viernes 19 de abril de 2024
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Todo dependerá de la reacción de la sociedad

Hay un viejo refrán que sigue divirtiendo a los vieneses desde los tiempos en que la ciudad fue cercada por las tropas turcas: “La situación es desesperante, pero no seria”.

Los vieneses intuían que las tropas del sultán estaban agotadas y en algún momento, pero sin saber cuando, se retirarían del cerco sobre una de las ciudades más importes del centro de Europa. Y para burlarse del peligro crearon las medialunas (la bandera del enemigo) y las engullían en las puertas del centro urbano. Hoy, ese humor entre angustiante y esperanzador podría aplicarse a la Argentina. Me subo a un taxi durante la semana (diferente son los fines de semana) y le comento al conductor que veo menos autos de lo habitual. “Jefe -contesta- no hay actividad, no hay apremios con los bancos, la nafta cuesta muchísimo”. Toda una reflexión simple y popular.

La inestabilidad neurótica del dólar parece desvanecerse frente a la realidad de la actividad industrial que, según los expertos, está produciendo a un 60% de sus posibilidades. El mes pasado, uno de los dirigentes de la Unión Industrial señaló: “Este mes muchas empresas pagarán los salarios, pero no los impuestos y el resto de sus obligaciones. No pueden”. Pero no es solo cuestión de la recesión, el país productivo (incluyendo a la industria y al campo) está aplastado por la carga impositiva. La más alta de la historia argentina. Que representa el 50% (en la mayoría de los sectores) del valor de venta de la mercadería. No es absurdo escuchar que para sobrevivir frente a esta contingencia, muchos industriales y comerciantes le escapan a la ilegalidad y se refugian en la economía negra. Por eso, cuando un comprador masivo pide precio el proveedor le contesta que no sabrá su precio hasta dentro de una semana, quizás, tal vez. Quiere decir: “No hay precio seguro”. Por supuesto, esa duda no solo está relacionada con el dólar sino con innumerables factores de una economía enferma.

Y el gobierno vuelve a exagerar. Presentan un Presupuesto 2019 al Parlamento que es poco creíble. Por el momento prometen el paraíso: el gasto social, la obra pública, el equilibrio fiscal se ubicarían por debajo de la inflación. Prevén una caída del Producto Bruto Interno del 0,5% y una inflación del 23% más un dólar a 40 pesos y monedas. Si, ya sabemos, todos los presupuestos nacionales, siempre presentan una luz de esperanza exagerada, aunque los hechos no lo demuestren. Y la mayoría de las veces tropiezan con una realidad que cambia, que en distintas oportunidades camina, pero con muletas.

Pero si en este 2018 podemos bordear el 40 y pico de inflación anual y ya tenemos un dólar rondando los 40 pesos, el mismo proceso puede trastocar las buenas esperanzas. Eso lo determinará el tiempo y la forma de conducción del gobierno. Mucho hay que temerle a los funcionarios “iluminados” que creen que están fabricando la felicidad futura. Porque el país y la sociedad son inestables, imprevisibles. “Tenemos el desafío que este sea el inicio de un proceso que perdure en el tiempo, el de la consolidación fiscal”, enuncian desde la Casa Rosada. Los semáforos pueden prenderse verdes o rojos, dependiendo de cien factores. El más importante sigue siendo la confianza en los que manejan la economía y la sociedad.

El gobierno cree que, con las obras de PPP (participación público privada) crecerá la infraestructura en un momento en que el sector de la construcción padece una seria paralización (lo dicen el gremio y también los empresarios).

En un tema, el gobierno salió con seriedad e indudable inquietud a enunciarlo: la deuda pública representará a fines del año que viene el 87% del Producto Bruto Interno. Consideran que para diciembre de este 2018 se proyecta un incremento de casi treinta puntos. No es para menos. Sin el apoyo del Fondo Monetario Internacional y algunas inversiones, Mauricio Macri camine con dificultad y con muletas. Incluso teniendo en cuenta mucho más de la promesa de contención y de ayuda en todos los trámites de Donald Trump y Ángela Merkel. Otro paso que darán las autoridades es reducir por miles los puestos de trabajo en el sector público. Notable: cuando Cambiemos tomó el poder, Macri duplicó la cantidad de ministerios, que implicaba un costo elevado con la posibilidad de que, sin mucho control, se le abriera la puerta a la corrupción.

Hoy pareciera que hay un plan organizado para despedir personal en distintas áreas públicas. El despedido no tendrá varias chances de trabajo en el mundo privado. Las empresas solo piden personal muy especializado.

Pese a las manifestaciones continuas y masivas el gobierno ha decidido parar proyectos de obras públicas y con ese caudal importante de dinero aumentar la ayuda social. Es como si de pronto tomaran conciencia que la pobreza va en aumento y los reclamos pueden desbordarse. Se ha dicho que algunos saqueos en el Gran Buenos Aires y en el interior fueron programados o alentados por los militantes kirchneristas pero no se han presentado pruebas concluyentes. Lo único que dijo Patricia Bullrich fue que se robaron productos que nada tenían que ver con la canasta familiar. Es posible que haya sido así, pero alguna mente barrial puede pensar lo contrario: muchos argentinos comen, como corresponde, una sola vez al día. No en vano que las autoridades oficiales han aumentado los presupuestos para los comedores caritativos.

Es decir, en estos días de cierta tranquilidad hay que estar atento a los intentos de desbordes sociales. El gobierno lo sabe. Por eso no reprime ni impide las movilizaciones que paralizan parte de la ciudad capital. Evitan que haya heridos o muertos. La CGT promete un paro general para el 25 de septiembre. El Triunvirato que lo dirige tuvo que hacerlo, superado por el petitorio de las bases. Estamos hablando de un Triunvirato “civilizado”, que no rehúye el diálogo con el gobierno, que sabe pedir y mide todas las consecuencias.

En medio de la desorientación se escucharon voces extranjeras y locales que dieron como muy fácil y adecuado dolarizar la economía. Un amigo me comentó, al respecto: “Yo no tendría ningún problema con la dolarización. Eso sí, siempre y cuando contemos con el respaldo de la Reserva Federal de los Estados Unidos y además que Washington vuelva al patrón oro porque ¿quién respalda al mismísimo dólar?”.

Los argentinos ya tuvimos una semi experiencia vinculada con la dolarización. Cavallo lo hizo con la Convertibilidad, un peso igual a un dólar, un invento de laboratorio poco creíble pero que la sociedad “compró con alegría”. Junto con ello Carlos Ménem privatizó toda empresa estatal que tuviera a mano, las regaló. Fue un desgarro que todavía duele.

Ya en 1992 se sabía que los negocios favorecidos por la Convertibilidad se evaporarían cuando los dólares dejaran de llegar. Y eso fue lo que pasó. El “tequilazo” mexicano encontró en 1995 una salvación con un préstamo norteamericano por 50.000 millones de dólares. Pero la moneda extranjera escapó de todo el nuevo continente latino y especialmente de la Argentina en 1995. Y la Convertibilidad, que siguió siendo votada sabía de su muerte anunciada. Por lo menos así lo avizoraba un puñado de técnicos valientes. La mismísima Alianza ganó las elecciones conservandolá, pese a las críticas del Jefe de Gabinete Rodolfo Terragno y de Eduardo Duhalde en el peronismo. Terminó muy mal, con una pobreza de la población del 50% en el 2002, con un default que nos marcó a fuego en el mundo, generando una desconfianza acendrada en los inversores, con los perjudicados golpeando las puertas de los bancos y los muertos por la represión.

Aquí es donde hay que detenerse y darle la palabra a sociólogos, antropólogos y psicólogos. Es la sociedad argentina la que pide salvación a cualquier precio, que exige lo imposible, que se siente feliz si consigue larguísima (y anormales financiamientos) y busca conocer el mundo gastando millonadas. Porque aún siendo Ménem el victimario, el causante de tanta desgracia, cuatro millones y medio de habitantes lo votaron en el 2003 basados en el recuerdo de la ficción “feliz” gestada por Cavallo y si no fuera por el ballotage Néstor Kirchner no hubiera podido cumplir su sueño de poder por su escaso respaldo de votantes.

Publicado en El Cronista el 18 de septiembre de 2018.

Link https://www.cronista.com/columnistas/Todo-dependera-de-la-reaccion-de-la-sociedad-20180917-0091.html

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