martes 16 de abril de 2024
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Los intentos fallidos de Milei por convertir a los libertarios en “manada”

En la semana que pasó, se siguió profundizando un problema que el oficialismo viene arrastrando casi desde el comienzo de su gestión: controla la economía, mal o bien, pero la controla. En cambio, la política lo supera; no solo no la controla, sino que, en ese terreno, se generan cada vez más dolores de cabeza innecesarios por pura torpeza.

Agreguemos a eso que en estos días los peores problemas políticos no nacieron fuera del Gobierno. Por un lado, es cierto que está enfrentando un nuevo desafío sindical, con una amenaza de paro y la programación de una seguidilla de movilizaciones contra el ajuste, pero en el Congreso las negociaciones parecen avanzar hacia la aprobación de sus proyectos.

Sin embargo, fue el frente interno el que más se le complicó. Y eso justo cuando los hermanos Milei dieron pasos decididos para tratar de ordenarlo. Lo que sucedió fue que, con los pasos, más bien lograron lo contrario. Veamos en detalle el asunto.

Karina Milei dio el domingo pasado una señal pública contundente de que ella y su hermano pretendían iniciar una nueva etapa: pasar del desorden que caracteriza actualmente al movimiento libertario a una organización partidaria única, centralizada y disciplinada. Parafraseando al presidente, “convertir a los libertarios en manada”.

Con esa idea lanzó una campaña de afiliación para convertir La Libertad Avanza en un partido nacional, la única fuerza política que reconocerá como propia el gobierno, prescindiendo de los partidos prestanombres con los que los libertarios se aliaron en 2023 (como es el caso del MID, cuyo sello aportó Oscar Zago en varios distritos, gracias a lo cual llegó a la presidencia del bloque de Diputados), así como de las fuerzas locales que fundaron emprendedores libertarios por su cuenta (como es el caso del Partido Libertario de Ramiro Marra en el distrito porteño).

Era lógico y esperable que esa iniciativa centralizadora y disciplinadora en el territorio tuviera también algún impacto en el funcionamiento de las bancadas legislativas. Pero no que eso se tradujera en un escándalo de proporciones, el quiebre de la bancada de diputados y el debilitamiento de la confianza pública en la capacidad de los Milei de mantener mínimamente unidos a sus seguidores, lo contrario de lo que buscaban conseguir.

Si fue eso lo que sucedió es porque nadie se ocupó de administrar el tránsito de una situación a otra, evitar que las esperables tensiones estallaran. Y peor, que lo hicieran públicamente, generando costos innecesarios para todos los involucrados.

Advirtamos, ante todo, que la pretensión de imprimirle organicidad a sus bases de apoyo es algo completamente esperable y además necesario, dada la situación en que se encuentran los Milei: necesitan asegurarse de que las opiniones que circunstancialmente los favorecen tengan continuidad en el tiempo, que echen raíces y se afirmen en identificaciones más permanentes y sólidas.

Para ello necesitan contar con canales e instrumentos que le permitan moldearlas, según las iniciativas y planes políticos que elijan o se vean obligados a promover de aquí en adelante. Necesitan, en suma, construir un partido. Lo que los obliga a dejar de ser outsiders, o al menos a dejar de actuar como tales todo el tiempo y volverse otro actor más del sistema.

Porque si los libertarios “no se vuelven manada”, y no lo hacen pronto, habrá muchas más chances de que, cuando la gestión enfrente problemas serios, el apoyo social con que hoy ella cuenta se le escurra entre los dedos.

Pero para volverse manada, tienen que hacer cosas que han dicho no harían, porque son dignas de “la casta”. Como conseguir afiliados, someterse a ciertas reglas organizativas, contar con un financiamiento regular, elegir autoridades, disciplinar a quienes ocupen cargos públicos, permitir que existan facciones internas, o no, pero en cualquier caso organizar burocrática y disciplinadamente un consenso interno y promover figuras y candidatos en función de ese consenso.

No es soplar y hacer botellas. Es mucho más complicado, conflictivo y trabajoso que una campaña electoral. Y, por tanto, es mucho más fácil hacer papelones, y hacerlos en público.

Es justamente lo que le pasó a La Libertad Avanza estos días. Quiso avanzar hacia un funcionamiento más partidario, con disciplina, centralización, conducción unificada, es decir, distinguiendo claramente entre quienes deciden y quienes obedecen, porque unos son jefes y otros “son manada”. Y le salió mal.

Cambiar la conducción de una bancada legislativa no es algo tan extraordinario, pero hay que saber hacerlo. Y es claro que los libertarios ese oficio, disponible en los partidos y las dirigencias partidarias de larga data, no lo tienen. Tal vez era inevitable reemplazar a Zago.

Tal vez el propio Zago sabía lo que lo esperaba, desde que vio a Karina juntando fichas de afiliación en Palermo, unos días atrás, sin él haber sido siquiera invitado al evento. Y cuando decidió promover a Marcela Pagano a la presidencia de la Comisión de Juicio Político puede que estuviera planteando un último desafío, a ver si lograba que alguien lo invitara a participar del siguiente evento en su distrito, o lo echaban.

Pero si eso debió saberlo Zago, también debían saberlo Karina, Martín Menem y el propio presidente. Y ninguno de ellos pareció anoticiarse.

En el camino terminaron perdiendo, por ahora, tres diputados, lo mismo que habían crecido desde el 10 de diciembre gracias a que son gobierno.

Se sumarán a ese retroceso los problemas que pueda acarrearles este lío en la legislatura porteña, donde Zago algo pesa, y tenía ya motivos acumulados para complicarle las cosas al resto del oficialismo. Lo que no augura nada bueno para los planes de los Milei de disputarle el control del distrito al PRO.

Si este hubiera sido un caso aislado, sería solo preocupante. Como es ya parte de una sostenida tendencia a la generación de desorden y dispersión cada vez que los libertarios hacen pie en una institución representativa, es desesperante: sucedió lo mismo en el Senado bonaerense, donde la bancada mileista prácticamente implosionó.

También está pasando en el Parlasur, con el agregado de un lindo papelón internacional. Y en el propio Ejecutivo Nacional, con un récord de recambio de funcionarios, muchos de los cuales se han ido o han sido despedidos antes siquiera de empezar a trabajar (y eso que Milei sigue sin ocupar miles de puestos de la administración).

Agreguemos que, para peor, este desorden mileista tiene su foco en los dos distritos más importantes del país, donde los libertarios más necesitan fortalecerse y crecer, porque el año pasado fue donde peores resultados obtuvieron. Por algún curioso motivo, en el que los propios líderes tienen obviamente algo que ver, donde más están tratando de avanzar, más retroceden.

¿Están ellos reaccionando razonablemente ante estas dificultades? No parece. Porque demasiadas veces el presidente se muestra inclinado a favorecer en el frente interno a quienes menos ventajas le ofrecen para construir ese partido disciplinado y firme que sabe que necesita.

En el escándalo de la comisión de juicio político, sacrificó a Zago, que tendrá sus limitaciones pero de internas y organización partidaria algo entiende, para recurrir a Gabriel Bornoroni, que tiene a su favor el antecedente de haber ayudado a Karina a regularizar la situación de LLA como partido en Córdoba, pero también para entronizar como su preferido a Bertie Benegas Lynch, a quien apenas horas antes había tenido que salir a reprender, y a la vez defender, echándole la culpa del último de sus dislates, referido a la educación obligatoria y el trabajo infantil, a la periodista que lo había entrevistado.

Una acumulación de costos innecesarios, en suma, para simular apenas que se seguirá resistiendo a “hacer el juego de la política”, pretender que quiere un partido, pero uno formado por librepensadores, libertarios lo más auténticos que pueda conseguir. Como Bertie, ¿también como Martín Menem? Algo que, obviamente, no va a funcionar, porque jamás funcionó en ningún lado.

El fondo del problema es que los Milei se protegen de una amenaza ilusoria, y al hacerlo no le prestan atención a las amenazas que realmente tienen delante, y deberían estar atendiendo.

Su desafío no es evitar “confundirse con la casta”, que eso con el tiempo suceda es inevitable. Y les conviene aceptarlo, y también sacarle provecho, como hicieron antes que ellos todos los líderes más o menos innovadores, desde Perón y Alfonsín, hasta Menem y los Kirchner.

El problema es que adquieran sus vicios y ninguna de sus virtudes: se rodeen de seguidores, recurriendo a los instrumentos más o menos habituales de la construcción política, pero los pierdan tan rápido como los reclutan, por conflictos menores, porque no sepan administrar las tensiones de una organización compleja como es un partido político.

Y deberían saber que nadie les va a reclamar en serio que “hagan política tradicional” si la gestión funciona. Pero la gestión no va a funcionar si no disciplinan y organizan bien el trabajo de sus funcionarios y legisladores. O peor, si los ponen a pelear entre ellos por cualquier pavada, y convierten a su movimiento en un conventillo.

Publicado en www.tn.com.ar el 15 de abril de 2024.

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