sábado 20 de abril de 2024
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Fabián Bosoer: “El peronismo está en una etapa de marasmo”

El politólogo y periodista Fabián Bosoer repasó el contexto internacional para poder entender un poco más qué pasó hace unos días en las elecciones británicas. Sobre Argentina, analiza el futuro del peronismo a pocos días del cierre de listas, el rol del sindicalismo y la política exterior del gobierno de Macri.

 

¿Qué se puede destacar de todos los procesos electorales europeos estos últimos meses? ¿Qué tienen en común y cuáles son las particularidades de cada uno?

En primer lugar, parece que hay que inscribir estos procesos electorales europeos dentro de un clima de época internacional que tiene impacto en cada una de los distintos escenarios nacionales.

La llegada a la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos fue el gran hecho destructivo en todo este tablero internacional que, al mismo tiempo, tuvo que ver con el impacto que dentro de Estados Unidos tuvo el proceso internacional de cambio estructural y de disloque que se está produciendo como reconfiguración geopolítica. El triunfo de Trump en ese momento fue visto y leído a juicios de manera certera como una suerte de reacción nacionalista frente a los efectos de la globalización y una reacción social que este sustrato que se reveló frente a determinado status quo que venía tambaleando a partir de qué tipo de respuesta tienen los países y, en este caso, la primera potencia mundial a los desafíos globales. Yo califiqué esto como una tercera ola neoconservadora, lo que significa que la llegada de Trump más allá del personaje representa, de alguna forma, lo que representó la llegada de Ronald Reagan y Margaret Thatcher a principios de los ´80 también como una suerte de reacción o de respuesta occidental a desafíos internacionales y una reacción por derecha a la crisis del Estado de bienestar. La segunda ola neoconservadora vino a principios del siglo XXI con George W. Bush y los atentados del 11 de septiembre y fue el último intento dentro de Estados Unidos de esta derecha dura de recolocar en el escenario intentancional la imagen y semejanza de la primacía americana como la planteaba en su momento un nuevo siglo americano. La llegada de Trump con America First (América primero) es también un efecto decisivo de eso. Así como en el caso de la segunda ola la reacción a los años noventa era el agotamiento del proceso globalizador expansivo, en este caso en la tercera ola neoconservadora también en vino a representar una reacción a las distintas crisis y alternativas que enfrenta Estados Unidos en el cambio de escenario internacional en la primera década del siglo XXI.

¿Cómo influye este escenario en las elecciones británicas del jueves y en la figura de Theresa May, particularmente?

Podríamos decir que Theresa May representaba tal vez el intento de recrear esa alianza entre Reagan y Thatcher a principios de los ochenta, por su emergencia a partir de la campaña del Brexit en paralelo al ascenso de Trump. En aquel caso la fórmula era neoliberalismo más conservadorismo duro; en este, uno podría decir que es conservadorismo duro más neopopulismo, en lugar de neoliberalismo, por el lado de la reacción proteccionista del observar la globalización como una amenaza. Hasta aquí lo que apreció como prefiguración de los procesos electorales europeos luego del triunfo de Trump y en medio de este tembladeral que produjo el ascenso de movimientos populistas de derecha en distintos países europeos con sus características propias en cada país. En el medio, el proceso electoral en Francia y el triunfo de Macron detuvieron el ascenso de la derecha populista y de la pretensión nacionalista que apareció como una nueva oleada que venía barriendo con el viejo sistema de partidos europeo y con el pacto socialdemócrata entre liberales y socialistas. Creo que ahí es donde aparece la elección británica como en el medio de este nuevo ciclo que parecía venir para un lado y ahora se detiene o aparece más equilibrado con el freno al ascenso de Le Pen en Francia y el triunfo de Macron.

Theresa May convocó a elecciones convencida de que las ganaba, lo que le permitiría legitimar su gobierno. Sin embargo, durante las últimas semanas, el partido de Jeremy Corbyn comenzó a crecer, lo que se tradujo en un triunfo de May pero sin mayoría absoluta. ¿Por qué cayó el apoyo a los conservadores? ¿Tienen algo que ver los últimos cuatro atentados en Manchester y Londres?

Desde el punto de vista del impacto externo en la elección británica, creo que hay una posible explicación de por qué en las últimas semanas la perspectiva electoral se equilibraba y el apoyo a May dejaba de ser plebiscitario o de recibir el arrastre del resultado del Brexit. Este es un tema del pasado para Gran Bretaña porque ahora se debe discutir de qué manera se implementa y, mientras tanto, aparecen otros temas que tuvieron mucho que ver también con el voto a favor de la salida de la Unión Europea, relacionado a la protesta económica o socio-económica que con un voto anti europeo. Con lo cual aparece un voto castigo a Theresa May que es el de la coalición social que votó a favor de Brexit pero precisamente por los costos económicos que tenía y no por el voto anti integracionista. En ese panorama la elección británica se aligera tarde al efecto Brexit que May pretendía capitalizar. Sobre ese escenario aparecen los atentados como exacerbando la sensibilidad social y la sensación de zozobra que tienen los británicos hace tiempo, viendo peligrar un modo de vida, una civilización que observan como amenazados por distintos lados. Creo que también lo que tiene de interesante cada proceso electoral es que estamos viviendo un gran tembladeral en esta crisis de época que tiende a las motivaciones profundas; son grandes disloques, movimientos tectónicos que hay en la estructura del poder internacional y en las sociedades nacionales.

Lo central tiene que ver con las condiciones estructurares del sistema internacional que están teniendo respuestas diferentes en cada país, los cuales están insertos dentro de este contexto de época. 

El sindicalismo peronista también es un espejo y un reflejo de esa crisis del peronismo en su condición de oposición al gobierno…

Para hablar ahora del proceso electoral en Argentina: hace dos años, luego de la derrota del peronismo en las elecciones ejecutivas, la estrategia que se esperaba que tomaran los distintos actores del frente era la de unidad, sobre todo de cara a las legislativas de este año. A pocos días del cierre de listas, más que unido, el peronismo se encuentra más fragmentado, tanto por los distintos frentes que lo representan como por las disonancias hacia el interior del Frente para la Victoria mismo. ¿Hacia dónde va el peronismo? ¿Está buscando una figura detrás de la cual encolumnarse que no encuentra? ¿Es parte de una estrategia esta separación?

El peronismo está dentro de una etapa de marasmo. Esto es lo que sucede en los momentos históricos en los que un liderazgo se agota, entra en crisis o cae y también es una característica misma del peronismo como movimiento por la incapacidad de los líderes unipersonales de generar su propia descendencia y su propia institucionalización. El kirchnerismo dentro del peronismo fue distintas cosas según cada momento; como liderazgo emergente se consolidó con la transversalidad, como liderazgo pluripartidista coexistió con el verticalismo peronista porque ejerció la conducción de manera unipersonal o bipersonal o matrimonial, pero nunca terminó de consolidad una estructura política que subsumiera al peronismo. Algunas veces fue una línea interna del peronismo y, por momentos, pretendió ser una expresión superadora del peronismo. Por lo tanto, hoy se encuentra con los fragmentos diseminados se esa cosecha. Desparecido el liderazgo indiscutido de Cristina, ella está obligada a competir por la preservación de lo que queda de su liderazgo y no tiene vuelta atrás. Todavía es difícil saber si ella puede reconquistar la conducción del peronismo, si va a ser la jefa de un sector periférico y minoritario del peronismo o si va a encabezar el surgimiento de un cristinismo en el que participen distintas vertientes provenientes de distintos sectores.

Por el lado del peronismo, volvemos a la comparación histórica: el peronismo salió de cada uno de esos momentos de marasmo de distintas formas, pero también supo reaglutinarse a partir de un proceso de renovación. Eso es lo que viene demorando. Parecía que lo de 2015 podía oficiar como el año 1983 en el inicio de una renovación peronista de nuevo cuño. Como fue en su momento la renovación peronista con el liderazgo de Cafiero, de la Sota y otros. Eso se está demorando, entonces en las legislativas todavía se tendrá que dirimir quiénes son los que pueden encabezar este proceso de renovación y presentar otra cara y, al mismo tiempo definir un lugar programático, claro como posición y como alternativa al gobierno de Macri.

¿Cuál es el rol del sindicalismo en estas elecciones? ¿Cómo afecta que los líderes del triunvirato respondan o adhieran a distintos frentes?

El sindicalismo peronista también es un espejo y un reflejo de esa crisis del peronismo en su condición de oposición al gobierno, con la característica que el sindicalismo tiene base no sólo territorial, como la que puede tener el peronismo político-partidario y provincial, sino que además tiene una base social y un puente con el poder porque sigue siendo un sindicalismo de estado, con lo cual tiene un nivel de interlocución e intereses que le permiten sentarse a discutir y negociar con el gobierno como partes de una agenda común. Ahí es donde hay sindicalistas que funcionan como representantes de sus trabajadores tanto desde su camiseta partidaria como de su condición como socios del Estado: obras sociales, paritarias, etc. Esto lo hace más interesante porque ahí es donde podemos encontrar que hay temas específicos en los que un sector del sindicalismo puede acordar mucho más fácilmente con el gobierno y el gobierno con esos sindicalistas que el peronismo político. En resumen, el sindicalista puede ser opositor y oficialista al mismo tiempo. El dirigente peronista no puede hacer eso; si lo hace, tiene que estar en posición de fuerza y mostrar que está en condiciones de lograr del gobierno concesiones u objetivos que tiene en su pliego de demandas.

Un país que tiene un Papa, dirigentes de proyección, reconocimiento y prestigio, intelectuales etc., debería desarrollar un liderazgo frente al resto de los países…

En cuanto a la política exterior del gobierno y tratando de retomar un poco la primera parte de la entrevista, ¿es la salida de Susana Malcorra un que deba preocupar al gobierno?

En el área de política exterior, el gobierno contó con un gran hándicap en su favor que es que partió de un piso muy bajo porque la Cancillería y la política exterior, sobre todo en la última etapa del gobierno de Cristina, fue lastimosa. Ya el rol que tuvo Timerman en la política exterior argentina fue tan malo que Malcorra con no mucho hizo enormes progresos. Representó un salto cualitativo, simplemente colocando profesionalismo, apertura al mundo, un diálogo serio y razonable y una presentación decorosa a nivel internacional. Le puso profesionalismo y madurez, aunque no tuvo demasiados logros con lo cual el balance es razonable pero su salida tampoco le deja al gobierno un hueco. Ahora, daría la impresión de que el gobierno responde al remplazo de Malcorra redoblando la apuesta sobre el profesionalismo con un diplomático de carrera y ahí es donde tengo mis serias dudas. El nuevo canciller podría ser un perfil muy bueno para un vicecanciller, pero la Argentina tiene una presencia y una proyección que genera una expectativa interna y a nivel regional de un espacio en el que puede tener un canciller con estatura y posición internacional, que no importa que venga del mundo diplomático o político pero que tenga capacidad para generar una imagen de iniciativa propia, una performance con mayor capacidad para destacarse. Pienso en un (José Octavio) Bordón por ejemplo, o mismo en la designación en su momento de (Martín) Lousteau como embajador en Estados Unidos. Es decir, hay perfiles que podrían ponerle una dosis mayor de entusiasmo a la política exterior. Me da la impresión de que el gobierno no quiso hacer eso en este caso. Fuimos de ciclo en ciclo pendulares, de los lineamientos entusiastas a la resistencia, la reluctancia, el aislamiento, el enfriamiento total y el bajísimo perfil a la subactuación y eso es lo que deberíamos evitar a toda costa. Si bien la sobreactuación fue muy mala para la Argentina en términos de política exterior, si el costo de evitar esa sobreactuación es la subactuación y la desaparición del escenario internacional me parece que sería una pena, sería perder una oportunidad.

¿Cuáles son las oportunidades de Argentina frente al escenario internacional?

El país necesita construir en su política exterior previsibilidad, certidumbre, necesita generar señales de confianza de mediano plazo, para lo cual es necesaria una gran estrategia. Esto no significa una estrategia declamatoria, rimbombante o retórica pero sí una capacidad de liderazgo -compartido y regional-. Hay que prepararse para amortiguar tensiones y desequilibrios y para un mundo que está sometido a una perspectiva de más disloques y disrupciones que puedan ocurrir, sobre todo en términos de seguridad internacional, economía, de conflictos. Un país que tiene un Papa, dirigentes de proyección, reconocimiento y prestigio, intelectuales etc., debería desarrollar un liderazgo frente al resto de los países. Dejar el escenario de los foros internacionales simplemente a una discreta presencia diplomática, es perder una oportunidad enorme.

 

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