martes 23 de abril de 2024
spot_img

Máquinas de antes, poesía de siempre

Las máquinas adquieren su dimensión real solo cuando se encienden? Es posible pensar que la vida de las máquinas va más allá del objetivo de producir, reproducir o crear algo que aún no existe y que tienen una vida posible en la quietud y en el descanso. Una vida estética, una especie de calma visual que les confiere un estatuto diferente.

En la exposición que la galería Rolf montó con la obra de Andrés Denegri, esta dualidad posible de las máquinas aparece con mucha potencia, mostrando más allá de la interpretación conceptual la capacidad del artista para desdoblar los universos creativos y agregar siempre una posibilidad adicional. Tanto desde el punto de vista formal como conceptual, el trabajo de Denegri recrea permanentemente un escenario de incerteza y ambigüedad.

Su punto de partida es lo cinematográfico, tomando imágenes en película y llevándolas a soportes diferentes. Los cuadros fílmicos se convierten en fotografías y las películas esconden posibilidades casi infinitas gracias a una relación virtuosa entre la construcción y la destrucción. Estas Máquinas de lo sensible –tal el título de la exposición– que protagonizan la muestra son utilizadas por el artista para experimentar y contar, para establecer una conexión con el mundo físico de la política y, al mismo tiempo, una conversación estética con el espectador.

A través de la vidriera de la galería, en la calle Esmeralda, se percibe un gran artefacto de hierros, clavijas y collarines que es en sí mismo una escultura. Al acercarse, el espectador descubre los elementos clásicos de la obra del artista: un gran proyector profesional de 16 mm., una serie de carretes que sostienen el ir y venir de las cintas filmográficas y una pantalla. La obra se titula “Plomo y Palo” y forma parte de una serie, Éramos esperados, producida en 2013. El tamaño de la obra –tiene una superficie similar a una habitación normal– es imponente y sugiere una instalación, tomando espacio aéreo con las películas y ocupando el resto con la estructura de metal. Al encenderse el proyector, los rollos de película suspendidos entre los carretes comienzan a correr y le confieren a la obra una característica cinética indiscutible. Para agregar algunas posibilidades adicionales de lectura, Denegri genera con el mismo paso de la película y con una pantalla de fondo, un soporte donde la proyección adquiere un dualismo muy interesante. La película proyecta y es soporte de la proyección. Las imágenes originan otro discurso, tal vez un poco más explícito en términos políticos. Proyectan escenas de represión a distintas movilizaciones populares en la historia argentina, desde principios del siglo veinte hasta algunas actuales. El sonido de los proyectores, de los motores que llevan las películas, completan el lenguaje expresivo de Denegri y fundamentan la idea original de las máquinas. La simultaneidad de elementos y de sensibilidades abiertas por este tipo de trabajos es, de algún modo, demostrativo del alcance y también de los límites de la relación entre el arte contemporáneo y lo político.

Desde esa misma perspectiva, otra de las obras de la misma serie, “Hierro y tierra”, permite, incluso más allá de su intención, una reflexión de naturaleza cultural. La obra está compuesta por tres mesas de madera puestas simétricamente una tras otra, en una de las cuales se disponen tres proyectores caseros de Súper 8 con un loop de película que circula entre los carretes. Cuando la obra está apagada, surge de ella toda una dimensión escultural evidente y hasta el gesto del espectador se relaciona con ella desde un lugar de tridimensión. Al encenderse, como ocurre cotidianamente, el poder de la imagen lo toma todo y subsume la estructura general de la obra en el juego de imágenes proyectadas. Esta suerte de rito de pasaje entre lo analógico y lo digital, entre el hierro y el poder de lo visual, opera como una metáfora de la cultura contemporánea.

La proyección está dividida en tres. En el medio, la imagen ídolo de Denegri, la bandera. La imagen, producción propia del artista, rememora la hipótesis de la primera producción fílmica argentina en 1897, a manos de Eugenio Py. A los lados, imágenes de la semana trágica y del Grito de Alcorta, devuelven la dimensión socio-política al centro de la obra de Denegri. El clima es el de la serie, una escultura cinética, más imágenes recurrentes y el sonido un tanto ancestral de los proyectores.

Otra sección de la muestra, con otro soporte pero con una búsqueda similar, está enmarcado por dos videos y una serie de trabajos colaterales que le dan fundamento y orden. Dentro de la serie Diarios, cuadro a cuadro, dos videos, “Camioneros” y “Okey”, toman la escena. En ambos, el tema es la manifestación popular y la idea de tomar la calle. En uno de ellos se ve una manifestación de trabajadores camioneros, referenciados en Hugo Moyano, el titular del sindicato. En el otro, una manifestación a favor del aborto libre, muestra escenas, mayoritariamente de mujeres, con los clásicos pañuelos verdes. Las imágenes en cámara rápida restan verosimilitud a las escenas, pero las revisten de un magnetismo estético motivador. Y aquí Denegri vuelve a hacer una operación interesante. Al lado de los videos, dispone dos cuadros, uno contiene el texto de parte de lo dicho en la escena pero que no se escucha en el video, y en el otro, está el carrete con la película de la filmación. Este juego deconstructivo que propone, desperfila saludablemente a la obra de Denegri. Lo que a primera vista podría ser percibido como una obra politizable, se convierte en un espacio de experimentación con el lenguaje y con las formas de la cultura en el que, una vez más, la conversación de temporalidades juega un papel central. Las formas de registro mecánicas, el pase a lo digital y a la intervención, y el viejo recurso del texto, rompen la relación entre lo material y lo simbólico, entre lo temporal y lo atemporal. Esta serie se completa con un video que no está exhibido, de título “Ceremonia”. Actualmente, la serie completa se está exhibiendo en La Tabacalera, tal vez el centro más experimental de arte contemporáneo de Madrid.

En este juego de experimentación, tal vez el punto más alto lo tenga la obra “Mecanismo del olvido”. Se trata de un proyector de 16 mm intervenido de modo tal de hacer precisamente lo contrario a lo que hace en su versión original. La máquina sensible de Denegri está alterada para que la lámpara queme la película y la destruya creativamente. En la proyección, la bandera Argentina, otra vez la bandera, es quemada por el calor de la bombilla, formando un cuadro vivo que tiene todo ese magnetismo originario del fuego. La bandera va desapareciendo a los ojos del espectador, al mismo tiempo en que el humo y el olor de la quemazón se hacen perceptibles. La obra convoca todos los sentidos a la vez, comprometiendo al espectador en el proceso creativo. Debajo del proyector se acumulan metros y metros de película, un poco quemada y enmarañada, con la bandera argentina como protagonista.

Denegri es un artista serio que respeta la mirada del otro y que no intenta explicar su posición artística. A mitad de camino entre el arte conceptual y las posiciones estéticas, su capacidad de experimentación reúne tópicos infrecuentes y saludables.

Publicado en Revista Ñ el 3 de enero de 2020.

Link https://www.clarin.com/revista-enie/arte/maquinas-poesia-siempre_0_wEAQd-PE.html

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Einstoss

Ley Bases: Privatizaciones, un acto más del péndulo entre el Estado y lo privado

Fabio Quetglas

Optimismo tóxico

Luis Quevedo

Raíces de la crisis: el verdadero significado de la “batalla cultural”