viernes 19 de abril de 2024
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Argentina 1985 y la hoja de ruta que debemos retomar

La polarización política y social se ha instalado en la democracia americana, “el centro se ha ido de Europa”, en palabras de Adam Przeworski. En Italia y en Suecia triunfa la ultraderecha, en España surgió Vox. En América Latina también el centro está debilitado.

La consolidación de la democracia liberal parecía un destino inexorable tras la caída del muro y la implosión de la Unión Soviética. Había esperanza y sin embargo, al calor de las promesas incumplidas de la democracia, creció la sospecha y anidó el reclamo de “Dignidad ya”, consigna de las ola de protestas más recientes.

Cayó el apoyo a la democracia en la región y creció el porcentaje de latinoamericanos a los que el régimen de gobierno les es indiferente. Inestabilidad política, protestas sociales como las que sacudieron a Ecuador y Chile a fines de 2019 y a Colombia en 2020, represión desmedida, gobiernos derrocados y militares que reaparecieron en la escena política, ya sea para moderar a los políticos en Bolivia, Brasil o Chile o para sostener al régimen contra la democracia en Venezuela. De la consigna “Que se vayan todos”, nacida en la Argentina durante la crisis de 2001, se ha pasado al lema “Que se vayan los otros” y como la historia enseña, el fanatismo de la identidad conduce a la violencia.

Los presidentes, hoy debilitados, con escasa aprobación ciudadana enfrentan el desafío de terminar sus mandatos. Fragmentación de los sistemas de partidos, polarización, radicalización del voto, mayor ausentismo y desconfianza generalizada son tendencias dominantes en las democracias latinoamericanas. La pandemia primero y la guerra ahora, con sus secuelas en la economía, la sociedad y los sistemas políticos, multiplicaron los desafíos que vienen arrastrando los países de la región.

La democracia argentina en las vísperas de cumplir los 40 años, sobrevivió a las sucesivas crisis de gobernabilidad, hubo alternancia y por primera vez, un gobierno de signo no peronista pudo concluir su mandato- un hecho que no ocurría desde 1928. Hoy, un presidente débil, sin votos propios, designado por una ex presidente que no tenía los votos suficientes para aspirar al cargo, no preside. Fórmula inédita en la historia política argentina y extraña a la tradición del peronismo que al decir de sus dirigentes, no tolera un presidente débil. Un experimento político que fracasó: la vicepresidente impone la agenda, pero no gobierna, y el nuevo ministro de Economía funge de primer ministro, para poner en marcha el necesario ajuste fruto de la improvisación, la impericia y el despilfarro. La pobreza supera el 40% de la población, la inflación carcome salarios y subsidios y crece la desconfianza generalizada. Desconfianza ciudadana a la vez que pérdida de la credibilidad internacional .

El aumento de la abstención en las últimas elecciones alerta sobre la crisis de la representación en curso, sobre nuevos huérfanos de la política que se repliegan en lo individual. Electorado disponible para ser seducido por salvadores que dibujan la tierra prometida a la manera de Trump y Bolsonaro.

El oficialismo ejerce los poderes excepcionales para la toma de decisiones públicas, manipula las reglas del juego político según su conveniencia y promueve iniciativas con el propósito de subordinar al Poder Judicial a los designios de quien manda y de regular los contenidos de los medios. Sin embargo, esos embates encuentran la resistencia de la oposición parlamentaria y de vastos sectores de la sociedad que ponen un límite con su voto a las ambiciones hegemónicas de una vicepresidente procesada por corrupción. Las encuestas cualitativas muestran una sociedad en la que la dominan la desesperanza y la desazón, pero resignada a que no puede hacer nada para salir del pantano en que se hunde, excepto castigar con su voto. Nuevas expresiones en los extremos del espectro partidario canalizan el enojo Sin embargo, la paz social no se ha alterado. La Argentina es estable en su inestabilidad.

Los problemas preexistentes de una economía cerrada que no crece cuya tasa de inversión es la más baja en relación al PBI en la región, y un sistema político amenazado por la fragmentación, son el telón de fondo de un gobierno paralizado por sus pujas internas. Un gobierno que intuye que debe dejar atrás la utopía regresiva inspirada en las políticas de los años 40 y 50 del siglo pasado si quiere continuar en el poder, pero no se atreve o no quiere encontrar un rumbo alternativo. Improvisa a los tumbos. Sin que haya emergido un liderazgo nacional de reconstrucción con capacidad de de tejer consensos básicos y de convencer a una sociedad bloqueada de que hay un rumbo hacia un futuro de progreso, la Argentina seguirá debatiéndose en su corsi e ricorsi de la ilusión al desencanto. Sin embargo, la reconstrucción institucional que en 1985 significó el Juicio a las Juntas Militares, hoy evocada en la película Argentina1985, nos dice que el Derecho y la moral son los diques de contención del poder de quien lo ejerce.

Sin el gobierno de la ley, sólo hay amos y esclavos, y sin el imperio de la moral, la política se reduce al trueque entre intereses y favores. Un mensaje que conmueve y anima a proseguir en el empeño para convivir en paz, tolerancia y democracia.

Publicado en Clarín el 27 de octubre de 2022.

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