viernes 19 de abril de 2024
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Alfonsín no es de todos (Y no debería serlo)

El tiempo político electoral parece alfonsinizado.

Desde los cuatro vientos surgen elogios, reivindicaciones, imitaciones y puestas en valor de la figura del Presidente Raúl Alfonsín. No existe en español una palabra que describa el sentimiento que resulta de darse cuenta hoy de lo que no se pudo, no se supo o no se quiso, darse cuenta en su momento. ¿Reivindicación tardía? ¿Auténtico arrepentimiento? ¿Oportuna simulación? Siempre dos palabras. Es como si Alfonsín fuese de todos, incluso, algunos, lo imitan emulando sus discursos. Suenan mal.

Desconozco si la apropiación de Alfonsín forma parte de alguna estrategia predeterminada porque representa valores generales con los que resulta difícil disentir. Como sea, debemos reflexionar al respecto para que la apropiación no termine en usurpación y desnaturalización. No se es radical por cenar en el Lalín.

Alfonsín no es de todos y no debería serlo porque en una sociedad democrática nada es al cien por ciento, para empezar.

Alfonsín no es de todos porque la CONADEP fue creada para investigar y reunir las denuncias de los crímenes de lesa humanidad producidos por la última Dictadura y nada puede ser comparado con este hecho sin relativizar la atrocidad de los mismos. Una CONADEP para los periodistas, por solo mencionar lo que se está proponiendo en los últimos días, no puede significar otra cosa que una amenaza a la libertad de expresión. Impensable en las políticas alfonsinistas. Es una falta de respeto a las víctimas y al dolor de sus familiares. También a  la inteligencia y sensibilidad de los argentinos. Es una maniobra de presión a la que se prestan jueces que hacen de su magistratura una trinchera partidaria. Es un intento de anular la diversidad de opiniones y el libre ejercicio del debate público. No habrá República sin prensa libre.

Alfonsín no es de todos porque quienes creen que el Poder Judicial debe ser un apéndice del Poder Ejecutivo, o un instrumento al servicio de la política, o yendo más allá proponen una reforma constitucional para modificar la independencia de los Jueces, están en las antípodas de su pensamiento. Que no haya dudas.

Alfonsín no es de todos porque él jamás permanecía neutral cuando se violaban los derechos humanos en cualquier geografía del mundo. Quien dice inspirarse en sus ideas no debería esconder debajo de la alfombra el informe Bachelet sobre Venezuela.

Alfonsín no es de todos porque aquellos que reivindican la violencia de décadas pasadas y proponen su resignificación, o azuzan las asperezas de los tiempos presentes, no están interpretando su prédica de la paz, tanto en el orden interno como internacional.

Alfonsín no es de todos porque quienes avalan con su voto la corrupción institucionalizada de los cuadernos, el pago anticipado de obras que no se realizan, los bolsos voladores, funcionarios que desde la nada terminan siendo grandes inversores inmobiliarios  y varios etcéteras, están decididamente ignorando su legado ético.

Alfonsín no es de todos porque quienes han violentado el sistema estadístico nacional, deben saber que tal desmesura no formaba parte de su ideario.  

Alfonsín no es de todos porque él consideraba la calidad institucional como un requisito inexcusable para la construcción de la República Democrática. ¿Cómo justificar la negación de la Presidenta Cristina Fernández a participar del acto de traspaso presidencial? (por mencionar un ejemplo), ¿Rendición? Rendición hay en las guerras no en las competencias electorales. ¿Es que acaso el amplio caudal electoral de quienes quisieron cambiar en 2015 no forman parte de la Argentina? ¿Será que la Patria es una nómina con nombre y apellido?

Alfonsín no es de todos y no debería serlo porque el mismo Alfonsín no lo pretendía. Su plegaria laica de que “cada uno vaya con sus banderas y sus próceres, con su identidad y sus propuestas, pero que dejemos un lugar más arriba para que flamee la bandera argentina” sigue estando vigente.

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