viernes 29 de marzo de 2024
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Una visión contemporánea. El diseño nuestro de cada día

La relación entre el diseño y otras manifestaciones del arte viene de lejos y está recubierta por un entramado rico y complejo de cuestiones que, cada tanto, se actualizan. De la mano de Tomás Maldonado, las discusiones argentinas sobre las características artísticas del diseño y sobre sus potencialidades para licuar el imperativo estético de una época superando las fronteras entre arte, diseño y política animaron la vida cultural de Buenos Aires en la década del 40 del siglo pasado. Por su carácter social, íntimo y particularmente cotidiano el diseño no podía subalternizarse frente a formas supuestamente superiores del arte, como la pintura o la escultura. La discusión se cerraba con una sentencia inexpugnable, todas las formas creadas por el hombre tienen la misma dignidad.

La importancia social del diseño y su capacidad para involucrarse con otras dimensiones de la experiencia son el centro argumental de la actual exposición de la Fundación Proa. Bajo el título El diseño en acción. Intersecciones contemporáneas, la propuesta es al mismo tiempo una jugada conceptual y artística.

Las intersecciones entre arte y política, no siempre expuestas con la franqueza necesaria, encuentran en esta exhibición una reinscripción virtuosa y experimental que, a un tiempo, no se desentiende del objetivo central de difusión artística que legitima a la institución. Lograr esta conversación no es siempre sencillo y la muestra de Proa lo logra con creces, apelando a la inteligencia.

El diseño en acción se divide en tres espacios expositivos que responden al hilo común pero se independizan en la búsqueda de respuestas rastreando posibilidades, prácticas y soportes distintos.

En la planta baja, recibe al visitante una exhaustiva línea de tiempo realizada por Larisa Mantovani en la que, a modo de guión general de la exposición, se detallan los momentos relevantes y los hitos históricos y culturales del diseño argentino, teniendo en cuenta dimensiones convergentes como la aparición de las escuelas técnicas, la profesionalización universitaria del diseño y su relación con el mercado. Esta aproximación pedagógica, todo un clásico en Proa, ayuda al espectador a ordenar el recorrido y darle un sentido cronológico a lo que vendrá.

En las otras salas de la misma planta, Martín Huberman y Olga Martínez trabajaron la curaduría desde las perspectivas de la arquitectura y de la cerámica, respectivamente.

El espacio dedicado a lo arquitectónico y urbanístico es el más complejo de la exposición y se encuentra unido por un interrogante central. Tomando tres leyes de mucha influencia sobre el uso del espacio, la habitabilidad y el manejo de los residuos, la pregunta gira en torno a la relación entre la realidad y la ley. Esta sección de la muestra problematiza el código urbano y el tratamiento de la basura mostrándolos en su desnudez, lo que significa por un lado exhibir sus costados débiles, pero al mismo tiempo observarlo como una respuesta a las novedades sociales, demográficas y urbanísticas. La serie de fotografías de CAZA Estudio + MAPA mostrando las potencialidades y los límites de los departamentos que cumplen los requisitos mínimos de medidas fijadas por la ley, son al mismo tiempo una demostración de creatividad y una evidencia del absurdo.

Otra obra, la de Fernando Schapochnik, es la que en mejor grado combina la preocupación conceptual del curador con la resolución artística. Una serie de fotos tomadas desde arriba a un grupo de ocho volquetes con distintos tipos y cantidad de basura se une a un video en el que el artista sigue el rastro de su propia basura mostrando en esa trazabilidad el recorrido y la perdurabilidad de lo que cada uno de nosotros desecha. La combinación de los soportes y la idea visual de esta obra es una hermosa síntesis de lo lograda que está la exposición en Proa.

Olga Martínez explora otra faceta del diseño. Enfatiza más sobre lo material, en este caso la cerámica, y demuestra su ductilidad y su condición relacional frente a lo real cotidiano. La elección de la curadora cubre el amplio espectro de posibilidades del material, desde lo ancestral hasta la incorporación de tecnología más sofisticada en 3D. Dos obras destacan desde el punto de vista artístico. Leila Córdoba trabaja un verdadero espectáculo de cerámicas. Su presentación en horizontal y en el piso le da una profundidad visual interesante y la composición de la obra sugiere un paisaje, con sus diferencias de tonalidad, texturas y brillos que son los mismos que los de la naturaleza. La obra es, al mismo tiempo, una relectura de los problemas originales. La convivencia de utensilios y vajillas más comunes con figuras abstractas y hasta con construcciones oníricas se repregunta sobre la utilidad del diseño y sobre el alcance de su valor estético.

En un plano bien distinto, la obra del versátil Santiago Lena, de título “Húmedos”, apela a un tratamiento más originario del material y su resolución visual resulta muy diferente. El espectador puede recorrer la obra, reconocer su humedad y hasta sentir de algún modo su vitalidad y su relación con el espacio de exposición. De hecho hay actualmente una obra de la misma serie en la muestra La marca original en el CCK y las diferencias de luz ambiental proponen al espectador dos experiencias bien diferentes.

La muestra continúa en la planta alta, con una serie de trabajos basados en el diseño de indumentaria. Las inquietudes a las que responden las obras son, en este caso, ambientales, biotecnológicas y de género. Los diseños intentan dar cuenta del amontonamiento de dificultades generadas por el proceso antropocénico de domesticación de la naturaleza y logran dar soluciones estéticas y de sustentabilidad.

La curaduría de María Laura Carrascal logró un hilo muy interesante que es el de mayor visualidad de la exposición y el espectador, con solo entrar en la sala, se encuentra en medio de un ambiente hipnótico. Los distintos trajes, la diferencia de los materiales y la fuerte paleta de color genera un espacio plástico independizado de lo conceptual y que se encuentra reforzado muy inteligentemente por tres pantallas de video a tamaño casi natural en el que se suceden imágenes móviles de modelos posando con distintas vestiduras.

La obra de Lucía Chain, siempre experimental, resume la propuesta combinando criterios estéticos, prácticas sanas y conceptos contemporáneos. Sus teñidos orgánicos tienen una terminación impecable y la idea de ropa biodegradable que se entierra cuando no se usa más y se integra en la tierra, es al mismo tiempo un arte y una filosofía.

Camila Milessi y Emiliano Blanco, de Kostume, presentan un enterito sin género y multifuncional. Se trata de una prenda intercambiable y móvil, con partes que se separan y se convierten en otra cosa. El diseño es cuidado y el amarillo impactante del modelo presentado en PROA genera, en contraste con los maniquíes negros, un efecto visual interesante.

Como es costumbre, la muestra de Proa se activará con distintas charlas y debates con especialistas e investigadores, lo que refuerza el rol del espacio en la comunidad y su potente impronta de intervención.

Publicado en Revista Ñ el 12 de mayo de 2019.

Link https://www.clarin.com/revista-enie/arte/diseno-dia_0_rH3FNbPYR.html?fbclid=IwAR17To6dBcdroA1G9SATwOt7ZXXt-4UhBU6KSELV0gxA8HKOCX_LZPxW4U0

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