jueves 18 de abril de 2024
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El regreso de la autarquía nacional

Tres grandes potencias, los EE.UU., China e India dan señales inequívocas de un viraje hacia la autosuficiencia nacional, rompiendo con un período de la globalización que parecía ir en sentido contrario. Un mal escenario para enfrentar los problemas globales de la hora.

Luego de la crisis de la economía liberal, expresada por la Primera Guerra Mundial y sus secuelas, se abrió una década en la que algunos países vieron surgir como solución a la globalización conflictiva, la idea de autarquía, como los casos de Italia y Alemania. La autosuficiencia también fue el camino de naciones en vías de desarrollo que buscaban sacudirse el yugo colonialista. Hoy, luego del cataclismo pandémico y de la crisis del neoliberalismo triunfante luego del fin de la Unión Soviética, desde Trump hasta Xi Jinping, esa perspectiva vuelve a ponerse en el centro de la escena.

Los tres principales beneficiarios de la globalización están recurriendo a variaciones de la autarquía. EE.UU., China e India, los tres países más poblados del mundo, cuyas economías sumadas representan alrededor del 60 por ciento de la economía mundial, han aumentado su PIB per cápita durante la última década al tiempo que redujeron su exposición comercial, medida por su relación comercio/PIB. Este patrón de globalización apunta al surgimiento de una nueva autarquía que podría prevalecer entre estas grandes economías en el futuro inmediato.

No obstante, estos países, si bien estuvieron en el centro de la globalización de fines del siglo XX e inicios del XXI, tienen una larga tradición de relativo aislamiento de los mercados mundiales. Estados Unidos siempre ha sido un importador de capital y trabajo y un exportador, pero su principal fuente de crecimiento ha sido su mercado interno. En la década de 1960, el comercio internacional representaba solo el diez por ciento del PIB de los Estados Unidos, no muy lejos de las sociedades comunistas rígidamente autárquicas de la Unión Soviética (cuatro por ciento) y China (cinco por ciento). Estados Unidos fue único entre sus pares ricos a este respecto. Y las políticas del presidente Joe Biden parecen destinadas a ir en auxilio del decaído mercado interno. Biden declaró junto con su propuesta de infraestructura de 2 billones de dólares que, “el plan no irá a una empresa que es una empresa estadounidense con productos estadounidenses, hasta el final, y trabajadores estadounidenses”.

Desde finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX, China protegió la productividad de su mercado interno, así como un sector exportador controlado, pero lucrativo, hasta que la Guerra del Opio de 1839, sojuzgó al Imperio chino, dando lugar a la llamada Gran Divergencia, hasta 1949 con la victoria del Partido Comunista de China sobre sus rivales nacionalistas y sus partidarios extranjeros, especialmente los Estados Unidos, iniciando la Gran Convergencia. El presidente Xi Jinping encarna el regreso a esa posición imperial. En 2018 afirmó que “el unilateralismo y el proteccionismo comercial han aumentado, lo que nos obliga a transitar por el camino de la autosuficiencia”.

En el mismo sentido, la India se ha forjado una visión de sí misma como una nación que puede prosperar gracias a la fortaleza de su gran mercado interno, con una medida juiciosa de las exportaciones. India produjo casi una cuarta parte del PIB mundial alrededor de 1700, según los historiadores, pero luego soportó dos siglos de humillación durante los cuales el Reino Unido degradó constantemente su base industrial para extraer materias primas y crear un mercado para las manufacturas británicas. Después de la independencia en 1947, India desarrolló una semi-autarquía dirigida por el gobierno bajo el disfraz de “no alineamiento”, que se convirtió en un modelo de desarrollo que adoptó las ideas entonces de moda de la protección de la industria naciente y la sustitución de importaciones.

India comenzó a abrir su economía a principios de la década de 1990, pero a través de un proceso administrado que se volvió cada vez más nacionalista después de la elección de Narendra Modi como primer ministro, en 2014. La India mantuvo su compromiso con el no alineamiento durante la era de la globalización, haciendo uso de la tecnología y la inversión tanto de China como de Estados Unidos para desarrollar sus propias alternativas. El objetivo de Modi es lograr el nivel de innovación y autosuficiencia autóctonos similar al de China, creando las condiciones para que las empresas indias pueden realizar negocios en el extranjero, es decir, recorrer el mismo camino que China.

Entre estos colosos se ha desatado, además, una carrera por la seguridad que va desde el aseguramiento de los componentes que hacen al entramado fáctico de la seguridad nacional, hasta el uso de tecnologías globales que serán las llaves para el control social en el futuro (Inteligencia artificia, Red 5G). A estos puntos habrá que agregar temas tales como la capacidad de prevenir y controlar pandemias, elaborando desde estrategias adecuadas hasta el desarrollo de vacunas.

Muchos países tendrán un reflejo imitativo de este comportamiento, como el Reino Unido que en esta semana acaba de completar su tortuoso camino del Brexit, o de Brasil sometiendo al Mercosur a presiones que lo ponen en peligro, pero otros podrán aunar esfuerzos para mantener un nivel razonable de cadenas productivas en red, como Francia, Alemania y países del Asia-Pacífico. El efecto pandémico ha acelerado muchos cambios y traído del pasado la cerrazón de la autarquía, del viejo mercantilismo que no es precisamente un aliciente para enfrentar los grandes retos del siglo XXI: el cambio climático y la desigualdad. La gobernanza global se aleja con estas posturas que tiene como trasfondo la desconfianza y la idea de que la salvación es una vía individual o  nacional.

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