jueves 18 de abril de 2024
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El retroceso de Turquía

La flota norteamericana frente a las costas de Corea del Norte, las bravuconadas de ésta en la promesa de lanzamiento de misiles, el bombardeo con GPS a un punto estratégico de Siria desde un barco estadounidense, han puesto el foco del mundo en esa amplia región del mundo y han obligado a postergar el análisis de otros conflictos.

Uno de esos hipotéticos estallidos es Turquía, en una región estratégica quien en elecciones del 16 de abril ha coronado, por pocos puntos de ventaja sultán o monarca absoluto a Recep Erdogan. Con Erdogan, primer ministro entre 2003 y 2014 y luego Presidente del país la economía mejoró en pocos años y se posicionó en el tablero de la política internacional.

Que Erdogan haya ganado estas elecciones que le permite concluir con el sistema parlamentario y ejercer el poder hasta 2019, Turquía se iguala a algunas ex Repúblicas Socialistas del Asia, al mismo Putin y a los regímenes políticos africanos. Que haya ganado ahora por el 51,4% del electorado contra su oposición que llegó al 48,6% está demostrando, que sin embargo el país está dividido en dos, que será difícil superar esa grieta y que agigantará el rechazo histórico de Europa a que integre el Mercado Común. El no a Erdogan ganó en Estambul, Ankara, Esmirna y Diyarbakir. Lo votaron los islamistas y los sectores más postergados que odian a quienes buscan educación europea y no tradicional. Y también los turcos de segunda y tercera generación en Alemania donde están sintiendo el rechazo de la sociedad por el rechazo “al extraño”.

Estas elecciones demostraron que un problema que se viene arrastrando de lejos subió a la superficie. La sociedad turca está polarizada entre religiosos y laicos. Entre los que añoran las viejas costumbres y los que quieren vivir en el siglo XXI.

El 50% del comercio exterior turco tiene como destino el viejo continente. Al mismo tiempo Europa le aporta más de la mitad del turismo que arriba permanentemente a Turquía contra viento y marea, pese a los atentados de los Kurdos, ignorados por Erdogan, y pese a las purgas políticas emprendidas a fondo en los últimos meses (detuvo a 50.000 militares, civiles, periodistas, magistrados) en lo que llamó un atentado a la institucionalidad pero tiene todas las característica de un autogolpe. ¿Mantendrá Europa la buena disposición con un despótico dueño del poder? ¿Que perderá Europa si Turquía se aísla?

Esta victoria de Erdogan también le pega a todo el sistema liberal de respeto y de división respetuosa de los poderes. Erdogan se convierte en “dueño” del país y somete a la población a sus caprichos. Tendrá autoridad para nombrar ministros, integrantes del sistema judicial y dar órdenes a los militares. Así las cosas, emergen varias problemáticas junto con la locura en Corea del Norte. El populismo, la xenofobia y el racismo están instalados en Europa, Marie Le Pen compite con buen rating en las próximas elecciones francesas y crece el odio a los refugiados (dos millones se instalaron desde Medio Oriente y el África el año pasado). Y ahora la presencia de un autócrata en un país que fue mimado oportunamente por Estados Unidos, cuando en la guerra fría instaló todo un arsenal nuclear en distintas bases en Turquía.

Del viejo sueño de Kemal Ataturk sólo quedan cenizas. Después de la derrota en la Primera Guerra Mundial (Turquía peleaba junto a Alemania y al Imperio Austro-Húngaro) el Imperio Turco, extenso y pródigo desapareció, ocupado por franceses e ingleses. Ataturk logró forjar un nuevo país, sacó a los griegos de su territorio, negoció con Londres y con París, echó a los religiosos, impuso el laicismo, estableció el abecedario occidental, le quitó el velo a las mujeres, trajo las costumbres de Europa y creó una fuerzas armadas a quienes les dejó su legado porque murió al poco tiempo, de cirrosis.

Esas fuerzas armadas fueron el custodio del pensamiento de Ataturk. En cada casa familiar, en cada negocio, en la entrada de toda gran empresa, imperaba el retrato del “padre de la Patria”. Erdogan ha retrocedido, al respecto, 100 años. Fue, es y promete ser más protector de los islamistas. Precisamente en un mundo convulsionado y prejuicioso con la religión musulmana. Y en un país donde la otra mitad no quiere saber nada con la religiosidad.

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