sábado 20 de abril de 2024
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Santiago Leiras: “El proyecto del PRO no es de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario”

Por Luciana Berman

 

Santiago Leiras es politólogo y docente en distintas universidades del país. Es titular de una materia “Líderes y liderazgos en América Latina”, en la UBA, lo que le permite seguir vinculado a su tesis doctoral sobre los liderazgos presidenciales en América Latina. En esta entrevista, opina sobre los gobiernos en América Latina, niega que haya existido un giro a la izquierda en la última década y cuestiona la idea de un nuevo giro a la derecha en la región.

¿Hay algún concepto superador que sea explicativo de la dimensión izquierda-derecha? ¿O hay más de uno?

Creo que hay más de uno, se puede pensar en términos de democracias delegativas, democracias secesionistas o populismo, por ejemplo, aunque particularmente tengo una mirada muy crítica a los usos y abusos de este último concepto. Sin embargo, más allá de que se pueden encontrar diferentes conceptos explicativos de la dimensión, todos ellos sí tiene un común denominador que está relacionado con un especie de hoja de ruta que desarrollan los procesos de democratización en la región que se dan en condiciones muy particulares, de excepcionalidad en términos políticos y sociales. Por otro lado, dan cuenta de un tipo de liderazgo que, en ese marco, se entiende como un liderazgo de ruptura –o, al menos, con pretensión de ruptura– en términos ideológicos, de relato político y de definición de políticas públicas en cuanto a su contenido. Los términos que están arriba de la mesa son variados pero forman parte de algún común denominador que tiene que ver con la definición más o menos compartida de cómo es el proceso político que ha vivido la región en los últimos años.

Entonces, ¿qué define a la izquierda y a la derecha?

Lo primero que se podría plantear en términos de la definición de izquierda y derecha está relacionado con el contenido de la política pública: la izquierda plantea políticas fundadas en algún principio de igualdad y la derecha plantea una serie de políticas públicas que, en principio y por definición, se aproximan más a la idea de libertad. En ese sentido, se podría decir que la frontera izquierda-derecha no es tan borrosa pero sí está pensada en estos términos de la vieja/nueva o reeditada discusión con respecto al debate entre libertad e igualdad. Entonces, aún en el contexto latinoamericano se puede decir que esa coordenada existe como tal. De ahí, ya empiezan a entrar en juego ciertos matices que tienen más que ver con la experiencia latinoamericana: visiones más movimientistas o republicanas. Ahí ya hay dos grandes coordenadas: izquierda y derecha, por un lado, y movimientismo y republicanismo, por el otro. El panorama se hace, entonces, un poco más complejo.

¿Es más acertado hablar de izquierdas y derechas en plural?

Sí, sobre todo si se incorpora la variable institucional. Desde el lugar de la izquierda, suponiendo que aceptamos la definición del giro a la izquierda en América Latina, el panorama es variopinto. Un panorama es la izquierda en un país como Chile, Uruguay o mismo Brasil en diferentes contextos, que se aproxima a la idea de una izquierda del tipo socialdemócrata. Otro panorama es el de la izquierda en Venezuela, Perú y Ecuador, que se asocia más a la idea de una izquierda radical o nacional-popular. En el medio está Argentina. Cuando yo estudiaba Economía tenía un profesor que, cuando explicada los sistemas económicos hablaba de tres: el capitalismo, el socialismo y la Argentina. Uno podría aplicar esa anécdota a este proceso también, pensando en diferentes tipos de izquierda y la Argentina: si uno piensa la experiencia de estos últimos años como una experiencia de izquierda, la idea de una izquierda socialdemócrata se aplica en los primeros años del kirchnerismo y la idea de una izquierda más radical a los últimos. Pensar en el giro a la izquierda en América Latina reconoce todos estos matices.

¿Hubo tal giro a la izquierda en América Latina?

Yo sostengo que más que un giro a la izquierda, hubo un giro al centro. Si uno piensa la idea de un giro a la izquierda en términos de algún tipo de transformación radical que involucre las propias relaciones de producción, no hubo nada parecido ni nada que se aproxime a una transformación de ese tipo. Ni siquiera las experiencias más radicales que uno puede encontrar en la región. Lo que sí me parece que hubo es un giro al centro, teniendo en cuenta el corrimiento del panorama de los noventa del consenso neoliberal hacia políticas más sociales más o menos focalizadas, sin que eso necesariamente venga a poner en cuestión lo que es el modelo capitalista de desarrollo. Lo que se encuentra, en todo caso, son variantes más estatistas de capitalismo, más desarrollistas, que no dejan de ser experiencias capitalistas al fin. Lo que hay, entonces, es una especie de combinación de políticas market friendly y políticas sociales. Quizás esto es más claro en las variantes socialdemócratas de la izquierda porque en las otras hay más acento en lo social y no son tan market friendly, como los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Aún así, habría que hacer algunas distinciones al interior de estos ejemplos: son un poco más prolijas y ortodoxas las opciones de Ecuador y Bolivia en términos de manejo fiscal que Venezuela. Por eso digo que, más que pensar en un giro a la izquierda, habría que pensar un giro al centro; si lo vemos en el continuo izquierda-derecha, sí, hubo un giro a la izquierda desde la derecha, pero considero más acertado decir que hubo un giro hacia las políticas sociales más o menos focalizadas y más o menos universales.

Venimos hablando desde las élites políticas. ¿Qué pasa con la ciudadanía? ¿Hubo también un giro allí?

La ciudadanía ha acompañado este tipo de procesos. En esta última década, el acompañamiento ha tenido más que ver con cierto modelo de desarrollo que ha potenciado sobre todo el consumo y que ha permitido incorporar a algunos circuitos formalizados de la economía una cantidad de segmentos que o habían quedado fuera de ellos y que pertenecían o algunos que directamente no pertenecían y no pertenecen por generaciones. En ese sentido, el acompañamiento con la posibilidad efectiva de participar en ese esquema de desarrollo ha sido un poco más inclusivo que lo que fue el mundo de los noventa. Esa es la actitud que se puede encontrar desde el punto de vista de la ciudadanía de clase media. La actitud de los sectores más populares ha sido otra por el tipo de relación que se entabló con las clases políticas de tipo más particularista o clientelar que se dio a partir de una serie de políticas públicas que se han implementado en la región.

Pensando un poco en lo que estuvo pasando estos meses con la derrota de Evo Morales en el referéndum para reformar la constitución y ser reelecto, la destitución de Dilma Roussef en Brasil, las marchas en Caracas en contra de Nicolás Maduro, las victorias de Pedro Kuczynski en Perú y la de Mauricio Macri en Argentina, el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, ¿podemos hablar de un nuevo giro a la derecha?

En principio, todavía me parece prematuro afirmar que haya un fin de ciclo, incluso por cuestiones electorales: la mayor parte de los procesos electorales se van a dar entre el año que viene y el 2019. Tal vez lo pondría más en términos particulares del contexto argentino: el modelo en Argentina no terminó todavía, no sé si esto es trasladable al resto de la región. Me parece que lo que estamos viviendo estos meses con el gobierno de Cambiemos es una etapa en stop and go del modelo que empezó a finales de 2001 y principios de 2002 con un ajuste inicial del default a partir de la deuda pública y la devaluación y pesificación posterior. En ese sentido, me parece difícil hablar de un giro a la derecha en la medida en que ese modelo no terminó: estamos en una fase típica de ese modelo distributivo que empezó en 2011 con el estancamiento de la economía y ciclos alternativos de ligero crecimiento-recesión-ligero crecimiento-recesión. La economía argentina no crece prácticamente desde 2011, se pasó por una breve recuperación en 2012 y 2013, la caída en 2014, nueva leve recuperación en 2015 y este año que no es un año de buenas noticias. El problema en Argentina es que la finalización de los modelos se suele dar de manera catastrófica. Hay que ver de qué manera se desarrolla esta dinámica que pueda llevar a un modelo alternativo o a alguna variante más desarrollista de este modelo.

Pero en términos ideológicos, ¿el proyecto del PRO no es un proyecto de derecha?

El proyecto del PRO no es de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario: es el típico proyecto de posmodernidad tardía, como dice el tango “mezcla de Museta y de Mimí”. Un poquito de ortodoxia, un poquito de visión desarrollista y un poquito de visión neocorporativa. Habrá que ver cómo evoluciona. Por lo pronto, si en toda esta primera etapa se podía pensar en términos de ajuste drástico y ortodoxo, es no ha sucedido. Hay una serie de políticas de shock, en el contexto de un programa relativamente gradual. El aumento de tarifas me parece una política de shock en el contexto de un programa que es bastante gradual: no hay políticas de déficit cero ni políticas de drástica ruptura, hay políticas que empezaron con el kirchnerismo y se han preservado y hasta han ampliado muchos de los programas sociales. Por eso me parece difícil todavía pensar en un giro a la derecha, al menos en términos locales.

¿Cuál es el eje ideológico del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela?

En principio el gobierno de Maduro se plantea como una continuidad de lo que ha sido el proyecto de Chávez a partir de 1999. La propia elección de Maduro se dio en un contexto que estaba acompañado por la enfermedad de Chávez, motivo por el cual fue Chávez quien decidió optar por Maduro, entendiendo que representaba su propia opción –la de preservar la relación con Cuba– frente a la opción más nacionalista del ejército que está encarnada sobre todo en la figura de Diosdado Cabello y una parte importante de las Fuerzas Armadas bolivarianas. Entonces, Maduro representa la opción histórica de Chávez pro Cuba. Claro que esto fue en un escenario anterior al restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Pensándolo en términos más ideológicos, responde a una izquierda radical como Bolivia y Ecuador.

 

¿Cuál es el trasfondo ideológico de buscar suspender a Venezuela del Mercosur teniendo en cuenta el recambio dirigencial de casi todos los países fundadores Macri en Argentina, Temer en Brasil, Vázquez en Uruguay?

En esta cuestión hay varias aristas que entran en juego. Una es la cuestión política: la carta democrática como motivo para apartar a un miembro del bloque. Como Venezuela tiene dificultades para cumplimentar ciertos requisitos de lo que se considera un régimen democrático, se ve determinado por esto. La otra cuestión está relacionada con un corrimiento ideológico del Mercosur y el uso de la carta democrática viene a encubrir esa incompatibilidad ideológica de Venezuela con el resto de los países del Mercosur. Se puede entender este corrimiento ideológico como un giro a la derecha. Esto está enmarcado en una crisis en la que el Mercosur tiene dificultades no sólo para llevar adelante un propósito de mínima como ser una unión aduanera que ha funcionado de una manera muy imperfecta sino que además las tiene para poder cumplimentar cuestiones básicas de rutina, como el traspaso de la presidencia.

 

¿Se puede hablar en Brasil de un avance de la derecha tras la destitución de Dilma Rousseff, teniendo en cuenta que encabezaba el proyecto de izquierda que había empezado Lula da Silva?

Es problemático ponerlo en esos términos, teniendo en cuenta que el presidente del Banco Central que eligió Temer fue el primer presidente del Banco Central que tuvo Lula. Lo que sí puedo decir es que el gobierno de Temer es un gobierno de transición para llevar adelante una serie de reformas que, de hecho, iba a iniciar Dilma Rousseff. Temer es un hombre de 75 años que va a llegar al final del mandato con 77 años, lo que indica que por cuestiones etarias no va a presentarse como candidato en las elecciones de 2018. Por lo tanto, es un especie de pato rengo [el pato rengo es la denominación que hace referencia a aquellos jefes del Poder Ejecutivo que no pueden ser reelectos] y habrá que ver en qué medida es capaz de llevar adelante esas medidas de transición. Lo único que hace posible que lleve adelante una política sucia que determine su papel histórico es que forme una coalición que le dé el apoyo necesario para hacer esa tarea que otro no podría hacer para ser candidato en 2018. Además, tiene poco más de un año y medio para gobernar porque en octubre de 2018 empieza la campaña electoral. Decía que es problemático plantearlo en los términos de un “avance de la derecha” porque Rousseff venía también haciendo un giro en este sentido poniendo un hombre muy asequible a los mercados financieros antes de su juicio político. Asimismo, la política brasileña es bastante pragmática: el PMDB ha sido socio de casi todas las coaliciones de gobierno de derecha y de izquierda. Y si bien Temer va a impulsar reformas tampoco estoy seguro que vayan a afectar algunas de las políticas impulsadas en los últimos años como el plan Bolsa Familia y Fome Zero (Hambre Cero), por ejemplo, porque forman parte de un paquete de derechos impulsados por la política estatal.

¿O sea que la decisión de impulsar el juicio político no tiene tanto que ver con frenar un proyecto de izquierda sino con evitar las denuncias de corrupción?

Si, totalmente. Más que querer impulsar políticas de ajuste, el juicio político buscaba frenar el avance de todas las causas judiciales. Eso en un contexto en el que distintas variables hacían posible el juicio político: si la presidenta hubiera tenido un 80% de imagen positiva, si hubiese tenido una coalición en funcionamiento, si la economía hubiese estado floreciente y si no hubiese habido escándalos mediáticos, no estaríamos hablando de este tema.

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