jueves 28 de marzo de 2024
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El dilema de Occidente: escalada o negociación

En la última semana, la voladura parcial del puente que une Rusia con Crimea y la respuesta de Moscú con bombardeos a Kiev, señalan el camino hacia una carrera de la que nadie saldría beneficiado.

La amenaza nuclear es la estación terminal de la escalada bélica en este conflicto porque ambas partes la han mencionado, luego, la negociación será la única salida. Claro que será un arreglo que no conforme a nadie y congele el conflicto para los años venideros, pero es la única salida.

Las sanciones económicas aplicadas a la Federación Rusa se han vuelto en contra de los sancionadores, sobre todo de Europa que será la que cargue con la mayor parte de los costos de esa estrategia, tal vez de forma proporcional a los beneficios que obtuvo de las fluidas relaciones comerciales hasta hace poco, no sólo con la Federación, sino con la ola de magnates rusos que engalanaron hasta hace 200 días, desde el foro de Davos hasta las ciudades más exclusivas con sus lujos y oscuros e ingentes capitales.

El Kremlin tampoco se queda atrás ante las sanciones. Esta semana, negoció con Arabia Saudita recortar 2 millones de barriles por día de producción de petróleo en la reunión de la OPEP+, elevando así el precio del gas en beneficio de Rusia. Esa acción tendrá un fuerte impacto en la inflación global, al tiempo que obligará a Washington a responder, tal vez, interrumpiendo la transferencia masiva de tecnología de guerra estadounidense – en curso – a las ansiosas manos de los saudíes.

“Las fuerzas rusas serán derrotadas en el campo de batalla”, aseguró el general Ben Hodges, excomandante del Ejército de EE. UU. en Europa, y agregó: “Los ucranianos han logrado un impulso irreversible”, asegurando a la DW que la moral de las fuerzas rusas de ocupación es tan baja como su profesionalismo y capacidad de combate.

Si bien los europeos no pueden defenderse por completo de todas las acciones más recientes de Putin, están discutiendo qué nuevas armas podría necesitar Ucrania para el combate, cómo monitorear mejor la infraestructura crítica de Europa y cómo disuadir a Putin de lanzar un ataque nuclear. Todo ello, sin hablar de negociación, como si la guerra fuese “ganable”. Ambos bandos saben que no lo es.

Las posibles respuestas de Occidente van desde más pedidos de nuevas sanciones: el embajador de Polonia ante la UE, Andrzej Sadoś, pidió sanciones “lo antes posible”, hasta proporcionar a Ucrania nuevos tipos de sistemas de defensa aérea.

Pero la variedad de infraestructura europea al alcance de los ataques rusos es tan grande que proteger todo es una tarea imposible, sin contar con los ciber ataques que son una especialidad de la gestión Putin. El frío se avecina y Europa será expuesta a una intemperie polar jamás vista, por lo que el tiempo corre a favor del Kremlin en este ajedrez que no puede aspirar más que a las tablas.

Finalmente, luego está la posibilidad de una guerra nuclear, un concepto que parecía impensable hasta hace poco. Los especialistas advierten que las armas nucleares siguen siendo la opción menos probable para Moscú, ya sea una bomba nuclear táctica con un poder más limitado, una bomba nuclear que explote sobre el agua como demostración de fuerza o un ataque nuclear total.

En cambio, la retórica nuclear, según los mismos gurúes, ofrece una táctica de intimidación destinada a asustar tanto a las personas dentro de Ucrania como a los países de la OTAN que respaldan a Kiev. De hecho ya se están agotando las pastillas de yodo – que protegen de la radiación – en los países circundantes a Ucrania.

Hasta ahora, los funcionarios estadounidenses se han mantenido deliberadamente vagos en su plan de respuesta, aunque Biden haya amenazado con un Armagedón, – por lo que fue criticado por los propios demócratas -, lo que indica que la reacción de EE. UU. no involucraría su propio arsenal nuclear, pero que ciertamente sería severa.

A todo esto, jugadores mundiales como China e India, que están ayudando a mantener a flote la economía de Rusia, también podrían desempeñar un papel que induzca a las partes a negociar, porque un ataque nuclear inevitablemente devastaría la ya golpeada economía global en la que han basado su resurgimiento.

Curiosamente, los trumpistas – y él mismo – aseguran que de ser presidente su líder ya habría arreglado las cosas con Putin y habría dejado a la OTAN y a Europa a su propia suerte, “como debe ser”. Es decir, al blondo populista se le atribuyen cualidades de negociación superiores a las de Biden. Si bien ya son conocidos los facilismos del populismo, no es menos cierto que la complejidad de los globalistas es difícil de entender, más difícil que la ausencia de señales en pos de negociar una salida a este conflicto en el que no habrá, ni puede haber ganadores.

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Veinte Manzanas

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