jueves 28 de marzo de 2024
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El teorema de la imposibilidad

En tiempos electorales, se sabe, los candidatos prometen menos impuestos y más gasto público, proteger a la industria y a los consumidores, cuidar el medio ambiente y crear empleo industrial, aumentar las jubilaciones y corregir el déficit fiscal, salariazo y revolución productiva, recuperar la soberanía monetaria emitiendo billetes y otras tantas contradicciones que solo demuestran que los votantes no razonan, que no les importa, o ambas cosas.

Pero entre mis contradicciones favoritas está la de un candidato con altas chances de imponerse que esta semana volvió a decir que quería un dólar competitivo y al mismo tiempo salarios reales altos, porque el país necesitaba un boom exportador para generar dólares y al mismo tiempo una masa salarial robusta para fortalecer el mercado interno.

Lamento traer las malas noticias, pero como muestran Martín Rapetti y Pablo Gerchunoff en el grafico que aquí comparto, en los últimos 80 años de historia argentina el salario real y el valor del dólar fluctuaron permanentemente, pero siempre lo hicieron en sentido contrario; cuando subía el dólar, bajaban los salarios y viceversa.

 

Fuente: Rapetti y Gerchunoff.

Este gráfico es además particularmente interesante para entender los ciclos políticos argentinos. El primer peronismo, por caso, está caracterizado por el abaratamiento sistemático del tipo de cambio real, cuya contrapartida fue el crecimiento de la capacidad de compra de los salarios, hasta que no fue posible sostener ese dólar barato, sobrevino una devaluación y desapareció por tanto la ilusión de los altos salarios. La historia se repitió en 1974, en 1980, 1985, 1993 y entre el final del ciclo K y 2017.

 

En los tres peronismos la constante fue los espectaculares términos de intercambio que experimentó el comercio exterior. El período 1946-1951 condensa los cinco años de mejores precios internacionales desde 1860 a la fecha, promediando un 44% más que el promedio histórico. Aunque es difícil escribir historia contrafáctica, no resulta arriesgado conjeturar que sin esa abundancia fortuita de divisas no hubiera existido el peronismo en argentina, como probablemente tampoco se hubiera sostenido el kirchnerismo, si no hubiera tenido el tercer mejor ciclo de precios externos de la historia.

La raíz de la imposibilidad

Sin perjuicio de que esos ciclos hayan estado apoyados en una abundancia de dólares, también existió en ambos períodos la decisión política de romper el canal de transmisión entre los precios locales y los internacionales; un factor que al mismo tiempo que causó desinversión en el campo, permitió redistribuir la suerte a otros sectores. Sobre los hombros del azar, se construyó además un relato fantástico; una de cowboys que conectó el carisma de un líder con la lluvia de recursos, convenciendo al pueblo del poder del ritual, de la mística de esa misa que se dio en llamar peronismo.

 

Pero lamentablemente no es posible compatibilizar un dólar alto y competitivo, con el fortalecimiento de los salarios, porque si el dólar está caro, lo estarán también todos los productos que pueden ser exportados o que compitan con las importaciones. Estará caro el supermercado, la ropa, los muebles, los autos, los celulares, los televisores y cualquier otro bien transable.

Contrariamente; si sobran divisas y baja el precio del dólar, los salarios también mejorarán medidos en moneda dura, pero para que el circulo virtuoso sea sostenible en el tiempo necesitamos que esa mayor disponibilidad de moneda extranjera obedezca a la mayor productividad del campo, la minería, el sector petrolero y la industria. Pensemos que entre 1880 y 1930 las cantidades exportadas se multiplicaron por 12, gracias a la combinación de un boom de inmigración, la expansión de la frontera agro ganadera causada por la campaña al desierto y cambios tecnológicos como el alambrado o el buque frigorífico. En los 50 años siguientes, en cambio, solo se expandieron un 160%, luego de dos décadas perdidas entre el ‘35 y el ’55.

Fuente: Rapetti y Gerchunof.

El florecimiento de cada uno de esos sectores depende de la inversión que reciban, que a su turno está fuertemente influenciada por la estabilidad de las normas y por la protección de la propiedad ante eventuales confiscaciones producidas por cambios en los impuestos, novedades regulatorias y restricciones a la libre disponibilidad de las ganancias.

Publicado en Clase Media, el Newsletter de Martín Tetaz el 7 de octubre de 2019.

 

 

 

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