viernes 29 de marzo de 2024
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De Perú a Ecuador, la democracia va

Con realidades económicas y sociales semejantes, estos países que supieron estar en guerra avanzan tortuosamente por el sendero democrático con suerte diversa. La inestabilidad presidencial en Perú y la fragmentación del populismo en Ecuador, dan la tónica de las elecciones del domingo pasado.

En Ecuador, la división de los movimientos políticos progresistas permitió el triunfo de la derecha, representada por el banquero Guillermo Lasso, quien ratificó que “la tercera es la vencida”, puesto que ya había perdido a manos de Rafael Correa y de Lenin Moreno. Con pocas esperanzas luego de la primera vuelta en la que apenas superó al recientemente devenido indigenista, Yaku Pérez, Lasso llegó al poder derrotando al candidato del correismo, Andrés Arauz, en el balotaje.

Después de 15 años, el correísmo –en el que la figura de Lenin Moreno puede ser considerada como la de Carlos Menem para el peronismo- ha sido derrotado. Y a esa derrota ha contribuido la fragmentación del espacio populista por parte de los dos partidos que “se suponía” compartían un espacio afín a la izquierda.

Yaku Pérez, de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) llamó a anular el voto, algo que no es legal, aunque se registraron casi 1.800.000 votos contra 174.000 en blanco y en 51 de los 221 cantones de Ecuador el voto nulo fue mayor que, al menos, uno de los dos candidatos a la presidencia. Por otro lado, Xavier Hervas, de la Izquierda Democrática, dijo abiertamente que votaría por Lasso, bloqueando ambas fuerzas, en forma explícita, la posibilidad de que el candidato de Correa se alzara con la victoria.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el movimiento CREO, liderado por el presidente electo Lasso, que alcanzó la victoria por 52,36 por ciento frente a 47,64 por ciento de Andrés Arauz, llega al poder con una debilidad de origen: sus votos propios son apenas del 15 por ciento, los que obtuvo en la primera vuelta. Algo similar a lo que ocurrió en 2015 en la Argentina.

Lo ocurrido en Ecuador será tenido en cuenta por los contendientes de la segunda vuelta en Perú, aunque allí el panorama es más sombrío – desde el punto de vista de la estabilidad política – ya que la fragmentación de partidos llevó a que la segunda vuelta se realice entre un candidato impensado, Pedro Castillo, de raigambre populista y Keiko Fujimori, más cercana al establishment. El primero causa escozor en un sistema de partidos que en los últimos lustros ha mantenido al país en un régimen neoliberal al que Castillo amenaza y la segunda arrastra la cruz de su padre Alberto – y la suya propia – aunque es claramente la candidata que le queda al statu quo.

Tanto en Ecuador como en Perú, las encuestadoras fallaron por mucho en sus pronósticos. Ninguna advirtió que Castillo superaría el 19 por ciento de los sufragios, ni que Keiko Fujimori alcanzara el 13,3 por ciento. Detrás de ellos se apelotonaron seis candidatos que se repartieron el 50 por ciento de los votos, mientras que el 17 por ciento optó por el voto en blanco o por anular su voto, evidenciando de forma notable la fragmentación que primó en esta elección como reflejo de la debilidad institucional del sistema político peruano.

Al igual que Lasso, Fujimori ira por su tercer intento presidencial y, al igual que a Arauz, Castillo tendrá un clima hostil de los principales medios que están consustanciados con el sistema. A diferencia de Arauz, Castillo no cuenta con una historia o un pasado político con el que hostigarlo como ocurrió con Arauz y su obvia vinculación con Correa que sigue asilado en Bélgica.

En plena pandemia, peruanos y ecuatorianos han acudido a las urnas ratificando su voluntad democrática, cuando la valoración de la democracia se ve deteriorada en el mundo, según los indicadores de los últimos años, por efecto de la crisis económica global y por las consecuencias devastadoras del Covid-19.

En mayo se realizarán las elecciones de medio término pospuestas en Chile, el 6 junio serán las mismas para México y el mismo día se llevará a cabo la segunda vuelta en Perú.

Más allá de la configuración del mapa político regional, en el que los gobiernos populistas parecen haber vuelto a ser una opción, se mantiene la voluntad de marchar por el difícil camino de la institucionalidad democrática para resolver los grandes problemas que enfrentamos, y eso es algo para celebrar.

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