jueves 28 de marzo de 2024
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Victoria Baratta: “La guerra contra el Paraguay terminaría por debilitar al federalismo”

María Victoria Baratta es Investigadora Asistente en CONICET. Se desempeña además como docente de Pensamiento Argentino y Latinoamericano, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue becaria doctoral y posdoctoral del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani-CONICET. Parte de su formación se desarrolló en Alemania y realizó una estancia posdoctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México entre 2015 y 2017. Sus investigaciones abarcan el siglo XIX en la Cuenca del Plata desde una perspectiva política y cultural. Específicamente se ha abocado al estudio de las representaciones de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay durante la Guerra de la Triple Alianza. Sobre su libro, La Guerra del Paraguay y la construcción de la identidad nacional, hablamos en 20 Manzanas.

 

En el prólogo de tu libro, Ignacio Telesca señala “la construcción identitaria argentina durante la guerra contra el Paraguay es el aporte original de esta obra”. ¿Cuál es el alcance de dicha afirmación?

Existe un consenso entre los historiadores en torno a considerar a la identidad nacional no como una formación natural o dada sino como un proceso histórico, una construcción. En el caso argentino ese proceso tuvo lugar durante el siglo XIX y ha sido analizado en detalle para otros momentos históricos como las guerras de independencia, el rosismo y la consolidación del Estado nacional posterior a 1880. En medio de estos eventos aparecía esta guerra internacional, de magnitudes inéditas, en la que se vieron involucrados más soldados que en todas las otras guerras de la historia argentina. Las relaciones entre guerra y Nación también habían sido estudiadas por otros historiadores y otras disciplinas sociales. Un prestigioso historiador brasileño, José Murilo de Carvalho, afirmó por ejemplo que esta contienda había sido fundamental para la consolidación de una identidad nacional brasileña. Algo similar había sugerido también José Luis Romero en su trabajo sobre las ideas políticas en Argentina pero no había desarrollado su postulado.

Empecé preguntándome entonces por el impacto de la guerra en este proceso de construcción de la identidad nacional argentina. Era una pregunta incómoda porque se trataba de una guerra incómoda, con resultados devastadores para Paraguay. Se debían evitar las reivindicaciones nacionalistas de la historiografía mitrista, pero también la negación de la dimensión nacional de esta guerra de la historiografía revisionista que la postulaba como una prueba del ideal latinoamericano, lo cual es un absurdo, porque fue una guerra entre países americanos. Durante la investigación encontré que efectivamente, y sobre todo durante los primeros años de la contienda, el debate público político en torno a ella se construyó sobre el tópico de la identidad nacional, los defensores y traidores a la patria, sus verdaderos intérpretes. También advertí que la guerra fue en un primer momento una empresa apoyada por casi todo el arco político, no solo por el mitrismo, y que cuando las críticas comenzaron a asomar se dirigieron más hacia los gastos que implicaba y la inesperada y prolongada duración que a una defensa romántica y efectiva del Paraguay. De esta manera se comprende cómo es que la guerra duró tanto tiempo o como es que Argentina participó hasta el final. También constaté que la fuerte oposición a la guerra en nuestro país participó de este debate por la verdadera identidad nacional y que el americanismo fue un discurso que quedó debilitado. Las resistencias y desbandes se relacionan más con el anti-porteñismo, la ruptura de lazos de los jefes federales, el sentimiento anti-brasileño y el hartazgo ante las levas constantes. La defensa explicita de una causa latinoamericana aparece solo minoritariamente en las proclamas del líder federal Felipe Varela, quien tampoco tiene como plan llegar a Paraguay en auxilio de López. La defensa explícita del gobierno paraguayo está casi circunscripta a Juan Bautista Alberdi, exiliado en Francia y a un grupo de intelectuales afines.  La oposición a la guerra del autonomismo es tardía, el Congreso recién se pronuncia en 1868 y es una oposición tibia, que retira tropas pero deja parte del ejército hasta el final y que critica mucho más la alianza con Brasil y deja hacer en Paraguay. Por otra parte en la vida cotidiana en el frente, a partir de las representaciones de los soldados construidas por sus correspondencias y memorias se puede constatar la huella sensible y profunda que dejó esta experiencia de guerra y los lazos y representaciones nacionales, como la bandera y las celebraciones. Se trata además de una identidad que se presenta en relación a los otros países involucrados, en general con desconfianza y diferencia ante los brasileños y con un sentimiento peyorativo ante los paraguayos. En definitiva y más allá de los desbandes y resistencias que también abordé, me interesaba analizar la guerra que efectivamente tuvo lugar, la que cuesta mirar de frente, la que no nos hubiese gustado que sucediera pero que efectivamente sucedió.

La guerra duró cinco años y la posterior ocupación, otros seis. ¿Cuáles fueron las consecuencias no ya para Paraguay, sino para nuestro país de un conflicto tan prolongado?

En primer lugar, fue necesario realizar una leva sin precedentes en todo el país. Los análisis sobre las resistencias son muy importantes pero han obturado la mirada sobre el fenómeno realmente inédito: entre 24.000 y 30.000 hombres acudieron al frente contra Paraguay desde diferentes provincias, aproximadamente el 1,5% de la población. Aunque gran parte de esos hombres fueron obligados a marchar al frente, la magnitud de esa movilización no se repetirá en la historia de las guerras en Argentina, ni tampoco la duración del conflicto que los obligó a convivir por años. Buenos Aires fue la que más hombres aportó para la batalla.  Las provincias de Entre Ríos y Corrientes vieron alteradas sus rutinas y dinamizados sus comercios que funcionaron como abastecedores del ejército. El ingreso de oro proveniente de Brasil fortaleció la moneda. Se necesitaron créditos externos pero fundamentalmente internos para cubrir los gastos de la guerra. El vicepresidente Marcos Paz quedó a cargo del gobierno durante los primeros años del conflicto en los que Mitre se desempeñó como jefe del ejército aliado. La guerra terminaría por debilitar al federalismo. Urquiza, su principal líder, decidió cerrar filas con Mitre. En paralelo al frente internacional tuvo lugar el levantamiento liderado por Varela que fue derrotado y el federalismo quedaría muy debilitado. Aunque las finanzas luego de la guerra quedaron desequilibradas fue menor el problema que en Brasil y por supuesto que en Paraguay. Por otra parte Argentina logró casi todas sus reivindicaciones territoriales, las actuales provincias de Misiones y Formosa aunque perdió en su reclamo por villa occidental por el arbitraje del presidente Hayes. Una creciente profesionalización del recientemente conformado ejército nacional en detrimento de las guardias nacionales fue otra de las consecuencias. En las memorias de los soldados también se puede constatar el efecto que tuvo la experiencia en el frente sobre la formación de una conciencia nacional.

Ambos países, Argentina y Brasil, se han celado y mirado con desconfianza hasta la construcción del Mercosur en la década del noventa. Sin embargo, encararon una alianza militar que se sostuvo durante años para enfrentar al Paraguay. ¿Cuáles fueron los motivos principales?

Entre los últimos meses de 1864 y los primeros de 1865 la guerra era únicamente brasileño-paraguaya. Los diplomáticos del Imperio de Brasil comenzaron negociaciones para que se sumase la República Argentina y Uruguay. El interés de Brasil en la alianza con Argentina era principalmente logístico, poder abastecer y reforzar el ejército. Mitre no estuvo seguro de acceder en un principio, en la correspondencia que mantiene con Urquiza este le ofrece su ayuda ante una eventual invasión paraguaya a territorio argentino, pero le advierte que una alianza con Brasil sería perniciosa por la impopularidad que le traería aparejada. Lo cierto es que los gobiernos de López y el de Mitre no eran afines, el primero solicitó permiso para que su ejército pasase por territorio argentino y Mitre lo negó. López lo hizo igual pero no solo pasó por el territorio sino que su ejército se instaló en Corrientes, desplazó al gobernador e instaló un gobierno favorable a la causa de Paraguay. Como presidente de la Nación era lógica una reacción bélica de Mitre, pero no era tan evidente la forma que finalmente tomó esa reacción que fue la firma del tratado de la triple alianza. Varios opositores a Mitre le reprocharon años más tarde el haber firmado ese tratado y no haber defendido militarmente Corrientes de manera unilateral, lo cual era una de las opciones posibles. Mitre argumentó que la alianza le fue impuesta por las circunstancias, que el imperio era muy poderoso, que necesitaba también del apoyo conjunto para alejar la amenaza de López y anexar los territorios que estaban en disputa desde la caída del virreinato. La alianza con Brasil fue un factor clave en la impopularidad de la guerra, mucho más que la defensa de Paraguay. Hacer la guerra contra Paraguay fue una causa apoyada por casi todo el arco político y calificar a López de déspota era la norma. La polémica principal sobre la guerra en esos años fue la alianza con Brasil, si pudo o no haberse evitado, si debía romperse durante el conflicto y negociar separadamente una paz con Paraguay. La preocupación moral por la situación del vencido y la defensa de la causa paraguaya se hicieron presentes de manera más persistente en el debate público argentino recién varias décadas después. Los testimonios de recelos mutuos en el frente entre brasileños y argentinos, de rencillas y hasta de asesinatos se repiten. Las burlas al color de piel de los brasileños y a su idioma aparecen en los testimonios así como las representaciones despectivas de argentinos en las fuentes brasileñas. Los periódicos del litoral, que eran favorables a la guerra, veían con desconfianza la presencia de brasileños en territorio argentino. Las diferencias en los altos mandos del ejército aliado estuvieron a la orden del día. El ejército brasileño era más profesional y no aceptaba fácilmente que el general en jefe fuese un argentino. Brasil negoció separadamente la paz con Paraguay y rompió el tratado que Argentina había respetado. Un conflicto bélico se insinuó pero no llegó a concretarse. Los ejércitos brasileño y argentino ocuparon Paraguay hasta 1876 y pelearon por influir en la política paraguaya.

Es interesante ver que los cuatro países involucrados en el conflicto, ciento veinte años después construyen el Mercosur. Esta construcción, aun hoy frágil, ¿se dio por la estabilidad democrática (inédita hasta entonces y fruto de la tercera ola y el derrame “alfonsinista”) o, al contrario, dicho proyecto común estabilizó la democracia en esos países?

Mi especialidad no es la actualidad ni el pasado reciente, pero en principio diría que no estoy convencida de ninguna de las dos opciones. La estabilidad democrática no era una realidad al momento de creación del Mercosur, pienso en la salida anticipada de Alfonsín o la caída de Stroessner que era muy reciente. Me gustaría pensar que la estabilidad democrática es una realidad hoy en la región aunque también encontraría peros. La hipótesis inversa resulta algo más plausible en tanto los miembros del Mercosur imponen sanciones cuando creen que se interrumpe el ciclo democrático como con el juicio político o golpe a Lugo. Sin embargo estas sanciones no están exentas de polémica, suelen ser de los miembros más poderosos hacia los más pequeños y parecieran estar más definidos por afinidades ideológicas que por un ideal de estabilidad democrática. Por otra parte resulta un tema delicado en Paraguay que Argentina y Brasil decidan una sanción, la guerra tiene un enorme impacto en la memoria colectiva de ese país y en ocasión de lo que sucedió con Lugo la opinión pública de Paraguay habló de una nueva triple alianza en contra por lo que consideraban una injerencia extranjera en la política interna. Creo que el Mercosur funciona más efectivamente (aunque con sus polémicas) para las cuestiones comerciales y arancelarias que para las políticas y culturales. Una integración política es un objetivo en mi opinión muy difícil de concretar. Una integración cultural me parece un objetivo necesario y más factible, facilitar trámites, hacer un programa de enseñanza de los idiomas oficiales en conjunto, reciprocidad en salud y educación al menos en las áreas de frontera. El discurso latinoamericanista romantizado no colabora en este sentido, pone el foco en enemigos externos, menosprecia el verdadero conocimiento mutuo y desestima las diferencias de poder que existen al interior de la región.

En Brasil la Republica se proclama veinte años después del final del conflicto. ¿Hay una relación directa entre el triunfo de la triple alianza y esta proclamación tardía?

Aunque un sector de los oficiales permaneció leal al emperador hasta el final del imperio, la República es hija de una generación de oficiales que se constituyeron como un grupo de poder a raíz de su experiencia en la Guerra contra Paraguay. La República fue proclamada en 1889 por un golpe militar y demoró algunos años en estabilizarse como un régimen constitucional civil. Estos militares vencedores de la guerra contra Paraguay establecieron escuelas de pensamiento ligadas al positivismo y se aliaron con las burguesías más modernas del país que pugnaban por el ingreso al mercado capitalista con un modelo de trabajador libre, es decir, terminar con el régimen esclavista. Las burguesías de Sao Paulo y Minas Gerais más las del sur de Brasil se aliaron a este nuevo actor político militar con base en Río de Janeiro y fueron socavando las bases de poder del imperio. El sucesor de Pedro II iba a ser su yerno Gastón de Orleans, un militar que había sido jefe del ejército aliado al final de la guerra y al que se le atribuyen varios de los sucesos más sanguinarios. No era una figura querida como lo había sido Pedro quien ya estaba enfermo. La abolición de la esclavitud llegó recién por un decreto de 1888 y con ella el imperio perdió una de sus bases de poder, los hacendados esclavistas.

¿Es la monarquía en Brasil durante el siglo XIX el principal factor aglutinante para que dicha Nación no se disgregue, un proceso que no se dio en el resto sudamérica? ¿Cómo impacta en esta situación el concepto de “comunidad imaginada”?

Antes que nada, es preciso remarcar que la estabilidad política del imperio se define en relación a las provincias unidas del sur. Existieron fuertes rebeliones de esclavos y una revolución separatista en el sur del país. Pero a rasgos generales esta unidad que se logró mantener en lo territorial se buscó cimentar con una generación de intelectuales impulsados por el propio emperador Pedro II. El romanticismo brasileño imaginó una Nación que se había hecho fuerte por el mestizaje de razas. Sin embargo a partir de la Guerra del Paraguay los conflictos de un espacio político tan vasto y diferente afloran, las disonancias entre la esclavitud y una época que ya la condenaba se ponen de manifiesto. El mestizaje para la generación militar positivista será visto no ya como la grandeza sino como el gran problema de la Nación, lo que la debilitaba. La disonancia entre la elite militar y el pueblo o los pueblos brasileños saldría a la luz con la proclamación de la República. La distancia entre ese régimen y sus gobernados, las resistencias a leyes y un sentimiento de nostalgia imperial. El episodio más brutal que mostrará esta disonancia será la guerra de Canudos. Miles de hombres mal armados y hambrientos del norte del país comandados por un líder mesiánico y anti republicano pondrán en jaque al ejército que había ganado en Paraguay y proclamado la República. La única forma en la que el ejército pudo derrotar a los rebeldes fue a través del exterminio, de métodos considerados bárbaros. En Canudos se pone de manifiesto de manera trágica, violenta y descarnada que los rebeldes eran también brasileños. Euclides Da Cunha dice en su obra Los Sertones que la Nación mató a la Nación.  En suma, creo que un sistema de gobierno imperial, esclavista y centralizado, más que una identidad solidificada en común, fue lo que mantuvo a Brasil en estabilidad relativa hasta el fin de la guerra contra Paraguay. 

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