miércoles 24 de abril de 2024
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Hermanos en las orillas de lo onírico

Hay algo en la naturaleza que actúa como un dialecto. Todo en ella es indeterminación, cambio, y al mismo tiempo búsqueda de equilibrio y orden. En ese dialecto de la naturaleza caben la experiencia artística y la política, la práctica piadosa de la religión y las perversas formas de la violencia humana.

Si bien ha perdido en los últimos tiempos su pequeña y falsa refriega contra la cultura, el sustrato natural pervive en la experiencia humana y explica alguna de sus decisiones, de sus actos estéticos, de sus miradas particulares.

Mucho de ese potencial de la naturaleza, que incluye al animal humano, está instalado y se percibe en el clima de Ausente continuo, la muestra de los hermanos Leonardo y Nicolás Trombetta en la galería Praxis de Buenos Aires.

El dialogo entre ambos es una continuación del vitalismo infantil compartido en Mar de Ajó y de la relevancia que el mar, la arena, los materiales y las personas han tenido en sus biografías, desplegadas en tiempo y espacio.

Las fotografías de Nicolás Trombetta son inquietantes. Fuera del ámbito de lo representativo, lo humano se adivina y se aprecia, aún en un juego de distorsiones y vaguedades. El propio artista es, muchas veces, protagonista invisible de la obra, vistiendo trajes estridentes que la técnica fotográfica llevará a escala de fantasma.

En las obras expuestas, tomas que ya tienen dos años, Trombetta trabaja desde un registro que mezcla realidad y ficción formando un lenguaje estético particular y conmovedor. Nada es lo que parece y al mismo tiempo todo es reconocible. Las figuras humanas, en plena realización de performances y en movimiento, son sometidas a una dislocación visual tal que toman a menudo formas animales. Los fondos de agua o de arena se asemejan a superficies planetarias extremas y desoladas.

Es interesante percibir la cámara de Trombetta como un vehículo de transformación estética. La fidelidad de las imágenes se desdibuja milimétricamente. Lo que el espectador ve es verosímil, pero no se puede describir. Las figuras trasladadas desde el aparato fotográfico se parecen a seres espectrales, a mitificaciones de series de ciencia ficción, a un monstruo de Stranger Things, a imprecisos cuerpos fundidos con el agua, con la arena y con el entorno natural.

La continuidad del diálogo se da en las esculturas de Leonardo Trombetta. La evolución en el trabajo con los materiales y su concepción experimental llevaron al artista al abandono de sus tradicionales trabajos en cerámica Raku para pasar al metal, la fundición y, en un grado más osado, a la parafina. El trabajo más logrado de esta exposición es, sin dudas, “El naufragio de la medusa”, un díptico en composición que transmite, a partir del juego de los materiales y de la crudeza impactante de las figuras humanas, la inconfundible sensación de estar viviendo una situación límite. La base de parafina, trabajada a base de cincel y soplete para alternar texturas, sirve de soporte y vehículo a la vez, sosteniendo la situación dramática desde su transparente blancura. Sobre ella, un grupo de figuras humanas retorcidas, fundidas desprolijamente en plomo, pugnan por un lugar, por no caer, por no empeorar aún más su realidad.

Los cuerpos que se agolpan remiten a dos escenarios distintos pero igualmente angustiosos. La primera referencia, histórica y artística se dispara hacia la pintura de Théodore Géricault colgada en el Museo del Louvre en París; la otra, más actual y por eso más sensible, al salto al vacío del mar que funda el permanente intento de migrantes africanos por llegar a Europa, o de cubanos bregando por llegar a costas americanas. El desgarro de la radicalidad de estas decisiones está entero en la obra de Trombetta, dejando entrever los matices de las conductas y la ferocidad de la superviviencia del animal humano.

En espejo con esta escultura se encuentra la única obra de la exposición en donde participan ambos artistas. Si Ausente Continuo puede leerse como una conversación, este trabajo es su parte más íntima, la que ocurre dentro de la misma habitación. El fondo de un paisaje antártico, trastocada su blancura en un negror casi absoluto, se asemeja a un territorio lunar, solitario y extenso. La escultura de Leonardo, la única que mantiene el recurso de la cerámica Raku, impone su triple dimensión saliendo del fondo, ambiguo en su pertenecer a ese mundo y al mismo tiempo confirmando que es el único habitante posible. La relación natural entre ambas texturas es profunda y climática, casi sonora, una especie de murmullo vacío del paisaje, una improbable música hecha de imágenes y espacio.

La conversación entre Nicolás y Leonardo Trombetta es, también, la del tiempo de los oficios. Yendo desde la inmediatez de segundos de la toma fotográfica hasta los más aletargados de la fundición y el tallado de la escultura, lo fraternal se convierte en una dialógica manera de interpretar lo típicamente humano en medio de la naturaleza.

Publicado en Revista Ñ el 11 de septiembre de 2019.

Link https://www.clarin.com/revista-enie/arte/hermanos-orillas-onirico_0_2Nwo1SK.html

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