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Opinión 04 10 2022

El error estratégico de Rusia: la tragedia de Putin


Autor: Mariano Chretien y Adolfo Maximiliano Rossi









En las tragedias griegas, el personaje principal suele ser castigado por los dioses por rebelarse ante su destino y pretender cambiarlo (por hubris o soberbia), haciendo que sus propias acciones lo precipiten inexorablemente sobre la meta designada. La estrategia de la Federación Rusa, que la llevó al actual conflicto bélico en Ucrania, parece adecuarse a un guion escrito por Sófocles o Esquilo. 

La estrategia rusa, diseñada por el presidente Vladimir Putin, pretende lograr ubicar al país como un tercer polo de poder, diferenciado de Estados Unidos y China. Para ello busca diseñar una agenda propia de política exterior, conservando -y extendiendo- los márgenes de maniobra respecto de estos dos actores. En este intento debe promover la integración del espacio geopolítico postsoviético bajo la hegemonía de Moscú, mantener fuera del mismo a la OTAN (Estados Unidos), mantener e incrementar la interdependencia económica con Europa con base en la provisión de energía, y evitar que China se convierta en una superpotencia. Paradójicamente, las acciones del que era visto como un competidor, aparecen como fundamental para la suerte de Rusia, su rol puede enderezar o poner en aprietos a éste país.

Putin busca la reconstrucción del estatus de potencia de Rusia en el mundo, perdido tras la disolución de la Unión Soviética. En otras palabras, el concepto del “mundo ruso”, utilizado por el Kremlin, apunta a retomar su primacía en el espacio geopolítico de las antiguas repúblicas soviéticas, particularmente aquellas que tienen una población que se identifica a sí misma con Rusia, étnica o culturalmente. La anexión de Crimea en 2014 supuso un punto de inflexión para Rusia, dejando de estar a la defensiva para pasar a la ofensiva. La esfera de influencia sin contestación supondría que las demás Grandes Potencias -EEUU y Europa, pero también China-, les trataran con el debido respeto, prestigio, como un igual (1). Además, en julio de 2021, Putin identificó públicamente a rusos y ucranianos como “un solo pueblo” y declaró que Ucrania es totalmente creada por Rusia, en las tierras históricas de Rusia, argumentando que Ucrania es una parte inalienable de la propia historia, cultura y espacio espiritual.

Los códigos geopolíticos rusos juegan su parte en el diseño estratégico de Putin. Entre ellos figuran tres que son decisivos en estas horas, a saber (2):

  • El control de las fronteras, manteniendo una distancia de seguridad entre ellas y el núcleo político, económico y cultural de Rusia, es decir, la parte europeo-occidental del país.
  • El acceso al mar, que para Rusia es una verdadera “obsesión” geopolítica desde los tiempos del zar Pedro el Grande en el S.XVII.
  • El despliegue de unas fuerzas armadas numerosas, que permitan mantener el control de un imperio bicontinental, el más extenso del planeta y su proyección de poder a nivel mundial.

 

Control de las fronteras

En este caso, el control de las fronteras (extensas) frente al avance de las potencias occidentales, corporizada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una pulsión principal en la concepción geopolítica rusa. Rusia siempre necesita consolidar sus fronteras y, como se trata de un territorio -el occidente ruso- fundamentalmente plano, sin obstáculos naturales, en su camino a Moscú, busca poner la mayor distancia posible entre sus fronteras y su capital política.

Históricamente, las invasiones sobre territorio ruso desde Europa Occidental siguieron dos rutas principales: la Brecha Polaca y la Brecha de Besarabia. La primera es la que los ejércitos de las potencias occidentales siguieron en su camino a Moscú: los polacos, alemanes, franceses, suecos, entre otros, avanzaron desde esta dirección. La segunda es la que los turcos utilizaban con mas frecuencia porque el camino del Cáucaso está bloqueado por altas cadenas montañosas que actúan como una barrera natural.

Rusia encuentra como imprescindible cerrar o controlar dichas brechas para bloquear el camino de las potencias occidentales a la porción más relevante de su territorio.

La posición de Ucrania es esencial en el control de las brechas. Es por ello que en la génesis del conflicto ucraniano aparece como principal motivo el acercamiento de Kiev hacia la OTAN y la Unión Europea. El rechazo del Kremlin al acercamiento de Ucrania —y de otras antiguas repúblicas soviéticas de alto valor geoestratégico para Rusia— hacia las instituciones occidentales habrían actuado como un punto de no retorno en la política exterior de Rusia.

Esto, además, seguramente se vio favorecido por la experiencia histórica reciente. En la Cumbre de Bucarest, en abril de 2008, la OTAN explícitamente mencionó que apoyaría el ingreso de Georgia y Ucrania a su organización. Como consecuencia, a partir de mayo de 2008, Rusia aumentó significativamente su presencia militar en la región de Osetia, entonces parte de Georgia. En agosto de ese año, tras un conflicto armado de 5 días entre el ejército ruso y el de Georgia, Osetia del Sur se convirtió en un Estado independiente de facto con el apoyo del Kremlin. Adicionalmente, Rusia emprendió la anexión de Crimea en 2014, sin recibir gran oposición de Occidente, más allá de algunas declaraciones de condena.


Acceso al mar

Rusia posee un enorme litoral marítimo, pero sobre el congelado océano Ártico que no permite la navegación ni la explotación de sus recursos (hasta ahora, al menos) y nunca ha permitido desarrollar, por razones climáticas, las regiones costeras del norte del país, mayormente deshabitadas.

La búsqueda de la salida a mares “cálidos”, es decir, que no se congelen y permitan la navegación en la mayor parte del año y aseguren el desarrollo de puertos comerciales, ha sido uno de los principales designios geopolíticos de Rusia desde que tiene aspiraciones imperiales.

Uno de sus primeros objetivos fue la salida al mar Negro. Para ello fue fundamental la conquista de la península de Crimea de manos turcas en el S.XVIII -y explica su recaptura en 2014 de manos ucranianas. Gran parte del comercio marítimo ruso se realiza desde el mar Negro y su proyección de poder hacia el Mediterráneo y Oriente Medio depende de controlar este espacio marítimo. La captura de la ciudad de Odessa de manos ucranianas resultaría en este caso, esencial para extender este dominio.

Hay que agregar el acceso al mar Báltico como otro elemento de proyección de poder (sumando la estratégica instalación de los oleoductos Nordstream I y II) que, desde la inclusión de los estados bálticos ex soviéticos de Estonia, Letonia y Lituania a la OTAN a fines de los ’90, se encuentra disputando su control con las potencias occidentales. Es el motivo por el que nunca abandonaron el pequeño enclave de Kaliningrado (arrebatado a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial), como una forma de dificultar la ventaja occidental en esta área amenazando el corredor de Suwalki que separa Polonia de los estados bálticos.


Fuerzas armadas numerosas

Otro factor geopolítico, el demográfico, juega también en contra de la posibilidad de Moscú de poder contar, en el futuro cercano, con una población que pueda sostener unas fuerzas armadas cuya principal virtud desde tiempos de los Zares fue su superioridad numérica.

En efecto, la principal característica de los ejércitos rusos, en todas las contiendas europeas a lo largo de su historia, fue respaldarse en la fuerza del número aparentemente inagotable de soldados que podía enviar a la batalla, sin importar cuantas veces fueran abatidos por otros ejércitos tecnológica y organizativamente más avanzados (como los alemanes, p.e.). Siempre pusieron el número por delante de la tecnología en el dominio militar y lograron compensar en su favor las desventajas relativas con los ejércitos occidentales.

Ahora la Federación Rusa sabe que, desde la disolución del imperio soviético a inicios de la década de 1990, no dispone de una capacidad militar para desplegar fuerzas lo suficientemente numerosas para sostener una línea fronteriza demasiado extendida, por ende, era necesario rediseñar el despliegue de las fuerzas redibujando las fronteras exteriores a través de una acción estratégica decisiva.


Decisión estratégica 

La decisión fue avanzar contra Ucrania a través de una acción militar categórica, lograda en poco tiempo (72hs), para impedir la reacción de las potencias occidentales (como ocurriera en 2014). Pero esta vez, se buscaba el cambio de régimen en Kiev y la neutralización de la eventual resistencia militar ucraniana. Con ello se garantizaría la desmilitarización de Ucrania, logrando a su vez el reconocimiento tanto de su soberanía sobre la península de Crimea como de las autoproclamadas repúblicas independientes de la Región del Donbás (Donetsk y Lugansk), incluso tal vez incorporar a Odessa y todo el sur de Ucrania.

Para ello contaba con que las autoridades ucranianas -empezando con su presidente, Volodimir Zelensky- no tendrían “estómago” para presentar resistencia y escaparían buscando asilo en el exterior ante el primer disparo. Asimismo, se descartaba el apoyo de gran parte de la población local -especialmente en el este de Ucrania- hacia el avance de las tropas rusas. Respecto al apoyo externo, posiblemente no se veía como relevante la actuación de la OTAN, dividida entre unos Estados Unidos reticentes a intervenir (acababan de “escapar” de Afganistán) y de una Europa (Alemania, en especial) dependiente del gas ruso y con muchas divisiones entre los países.

Claro que como todo actor racional supuso que habría costos en su accionar. Una guerra contra Ucrania significaría que, seguramente, habría sanciones económicas contra Rusia de parte de algunos países occidentales. Es muy probable que descontara toda posible acción directa debido a la disuasión nuclear rusa. De hecho, esto es precisamente lo que ha acontecido a raíz de la última invasión rusa a Ucrania, y fue lo sucedido en las previas inserciones rusas en Crimea (2014) y Osetia (2008).

En este contexto, no parecía como algo descabellado la posibilidad de emprender una operación militar para remover al insumiso gobierno ucraniano, sustituyéndolo por uno pro ruso. Adicionalmente, con este éxito se esperaba desalentar a otros países geográficamente cercanos a Rusia a formar parte de la OTAN (Suecia, Finlandia).

Para su desarrollo un punto fundamental fue la denominada “Guerra de la Información” la se desarrolló de manera ininterrumpida, desde mucho tiempo antes del inicio de la confrontación, influenciando al oponente y sus canales de información, manipulando el flujo y el contenido de la información.


Resultados inesperados

Resulta claro que ninguna de las previsiones estratégicas se cumplió -y de hecho les costaron el puesto a varios funcionarios de inteligencia rusos. Por ello debe concluirse que ha resultado un error estratégico fundamental para Rusia.

En primer lugar, la OTAN ha extendido de hecho sus fronteras sobre la Federación Rusa. Ucrania es hoy el activo más importante de la organización actuando como un “proxy” contra Rusia. La guerra de Ucrania es una guerra de la OTAN contra Rusia. El apoyo militar que Kiev recibe de la OTAN es completo y constituye el eje de la actividad de una Alianza que ha reencontrado y consolidado su propósito originario (una alianza militar contra Rusia). Alemania reorienta sus esfuerzos para asumir más responsabilidades en el plano estratégico-militar, es decir, se rearma y se reconstituye como el adversario histórico de Rusia en el continente. El liderazgo estadounidense en la Alianza también ha sido decisivo y profundiza su intervención, aun a riesgo de una escalada militar (3). La retirada estratégica de Estados Unidos del continente europeo se posterga sin fecha.

Y las previsiones respecto de Zelensky y la capacidad de resistencia ucraniana, no pudieron ser más erróneas. La actual fase del conflicto, donde las fuerzas rusas han redireccionado su esfuerzo a una estrategia de “demolición” de la resistencia ucraniana en el Donbas, lejos de ser un gran triunfo aparece como un escenario sub óptimo. El actual objetivo sería más cercano a evitar el escenario más temido por Rusia: lograr objetivos militares a un alto costo, donde adicionalmente se le hace imposible sostener el control debido a la resistencia ucraniana (lo militar sumado a protestas sociales). Por eso su estrategia luego del fracaso de la “ofensiva relámpago” de los primeros días se centró en “demoler” la resistencia ucraniana en el Donbas, metro a metro. Sin embargo, esta estrategia acaba de probarse fallida porque los ucranianos pudieron resistir y, luego, iniciar contraofensivas y recuperar territorios.

La OTAN se ha expandido incorporando a Suecia y Finlandia, un resultado catastrófico en el frente Báltico porque convierte este espacio marítimo en un “Mare Nostrum” de Occidente y amenaza con cortar el acceso al vital puerto septentrional de Murmansk, sede de la Flota del Norte que patrulla el océano Ártico y de la flota de submarinos nucleares que se despliegan en el Atlántico Norte. Además, la península de Kola, donde se encuentra Murmansk, alberga un importante número de cabezas nucleares apuntadas a Occidente. Todo ello sin mencionar que se pone en riesgo la estratégica ciudad de San Petersburgo, un centro urbano, industrial y cultural de primer nivel para Rusia.

Con esta incorporación, Rusia agrega 1.300 Km de frontera a sus necesidades defensivas anti-OTAN. Y ello agrega presión a su despliegue estratégico. Contar con unas fuerzas armadas numerosas era una condición imprescindible para asegurar el dominio de las extensas fronteras rusas y proyectar su poder a su entorno geopolítico directo. Toda esa ventaja se ha evaporado desde la caída de la URSS. Actualmente, Rusia enfrenta un declive demográfico irreversible  [1] que pone en peligro su capacidad de sostener un espacio territorial de la extensión que -por su historia- pretende.

 


 

A modo de conclusión: Razones del resultado