jueves 25 de abril de 2024
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Latinoamérica, ¿y ahora qué?

Todo cambia, todo cambia. Un continente impregnado de populismo de izquierdas está en retroceso, se callan sus caudillos o su destino es la cárcel. Pero lo que no se sabe es hacia dónde va este costado de la Tierra. Todo por el triunfo previsto de Jair Bolsonaro en Brasil, que como se sabe, se ha pasado declarando frases de racismo, xenofobia y homofobia y no ha prometido ninguna idea económica.

¿Por qué los brasileños votaron a Bolsonaro?

Las razones son muchas y entendibles. En primer lugar, estaban asqueados de la corrupción que estuvo manipulada por el Partido de Lula y Dilma Roussef rodeados de opulencia, una izquierda ladrona. Segundo, la caída económica de los últimos cuatro años ha sido considerable y obligó a regresar a la pobreza a aquellos que habían podido ascender. La desconfianza en otra chance electoral para el PT llevó a la sociedad a retraerse y dudar.

Tercero: el miedo a la delincuencia, a la violencia extrema con 60.000 muertos por homicidio el año pasado, un indicador mayor que el de México con en la pelea por el negocio de la droga que mata sin descanso. Bolsonaro sugirió hasta la semana pasada que la gente debería ir armada, para defenderse y torturar al delincuente para conocer a sus cómplices y sus objetivos.

En cuarto término, sin duda que pesó el “que se vayan todos los políticos”, un lema anarquista como el que tuvimos en la Argentina entre el 2001 y el 2002. No les importó que al votado se maravillaba con los trajes militares (él mismo pasó por el Ejército) y hablara maravillas de la Dictadura Militar (1964-1985) que gobernó con mano de hierro largos años.

Un poco de historia confirma que a la sociedad brasileña no le disgustan los caudillos fuertes y arrogantes.

Basta recordar a Getulio Vargas, creador del Estado Novo en 1930 y después mezclado con un poco de fascismo, contubernios políticos y caprichos. Lo seguían sin chistar, confiando en el líder. De esa manera Vargas creó una infraestructura industrial nativa que en la Argentina la propuso Federico Pinedo (abuelo) pero fue cajoneada por los radicales en el Congreso. Por supuesto: todo su mentado fascismo desapareció cuando arregló con Estados Unidos en tiempos de la Segunda Guerra Mundial instalar una base naval en Brasil junto con la participación de infantería en Europa (murieron 4.000 brasileños sólo en la batalla de Monte Cassino, en Italia, entre enero de 1944 y mayo del mismo año). Esas facilidades a cambio de dotar a Brasil de armamento de última generación y establecer buenos vínculos con Washington. No es azaroso que Bolsonaro mantenga a Donald Trump como una figura referencial: los dos mienten, se oponen a los medios de comunicación y asoma el proteccionismo.

Con los años también fueron permisivos con los carteles promocionales de algunos gobernadores que se sinceraban con el “roba Mais Face” (roba pero hace). Pero parece que se cansaron de tanto robo manifiesto y procaz del PT porque no venía con “facer”.

No obstante los factores de zozobra, el PT, una agrupación

castigada por la realidad y con Lula en la cárcel ganó a casi el 45% de los votantes, y esa cifra no es una pavada. Traducido al hecho político cotidiano, al PT le queda bastante tiempo de vida, si cumple su función opositora en el Parlamento y se prepara, paso a paso (medido) para la próxima elección. Hay quienes dan por fenecido al PT pero ni en la vida cotidiana ni en el mundo de los liderazgos hay certezas absolutas. En medio de la desesperación por perder el ballotage algunos líderes del PT acusaron al Lava Jato porque las condenas sirvieron a la aparición de Bolsonaro en una bandeja de oro. De los delitos cometidos, el llamado “mecanismo” no hablan. De aquello que llaman “ecuanimidad de los distintos poderes de la democracia” no se acuerdan. Aunque muy lejos de la verdad no están. El Lava Jato, a cargo de Sergio Moro, un juez de provincia, fue la sepultura del PT.

Era Bolsonaro o Haddad, no había otras opciones de peso. Y triunfó el diputado gris, que a lo largo de 26 años nunca presentó un proyecto transformador en el Congreso. Y supo aprovechar el momento exacto en el país exacto a su medida. No asustó a la población negra ni a los homosexuales. Por lo visto votaron a Bolsonaro sin chistar. Las sociedades tienden a comportarse con irracionalidad más que con ecuanimidad, sólo para que alguien cuide de ellos.

Hay algunas promesas electorales que serán cumplidas a rajatabla, por lo visto. Se rodeará con sus hijos, también legisladores, generando un nepotismo que parece que poco le importa. Y los ministros serán, en gran proporción militares, como se sabe poco preparados para entender lo que pasa cotidianamente.

Mauricio Macri lo saludó, preocupado por el intercambio entre los dos países, especialmente el automovilístico, defendiendo la vida del Mercosur. También lo hizo Sebastián Piñera desde Chile. e Iván Márquez desde Colombia, por eso de que lo que los une es el pensamiento liberal extremo de la escuela de Chicago que, poco más, poco menos los iguala, salvo Argentina. A partir de allí se hablo de la creación de un bloque de derechas. Ocurre, sin embargo, que no es una derecha inamovible porque Bolsonaro ha demostrado ser de extrema derecha, a tal punto que intelectuales y especialistas alrededor del mundo lo definen como un “fascista”.

¿Cumplirá Bolsonaro con todas sus promesas? ¿O a lo largo de los días irá olvidándose de sus consignas? Nada puede predecirse. Pero determinadas propuestas sin duda serán cumplidas.

La de rodearse de militares, por ejemplo. la de convertirse en un Tomás de Torquemada (1420-1498) cuando se trate de la fe religiosa (tanto de católicos como de evangelistas), cuidando los “valores” de las familias tradicionales. La deforestación del Amazonas la seguirá adelante para satisfacer a sus amigos terratenientes del campo que portaron para su campaña política, situación que puede llevar a un desastre ecológico.

Los empresarios brasileños y argentinos están con el porque prometió reducir la deuda pública, evitar el déficit fiscal, tratar bien a las compañías cortando la carga tributaria. Y que el resto lo haga Paulo Guedes con sus buenas relaciones con Wall Street y los agentes financieros del mundo, firmando acuerdos bilaterales, fortaleciendo negocios con Estados Unidos, Israel y Corea del Sur. A tal punto promete amor que, igual que Trump, llevará su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalem, una estrategia inicial de Netanyahu para conformar a sus votantes religiosos (suman millones) recogiendo, eso sí, el odio del mundo musulmán.

Latinoamérica es un continente en desorden, lo mismo que ocurre en el resto del mundo. Los migrantes hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, salen en caravana, a pie o en colectivos rumbo a los Estados Unidos, donde los espera el cierre de la frontera a punta de pistola. Parten con desesperación, como los sirios y subsaharianos que se dirigieron a Europa.

¿De que escapan? De la falta de trabajo, del hambre y de la inseguridad. Son países donde las “maras” criminales imponen condiciones a los gobiernos, que cumplen con los pedidos por temor la muerte. Las “maras” surgieron en la colectividad salvadoreña en los Estados Unidos, donde aprendieron a adueñarse de territorios callejeros y pelear por espacios para la distribución de drogas.

Cuando regresaron a su país llevaron aquel mundo mafioso y criminal identificado por sus tatuajes, al estilo de las mafias europeas y rusas. Pero además son países hundidos por la pobreza, desde el fin casi de la presencia de la United Fruit creada a fines del siglo XIX. Dado que era un fruto que los norteamericanos descubrieron por la época, la United Fruit creó plantaciones en toda Centroamérica y trazó líneas ferroviarias para llevarlas a los puertos. Donde esperaban barcos de la compañía. De allí el término despectivo “república bananera” para calificar a los países aliados a empresas extranjeras que tienen una fuerte influencia en los destinos del país.

Publicada en El Cronista el 30 de octubre de 2018.

Link https://www.cronista.com/columnistas/Latinoamerica-y-ahora-que-20181029-0092.html

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