viernes 19 de abril de 2024
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Debemos construir la esperanza

Hay momentos en la vida de las sociedades en los cuales la esperanza parece una ingenuidad o una fantasía. La acumulación de dificultades, las tensiones largamente irresueltas, el diálogo roto, la desconfianza en las instituciones; todo se acumula para conformar un escenario en el que el escepticismo se disfraza de responsabilidad.

Por supuesto, que la pandemia no da lugar en Argentina (y en ningún lugar) para caer en el optimismo frívolo.

En casi todo Occidente estamos asediados por grupos anticientíficos, por fanáticos excluyentes, por líderes altisonantes pero superficiales, por aparatos políticos burocratizados, por elites decadentes o corrompidas, por movimientos sociales reaccionarios, e incluso por cierta corrección política que recorta la creatividad a título de una supuesta superioridad moral.

Lo peor, es que desde cierto punto de vista no le faltan motivos para esos posicionamientos. Si bien la revolución informacional abre un mundo de oportunidades, no es menos cierto que la amenaza creciente de desastres ambientales y la precarización social generalizada (aun en sociedades con larga tradición de protección) son expresiones que muestran los déficits del sistema institucional global y de las democracias para hacer frente a los desafíos contemporáneos.

Las bases de la convivencia plural están siendo cuestionadas, la creatividad tan presente en las novedades tecnológicas está ausente de las respuestas políticas y sociales.

En Argentina estos procesos están particularmente agudizados por la incapacidad que hemos tenido de encontrar un patrón de crecimiento económico sostenible e inclusivo. Estamos tratando de emparchar una economía rota, que necesita reformas importantes hechas con sentido estratégico, calidad técnica, transparencia administrativa y sensibilidad social.

Por todo esto, no es optativo, sino que constituye un deber de todos y todas los que nos dedicamos desde distintos lugares a tareas de servicio público construir esperanza democrática; sin grandilocuencias, desde nuestra tarea cotidiana.

El país necesita y espera, propuestas políticas que inspiren confianza, que superen la dimensión del eslogan, que se hagan cargo de este momento y de esta realidad.

La solución de los problemas argentinos no es sencilla, las restricciones son objetivas y el peso negativo de nuestra historia de desencuentros es parte de esa mochila que nos limita; sin embargo, disponemos de un conjunto de cualidades que la omnipresencia de la crisis no nos deja ver.

Hay una Argentina innovadora, emprendedora y sensible que está esperando más de las instituciones.

Llevados por el clima de época, desde hace años reclamamos “liderazgos más calificados”. Tenemos la tentación de buscar a alguien para resolver lo que requiere del concurso de todos, no deja de ser un rasgo de pensamiento mágico.

Hace pocos días, cientos de dirigentes radicales hemos suscripto un “Manifiesto por la esperanza democrática”, un documento cargado de argumentos que pone sobre la mesa una visión contemporánea y realista de los dilemas nacionales.

Argentina debe enfrentar las post-pandemia con una hoja de ruta orientada hacia las tareas irresueltas de estas cuatro décadas de democracia: construir un modelo económico que nos permita generar mayor cohesión social y ser el soporte de una organización territorial verdaderamente federal, configurar una visión del mundo que estabilice nuestras relaciones internacionales, defienda nuestros intereses y nos vincule a la institucionalidad global adecuadamente, conformar un estado más profesional y calificado, incorporar una mayor tasa de conocimiento a nuestra matriz económica, garantizar la vigencia plena del estado de derecho en todo el territorio y sostener una agenda social orientada a la construcción de oportunidades y la movilidad y no al control de los pobres.

La Constitución Nacional nos brinda un marco amplio de posibilidades y garantías, y a lo largo y ancho de todo el país una sociedad civil movilizada y vital nos muestra que son millones los argentinos y argentinas que no bajan los brazos.

Ni los dogmatismos, ni los atajos nos guiarán por el buen camino. Nos corresponde en esta hora, un esfuerzo enorme y sostenido y un profundo compromiso democrático.

Construyamos la esperanza desde la responsabilidad y la visión. Fuimos (hace mucho), cuando la UCR nacía, el destino de los perseguidos y el horizonte de los emprendedores. Esta en nuestro ADN ser un país generoso y vital. Recuperemos esa memoria y ese orgullo.

Publicado en La Nación el 7 de febrero de 2021.

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