en marcha reformas impensadas hasta hace poco y lo hace apoyándose en agrupaciones de jóvenes demócratas que vienen socavando las bases políticas de los viejos aristócratas del partido y cuyo primer éxito fue la elección de Alexandria Ocasio-Cortez como representante, en 2018. Agrupaciones como Justice Democrats, a la que pertenece la ex mesera neoyorquina, o Jamaal Bowman un director de escuela que le ganó en el Bronx al quince veces reelecto y septuagenario Eliot Engel, están logrando los cambios de personas y de ideas.

En la mayoría de las elecciones legislativas, más del noventa por ciento de los titulares son reelegidos. Estas agrupaciones nuevas han provocado que las figuras de la aristocracia de ambos partidos se refieran a Justice Democrats y sus semejantes como el Tea Party de izquierda. Otras organizaciones incluyen un grupo de acción climática como Sunrise Movement, un equipo de encuestadores Data for Progress, un think tank llamado New Consensus, un grupo de derechos de los inmigrantes llamado United We Dream, y el instituto de formación de organizadores Momentum, componen esa cohorte de izquierda ascendente. Su propuesta insignia es el Green New Deal, una gigantesca agenda legislativa que descarbonizaría la economía estadounidense en el transcurso de una década, reconstruiría la infraestructura del país y, casi como una ocurrencia tardía, proporcionaría una garantía nacional de empleo y atención médica universal.

Ya vimos, con Trump, una versión temprana de cómo podría ser un orden posneoliberal de derecha: nacionalista, racista, sexista, antidemocrático y con tendencia al autoritarismo. Biden tiene en sus manos la posibilidad de desarrollar un orden nuevo, tanto por el agotamiento de lo anterior, como por el rechazo al gobierno de Trump y a las condiciones que la pandemia ha impuesto en todo el mundo. Cambiar es el verbo de la hora. ¿Hacia dónde?

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