viernes 29 de marzo de 2024
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Paula Clérici: “Hay una dimensión territorial que le faltaba al PRO y que tiene la UCR”

Paula Clérici se acercó a la Ciencia Política pensando que su futuro eran las Relaciones Internacionales. Su paso por la carrera en la UBA le demostró que eran otros sus intereses y, luego de algunos años en el tercer sector, le “pico el bicho del doctorado”, bromea. Se doctoró en la Universidad Torcuato Di Tella y su tema de especialización son las coaliciones. Hoy es becaria posdoctoral del CONICET y docente en la UBA y la Di Tella porque no concibe la vida académica sin un tronco importante de transferencia. En esta entrevista habla sobre las particularidades de las coaliciones en los sistemas presidencialistas, su relación con la democracia y profundiza en los casos de Brasil a raíz del reciente juicio político a Dilma Roussef y de Argentina tras el triunfo de una coalición nueva como Cambiemos.

 

Las coaliciones en los sistemas parlamentarios son casi una condición sine quanon para poder gobernar, siempre que los sistemas no sean de tipo Westmister. Sin embargo, en los presidencialismos las coaliciones, a simple vista, no parecen necesarias. ¿Qué es, entonces, lo que volvió a las coaliciones un fenómeno regular en los países presidencialistas sobre todo latinoamericanos para culminar siendo un objeto de estudio?

Por un lado, en los regímenes presidencialistas las coaliciones no son necesarias por el propio diseño institucional. Si el partido no tiene mayoría propia en el Congreso, no es un requisito formal la formación de una coalición. Sí son necesarias para poder gobernar: el presidente no puede cambiar el status quo de manera unilateral, con las pocas excepciones donde existen los instrumentos de los decretos; pero incluso el decreto se gira al Poder Legislativo que tiene que decir algo al respecto. Según sea la regulación del tipo de decreto se requiere la aceptación explícita o el rechazo explícito del Congreso y eso puede cambiar también la dinámica. Con lo cual, la única manera de poder gobernar es a través de leyes ordinarias que salgan del legislativo y que el presidente promulgue. Por lo tanto, las coaliciones no son necesarias en términos formales para que se sostenga el gobierno pero sí en cuanto al poder real y con la posibilidad de efectivamente sostenerse. 

En cuanto a la segunda parte de la pregunta, las coaliciones se volvieron un fenómeno regular porque durante gran parte del siglo XX América Latina experimentó sucesiones de períodos cíclicos entre alternancia democrática o democracia restringida y autoritarismos que mostraron a las coaliciones con más fuerza luego de la tercera ola de democratización. Que no se les prestara atención no significa que no existieran antes. En la década del noventa se las empieza a mirar y aparece toda una literatura que discute coaliciones en sistemas presidenciales porque hubo una serie de académicos mirando Latinoamérica y se daban cuenta que las coaliciones de gobierno no eran exclusivas de los sistemas parlamentarios, también existen en los presidencialismos y favorecen la estabilidad de la democracia. Lo que contribuyó a la formación de coaliciones fue la fragmentación de los sistemas de partidos políticos en la región: clásicos bipartidismos que dejaron de serlo (Costa Rica, Venezuela, Colombia) o sistemas de partido predominante que pasaron a ser multipartidismos (México). No son países con gobiernos de coalición en sentido estricto pero, en el caso de Colombia por ejemplo, su gabinete está compuesto por miembros de hasta cinco partidos.

¿Son las coaliciones responsables de la estabilidad democrática de los presidencialismos?

Sí, por supuesto. Y cuanto más fragmentado el sistema de partidos, más necesarias son. Por ejemplo, en el caso de Brasil es imposible gobernar sin el apoyo de un partido que no es el del presidente. 

¿Cuáles son las particularidades del sistema política brasileño que permitieron el desarrollo de un juicio político que terminó con la destitución de Dilma Rousseff?

En primer lugar, su sistema de partidos altamente fragmentado que hace al gobierno propenso a la constante negociación para sostener una coalición. En segundo lugar, es imposible que el presidente gobierne por decreto porque la naturaleza del Poder Ejecutivo no se sostiene mucho tiempo y, en el caso específico de Brasil, ese decreto se gira al Poder Legislativo y el Congreso lo tiene que aceptar expresamente o, de lo contrario, cae. Por lo tanto, es difícil sostenerlo para el Ejecutivo. En tercer lugar, a nivel subnacional, los partidos hacen cada uno su historia. Tiene una dinámica territorial parecida a la argentina. Por ejemplo, la rama paulista del PT puede tener preferencias completamente distintas a otra. No es términos de coaliciones que tenga algo en especial sino en todos estos aspectos.

¿Qué es lo que vuelve fácil la ruptura de una coalición en Brasil o cuáles son los incentivos para romperla y que no sea tan costoso?

Creo que son variables exógenas al tipo de sistema político. Parece claro que la coalición se movió cuando el vicepresidente terminó de romper con ella. Eso explicaría por qué no rompió antes a pesar de que hubo una sangría muy lenta de integrantes de la coalición que se iban a título individual. Pero el juicio político no avanzó hasta que el PMDB no rompió con la coalición. Tiene que haber una coyuntura especial, como ya lo estudiaron autores como Pérez Liñán y Hochstetler: una crisis económica, movilizaciones ciudadanas que permitan que los miembros del Legislativo sientan que se les abre una puerta para cambiar de bando. Estos legisladores en algún momento estarán buscando renovar su banca o estarán aspirando a algún otro cargo en otro nivel de gobierno, lo que también lleva a que las preferencias individuales y las posturas de los partidos influyan. Hablando particularmente del caso de Brasil, además de que me pareció una payasada todo el proceso donde han intervenido un montón de elementos que nada tenían que ver con el desempeño de la presidenta –una de las pocas integrantes del sistema político no acusadas de corrupción–, me parece que se jugaron otros intereses que tenían que ver con terminar el ciclo político que con la transparencia institucional.

¿Qué virtudes o riesgos tiene Temer para gobernar?

Creo que corre los mismos riesgos pero la virtud está en que ahora goza de la luna de miel con la que gozan todos los presidentes cuando asumen. Le van a dar un tiempo para que muestre sus cartas, para que logre negociar, habrá un margen de tolerancia y después le van a empezar a pedir medidas efectivas, que gobierne. Su principal desventaja es que es un presidente muy poco legítimo porque a pesar de que fue elegido en una fórmula presidencial votada, hay ciertos temas con la legitimidad de los vicepresidentes en la región. Entonces, no estamos muy seguros si su caudal electoral es el mismo que el de Dilma al asumir y todo hace pensar que no fue una figura decorativa, sino alguien a quien no se le prestó la atención suficiente. Otra desventaja es que tiene a todos los partidos operando y pensando en las próximas elecciones. Las elecciones municipales fueron sólo una muestra de cómo los partidos están jugando su propio juego y de que ven al presidente como un presidente interino. 

¿Qué tipo de coalición en Cambiemos?

No es una coalición según la definición clásica porque no hay sentido de corresponsabilidad; las decisiones las toma un sólo partido político, el PRO. Sin embargo, hay presencia de otros partidos en el gabinete y, por supuesto, hay una coalición legislativa. Sí es una coalición en términos funcionales porque hay reparto: hay algunos actores que son más fuertes en el Poder Legislativo, hay una dimensión territorial que le faltaba al PRO que la tiene la UCR y eso no puede ser soslayado del análisis porque tiene que ver con cómo se ejerce el gobierno de turno. Al PRO no le alcanzaba para llenar tres grandes administraciones –Nación, ciudad y provincia– y gran parte de los cuadros técnicos los cubre la UCR. Cambiemos es una coalición no sólo por la distribución de bancas en el Poder Legislativo sino porque hay reparto de funciones a nivel territorial, provincial y en cuanto a los cuadros técnicos. 

¿Puede Cambiemos y su triunfo electoral del año pasado representar el fin de la UCR?

No, para nada. Me parece que el radicalismo está en una situación complicada porque si al gobierno le va mal queda pegado y si al gobierno le va muy bien no se lleva los principales laureles por un buen gobierno porque el color que prima es el amarillo. Además creo el radicalismo no tenía demasiadas opciones: a nivel nacional estaba en una situación complicada hacía varios años y esto le sirvió como un salvavidas porque la militancia necesita ver resultados electorales y no era un partido que nunca ganaba; ha sido un partido de gobierno y ha sido mayoritario durante gran parte de la historia del país. Integrar esta coalición ha permitido recursos, ha permitido participar en la toma de decisiones en algunos niveles, les permite ser protagonistas de nuevo y les permite colocar gente en cargos.

¿En qué sentido influyen las PASO en las coaliciones en Argentina?

El piso del 1,5 por ciento para poder competir en las generales es un incentivo para aliarse. Al FIT le resultó totalmente exitoso en términos de estrategia electoral. En términos de los partidos en general, hace algunos años que estamos viendo que la oferta electoral tiene mayor protagonismo de coaliciones que de partidos que compiten solos y las PASO han contribuido a eso: a fomentar las coaliciones de partido que no son nuevas pero que es cierto que son más numerosas en términos de la cantidad de coaliciones, de la cantidad de partidos que integran coaliciones y de lo que representa la proporción de coaliciones sobre la oferta electoral. El efecto de las PASO en cada una de las coaliciones es distinto: es distinto si esa coalición compite con una lista interna o con más; si compite con más, si es competitiva la elección entre esos candidatos.

 

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