viernes 19 de abril de 2024
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El duro final de la era Trump

Mientras lucha por su vida, contra el COVID 19, la victoria de Joe Biden se recorta en el horizonte con mayor claridad. ¿Podrá un gobierno demócrata arreglar los destrozos de su antecesor?

No sería justo atribuir a la administración de Donald Trump el fin del orden mundial liberal surgido en la posguerra – de hecho fue otro republicano, Richard Nixon, quien los hizo en 1970 – pero sin duda fue su gobierno el que estableció una nueva dirección bajo el supuesto de que ese orden liberal estaba muerto y era perjudicial para la economía norteamericana. La pandemia aseguró una lápida sobre esa configuración.

Ese orden internacional liderado por los Estados Unidos, después de 1945, creó instituciones globales que condujeron a una notable liberalización del comercio y las finanzas internacionales. Incluso antes de la pandemia actual, este orden estaba siendo desafiado por el ascenso de China y el crecimiento del populismo en las democracias occidentales, tanto como la supremacía tóxica de las finanzas por sobre la economía real, desde la crisis del petróleo. China utilizó con gran habilidad ese orden a medida que los EE.UU. comenzaron a perder la fe en él. Hoy, dejó de pertenecer a la Organización Mundial de la Salud y está afuera del acuerdo climático de París, dos instancias clave para la cooperación en el mundo que viene.

Por otro lado, el desempleo masivo, el aumento de la desigualdad y la alteración de la comunidad por la profundización de los cambios económicos relacionados con la pandemia crean condiciones favorables para el  autoritarismo que –explotado por políticos y empresarios dispuestos- alimentan el nacionalismo y el proteccionismo, abonando los posibles focos violentos para dirimir intereses.

En este contexto, China ha dominado la pandemia y reestablecido la potencia de sus motores económicos y ganado influencia con su iniciativa de la Franja y la Seda en todos los rincones del mundo, a los que llega con asistencia técnica y financiera, sin imponer condiciones políticas para acceder a ella. Así, los votos contra China en las instituciones internacionales se piensan dos veces porque ponen en peligro esa ayuda, y al apetecible acceso al mercado más grande del mundo.

La cooperación internacional será clave para afrontar los desafíos de nuevas pandemias y de amenazas climáticas. Un orden fragmentado disminuye las posibilidades de éxito, fomenta la desigualdad y deja a China el liderazgo asegurado bajo su pragmatismo.

La pregunta para los demócratas es: ¿Podrán recomponer los tradicionales resortes de soft power norteamericano que Trump ha ido desactivando uno por uno? Daniel W. Drezner asegura que esa posibilidad es nula.

A partir de la pandemia, el mundo ha puesto su atención al cambio climático y la conservación del medio ambiente. Algunos gobiernos y empresas se están reorganizando para abordar estos problemas, tal como los señala Mariana Mazzucato, que Trump dejó de lado en su gestión.

La administración Obama tenía programas e iniciativas enfocadas a las energías limpias y al control y protección de la biodiversidad, en tanto que Trump los eliminó y autorizó la exploración minera en Parques Nacionales.

Podríamos seguir enumerando otras áreas en las que Trump dio de baja programas tendientes a atender esta agenda del nuevo milenio y los reemplazó por recortes de impuestos a las corporaciones, el abandono de la UE y la guerra comercial con China.

¿Podrán los demócratas establecer la cooperación con China para moldear un orden internacional que contemple estas necesidades planetarias? Todavía cuentan con grandes recursos de poder, pero si siguen apuntando a desarticular los mercados –cosa que la pandemia ha contribuido a profundizar– un futuro deseable de mancomunidad se alejará cada vez más.

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