jueves 18 de abril de 2024
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Ya ganamos la Tercera, ya somos CAMPEÓN MUNDIAL

Después de la derrota frente a Arabia Saudita, el editor de este portal de noticias le pidió a Luis Pico, habitual colaborador de Nuevos Papeles, que escriba una nota de como había visto el partido, desde la óptica de un emigrado venezolano que sufría con nuestra selección. Luego vinieron los triunfos ante México y Polonia. Y se hizo rutina apenas terminado el partido el mensaje de WA para mantenerla. A partir de octavos, ya se incluían emoticones de emoción. Ayer llegó el pedido de la última, pero para no cortar la rutina de cara a 2026. Allá vamos!

Quiero llorar de alegría, quiero llorar de emoción, quiero que este momento inolvidable no termine nunca. Abrazate con tu hijo, con tus viejos, con tus amigos. Celebralo por todo lo alto. Sentite orgulloso. Exprimí cada instante al máximo, especialmente por los que desde el principio, en todo momento, elegimos creer.

La Argentina ganó la mejor final en la historia de los Mundiales. El partido más épico posible, el mejor homenaje al fútbol y al deporte en sí mismo. Lo fue así porque tuvo de todo. En cuanto al juego, la Scaloneta mostró todo su repertorio en versión champagne para someter a Francia como si estuvieran en el patio del colegio durante el recreo. Messi y Di María, afiladísimos, alegres, contaron con el apoyo incondicional de Enzo Fernández, De Paul, MacAllister y Julián Álvarez también en versión premium (véase la jugada del 2-0 culminada por el Fideo, armada entre todos a un toque). De haber caído el tercero, quizá hubiera seguido una goleada de escándalo. Así de resplandeciente iba saliéndoles todo, con un reloj que avanzaba para barrer con los 90 y acariciar la copa, pero…

Pero en la cancha seguía Mbappé, esa bestia que despertó de su letargo tras una ¿distracción? de Otamendi —siempre implacable— para cometer un penal que este muchacho, tan brillante como desquiciante, no iba a desaprovechar. No dio tiempo para tomar aire ni acomodarse: un minuto después, en la primera jugada que armaron los franceses, la volvió a mandar a guardar. ¿Cómo podía ser posible? ¿Era justo que un minuto de Francia igualara todo lo hecho por la Argentina en 80? Y bueno, sí. El fútbol a veces es ingrato, “injusto”, doloroso. Porque no siempre gana el que más tiene la pelota sino el que mejor la usa; porque los goles valen lo mismo si se arman en tres toques o en 45, por manejar la iniciativa o valerse de un contragolpe. Y solo gana el que mete más goles, sean al primer minuto o pidiendo la hora.

Así, otra vez a la prórroga. ¿Te asustaste? ¿Pensaste que se rompía todo? Para qué mentirte: por un instante me entró el desasosiego, una especie de parálisis interna. ¿Cómo puede ser, si estábamos tan cerca? Pero si ya habíamos sobrevivido a algo así contra Países Bajos, ¿por qué no creer? Y claro que hay que creer, ¡vamos todavía! Y gol de Messi al 108 (gritado luego de la repetición y del VAR porque pensé que sí la había sacado el francés, pero sube el marcador en la TV, y lo grita el narrador y lo gritamos todos, y ahora sí, por fin, cómo que no. Y otro penal para Mbappé (hat trick) al 118, la puta madre, me estás jodiendo, y gol y 3-3 cuando faltaban solo dos minutos.

Permítaseme un capítulo aparte para el Dibu Martínez, y otra ocasión más para juzgar al fútbol porque esa atajada al minuto 123 (superado el tercer minuto de añadido a la segunda parte del alargue) es la mejor en la historia de los Mundiales, aunque no figure en las placas como los goles de Di María, Messi y Mbappé, o el penal que tapó en la tanda y aparecerá como errado por Conan.

Sonreiremos cuando repasemos los penales contra Países Bajos y Francia, sí, y cuando miremos una y otra vez el resumen de la final, pero esa parada de Dibu debería quedar al nivel del gol de Maradona a los ingleses. Puede parecer mucho, pero es que Dibu atajó demasiado.

¿Y Scaloni? Tan ganador es que su primera reacción al hablar tras el partido fue lamentar que no se cerró el trámite en los 90 a pesar de jugar también. Lo celebró, por supuesto. Y lloró y se abrazó con todos. Merece, también, un capítulo o un libro aparte en la historia por cómo una vez un tipo en el que casi nadie cría, en su primera experiencia como entrenador, armó un equipo capaz de jugar tan bien con tantas variantes y de ser, con trabajo, esfuerzo y humildad, un grupo en el que todos nos sentimos tan alegremente representados. Se burlaron de él cuando cayó de la bicicleta en un paseo por España, pero como el fútbol y la vida dan revancha ahora está sentado a la mesa de Menotti y Bilardo, con la virtud de ofrecer buen juego y saber sacar adelante los partidos cuando toca apretar los dientes.

A Messi, gracias. Por tu juego que nos hizo disfrutar a los que no tuvimos la suerte de verlo en la cancha a Maradona. Por ganarlo todo y no convertirte en un tarado. Por jamás rendirte, por volver a la selección, porque todo esto lo merecías más que nadie y elegiste creer, como todos nosotros.

Gracias: ya ganamos la tercera y somos campeón Mundial.

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