jueves 28 de marzo de 2024
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Putin for ever

Controla la Federación Rusa desde hace 17 años.  En 1999, el entonces presidente Boris Yeltsin lo nombró primer ministro, pensando que el abogado/militar, con una trayectoria gris en la KGB, era una figura que daba garantías de seguridad tras su retiro. Algunos colaboradores de Yeltsin pensaban entonces que podrían manejar a Putin. Lejos de eso, el hijo del submarinista, decidió refundar el poderío ruso reconstruyendo la autoridad del Estado en torno a su figura.

Tras una ola de atentados en Moscú, Putin inició el 1 de octubre de 1999 la segunda guerra de Chechenia, un conflicto sangriento marcado por la violencia del ejército ruso con su ápice en el bombardeo indiscriminado –con misiles Grad– de la ciudad de Grozni, matando a cientos de milicianos y civiles. Sobre este evento cruel, Putin construyó su popularidad en Rusia y su imagen de hombre fuerte al que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones difíciles.

Tras ganar con facilidad las elecciones del año 2000, Putin aceleró su conquista del poder apoyándose en las estructuras del Estado (servicios secretos, policía, ejército) y en sus viejos colaboradores de San Petersburgo, donde comenzó su carrera política como jefe del Comité de Relaciones Exteriores del ayuntamiento y luego vicealcalde. Desde el Kremlin apartó del poder al “círculo rojo” de magnates rusos, los empresarios que se habían enriquecido con las oscuras privatizaciones de los años 1990, y encarceló a quienes se opusieron a él, como el presidente del grupo petrolero Yukos, Mijaíl Jodorkovski, liberado en 2013 luego de diez años.

El Kremlin también aumentó el control sobre la prensa, cuya liberalidad renacida en los años 1990, era un estorbo para Putin.

En 2008, como la Constitución impide ejercer dos mandatos consecutivos, Putin entregó el poder a su primer ministro, Dimitri Medvedev, quien durante cuatro años fue su “testaferro”.   A finales de 2011, el anuncio de candidatura a la presidencia para un nuevo mandato –ahora ampliado a seis años– suscitó una inédita ola de manifestaciones en contra. Sin embargo, logró una cómoda reelección en 2012, e impuso un cerco más severo sobre manifestaciones y medios.

El miércoles 6 Putin anunció su candidatura para las elecciones de marzo del 2018, lo que lo coloca a las puertas de un cuarto mandato. Para ello, el petersburgués, cuenta con un amplio apoyo popular que lo considera el artífice de la seguridad, la prosperidad y la encarnación de la Gran Rusia.

Putin, recientemente calificó la desaparición de la Unión Soviética como la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, a partir del cual se ha propuesto restaurar el poder de Rusia en el mundo, luego de los años caóticos de la transición al capitalismo.

En 2013, el mandatario definía su método de gobierno como una lucha paciente y obstinada, al acecho de las debilidades de sus adversarios, estrategia que dio sus resultados en Siria, donde Rusia inició en 2015 una intervención militar que cambió el curso de la guerra y permitió a Bashar al Asad mantenerse en el poder, para disgusto de Occidente.

Un año antes, Rusia tomó el control de la península ucraniana de Crimea tras ocupar esa región con sus tropas, a raíz de un referéndum considerado como ilegal por la comunidad internacional.

Esa operación aumentó su prestigio en su país, pero desató la peor crisis desde el final de la Guerra Fría entre los rusos y las potencias occidentales, que acusan –además– a Moscú de ayudar militarmente a los rebeldes separatistas del este de Ucrania, un apoyo siempre desmentido por el Kremlin.

Putin es muy celoso de su vida privada, es padre de dos hijas, de cuya madre se divorció en 2013. Le gusta proyectar una imagen de hombre con gustos sencillos. Como parte de su culto a la personalidad son frecuentes las publicaciones de fotografías en las que se lo ve practicando artes marciales o con armas de fuego, montando a caballo con el torso desnudo o apagando un incendio al mando de un avión.

Putin, en su acumulación de recursos como líder ruso, se muestra muy cerca de la Iglesia Ortodoxa, a la que considera –con 100 millones de fieles– “socio natural” del poder político. Se trata de un cambio ideológico importante respecto a la era comunista, cuando la Iglesia ortodoxa fue víctima de una brutal represión.

El Patriarca de Moscú y de Toda Rusia, Kirill, jefe de la poderosa Iglesia ortodoxa rusa se convirtió en el principal aliado de Vladimir Putin, en su política anti-occidental, su defensa de los valores tradicionales, su lucha contra la independencia de Ucrania, cuna de Rusia y herencia legítima de la ortodoxia rusa. En un foro en la ciudad de Stávropol, Putin declaró: “Me gustaban mucho y me siguen gustando las ideas comunistas y socialistas. Si miramos el manual del ‘constructor del comunismo’ que se publicó profusamente en la Unión Soviética, recuerda mucho a la Biblia. No es una broma, en realidad es un extracto de la Biblia”.

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