jueves 25 de abril de 2024
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Bolivia no es lo que parece

No es un mundo que ingresó a un paraíso social desde que es gobernado por Evo Morales, un aymara y por eso mismo reivindicador de siglos de opresión blanca por sobre la mayoría aborigen. En rigor hay tensiones entre las múltiples etnias que habitan ese suelo tan andino, tan amazónico, tan chato en los bajos, y tan fértil para el cultivo de la planta de coca.

Evo Morales cimentó su carrera compleja hacia la presidencia en los campos cocaleros del Chapare. Ahí se cultiva la hoja que se convierte en coca refinada para el consumo ilegal. En cocaína. Hay otros jefes cocaleros en los Yungas, enemigos jurados de Evo, instalados en las cúspides escabrosas próximas a La Paz. De acuerdo a la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) la mayor parte de la producción de la coca de Los Yungas se comercializa en el mercado legal, mientras que en el caso del Chapare menos del 10% tiene el mismo destino.

Evo Morales Ayma, fue y sigue siendo un futbolista de pierna fuerte, y mañas diversas. Cuando juega un partido suele faulear a sus rivales y llegó incluso a golpear a alguno con el puño cerrado. No tiene buen carácter. Y nadie se atreve a discutirle jamás en un campo de fútbol.

Tiene una costumbre, muy bien descripta por su biógrafo argentino Martín Sivak. A sus amigos, los llama “Jefazo”. “¿Cómo estamos jefazo?”, “¿Qué hacemos Jefazo?”. Se levanta de madrugada y convoca a sus ministros a las cinco. Recorre todos los días su país en helicóptero.

Se afirma que la tasa de feminicidios en Bolivia supera el promedio de Latinoamérica que es de por sí muy alta. Evo alardea como buen macho ser un gran amante, sobre todo después de varios vasos de chicha. En la web circulan fotos del presidente en estado de ebriedad abrazado con sus cholas. Tuvo que dar explicaciones por su curioso determinismo a la hora de explicar “científicamente” su teoría del origen de la homosexualidad masculina: la ingesta de pollo con hormonas.

Evo incorporó a fuerza de una convivencia no deseada con la DEA una refutación raigal hacia la política exterior de los Estados Unidos. El presidente habría observado en el Chapare corruptelas mayúsculas por parte de los agentes que llegaban desde el Norte y que, según los evistas, más que impedir el comercio cocalero lo tutelaban en beneficio propio. Apenas llegó al poder expulsó a la DEA del país.

En el Chapare hay un conflicto que se ahonda. Es tierra sagrada para la mayoría de sus habitantes estables, pero por mandato de Evo Morales se construyó una carretera que desemboca en la frontera con Brasil. Eso profana la sacralidad de la Pachamama. Pero Evo insistió en la construcción a pesar de piquetes, bloqueos, rezos masivos y violencia reiterada.

Evo tiene un lugarteniente blanco y muy avispado: Álvaro García Linera, el vicepresidente, el monje negro, el hacedor de todas las estrategias, el encubridor de presuntos y diversos chanchullos, y el estratega electoral.

Ahora, se le animó a Evo, Carlos Mesa Gisbert, para las inminentes elecciones del 20 de octubre, cuando falten seis días para que el presidente Evo cumpla 60 años. Pero volviendo a Carlos Mesa, se trata de un hombre culto, periodista, cineasta, polígrafo, barbado y longilíneo. Gran orador y partícipe habitual de conferencias en los grandes hoteles de La Paz, donde asombra por su erudición. Es el autor de la insoslayable Historia de Bolivia, un texto minucioso que escribió -curiosamente- junto a sus padres, José de Mesa y Teresa Gisbert. Había sido vicepresidente de un hombre que gobernó Bolivia y que ganó las elecciones (a Evo Morales en el año 2002) a pesar de hablar con un marcadísimo acento norteamericano: Gonzalo Sánchez de Lozada, el Goñi, quien tuvo que renunciar enseguida acosado por un millón de conflictos. Carlos Mesa asumió el 17 de octubre de 2003 y gobernó hasta el 9 de junio de 2005. A Carlos Mesa se lo recuerda como a un presidente intelectual, no muy pragmático, aunque honesto.

Tras el referéndum de 2016 en el que se requirió la opinión popular en relación a una nueva reelección de Evo, que la Constitución no permite, todo se enrareció. Perdió. La mayoría dijo que No a una nueva postulación de Evo. Lleva tres períodos en el poder. Es presidente desde el 2006. Fue sucesivamente reelecto, hasta el límite le legal que le bloquea una nueva re-re-re-re.  Aspira a un cuarto mandato, lo que de ganar implicaría una estadía de 19 años en el poder. Lleva 13 en el Palacio de El Quemado. Pero Evo omite ahora el referéndum y se presenta igual como candidato. El Tribunal Superior Electoral (TSE) dictaminó que Evo podría presentarse. En una “conferencia de prensa”, en la que no se admitieron preguntas, Evo afirmó que habría de presentarse a una nueva elección porque esa opción es un Derecho Humano. Y se presentó.  Hay muchas manifestaciones en todo el país bajo la consigna, “Bolivia dijo No”, en relación a la desobediencia del presidente. Son marchas coloridas, suenan cacharpayas y tambores. Circulan en derredor de las plazas principales y se hacen oír. Pero también hay marchas múltiples en favor de Morales.

Las encuestas, con todas las dudas que generan, lo dan ganador a Evo de todos modos, vencería en la primera vuelta a Mesa pero no le alcanzaría para evitar la segunda vuelta. Y en un ballotage todo se complicaría para el oficialismo. La oposición es múltiple, diversa, algo anárquica pero potente.

Carlos Mesa era respetado estratégicamente por Evo, al punto de que lo había nombrado “Secretario del Mar”. Con ese rango Mesa encaró el histórico reclamo boliviano por la salida al mar ante Chile y ante la Corte Internacional de La Haya. Pero no fue escuchado. Al fin, tras ese traspié, decidió presentarse como candidato opositor, y es desde entonces blanco de todos los ataques del aparato propagandístico del evismo. Pero no fue encarcelado, como otros varios opositores. Es honesto. Desafía a Evo, pero Morales jamás se da por vencido.

El milagro económico boliviano, desde cierto punto de vista, existe. No hay inflación. Algunos enemigos acérrimos del gobierno afirman que Evo maneja un narcoestado. No es fácil probarlo. La minería, el histórico bastión económico del país es un sube y baja. Hay un duelo abierto entre los sindicatos mineros y Evo. No se quieren mutuamente, se recelan. La producción gasífera, atraviesa una crisis. La nacionalización de los Yacimientos Carboníferos Fiscales secó inversiones y llenó los bolsillos de varios cortesanos. Como sea, el subdesarrollo es profundo, las desigualdades hondas, y las tensiones entre quechuas, aymaras y cambas (los cruceños) palpables.

Habrá que ver si de verdad Bolivia le dice que no a Evo o si otra vez le dice sí.

 

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