El sistema universitario argentino está compuesto mayoritariamente por mujeres. De todos los alumnos, 57% son mujeres; de las egresadas 60% son mujeres. En todos los campos de formación mayoritariamente hay mujeres con la excepción de las ciencias aplicadas, sobre todo las ingenierías, sin embargo, en la universidad también hay un techo de cristal.
Todos los cargos de autoridades mayoritariamente están compuestos por hombres: un 60% de los cargos titulares, un 60% son hombres en el escalafón más alto del cuerpo docente y, además, otros órganos como el Consejo Interuniversitario Nacional nunca fue presidido por una mujer. Tampoco en la CONEAU -el órgano que se encarga de evaluar a las universidades- el cuerpo docente fue mayoritariamente de mujeres: sólo somos dos las mujeres dentro de un cuerpo de 12 personas. Hoy, de los 57 rectores de universidades nacionales, sólo 7 son mujeres.
Sin embargo, hay algunas noticias que nos dan cierta esperanza de que esto está cambiando. Hace muy poco en la universidad nacional de Cuyo, se instauró la igualdad y la paridad en las listas, en línea con la ley nacional de paridad de cargos electivos y, además, en los binomios de las fórmulas.
En estos días, en la Universidad de Buenos Aires, el rector introdujo para la discusión un proyecto de paridad de género dentro de las listas de cargos electivos de facultades y universidades, pero con una novedad: también en la composición de todos los jurados de la universidad, incluyendo en donde se eligen los cargos docentes. Pareciera que la universidad está acompañando este cambio por la lucha de más derechos de las mujeres.
Pareciera que las fuerzas democráticas y plurales en la universidad están ganando contra las fuerzas más conservadoras en universidades que son centenarias y en este sentido se suman a una tendencia que parece no detenerse.
