viernes 29 de marzo de 2024
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Medio siglo del asesinato de Martin Luther King

El miércoles 4 de abril de 1968, el pastor y activista por los derechos civiles, Martin Luther King fue asesinado en Memphis (Tennessee) por un delincuente que hasta ese momento sólo se había dedicado al robo menor. James Earl Ray mató de un certero disparo al Premio Nobel de la Paz que revolucionaba al país que en la segunda mitad del siglo XX distaba mucho de ser la tierra de libertad y oportunidades que pregonaba ante el mundo.

Vaya como ejemplo la razón por la cual King estaba en Memphis: una huelga de basureros. En esa ciudad, en los días de lluvia se suspendía la recolección de basura. Los trabajadores blancos cobraban esas horas no laboradas. Los trabajadores negros, no. Otra de las tantas injusticias palmarias que King denunciaba y que había generado una ola de protestas que se cobró la vida de un joven afroamericano. King intervenía en esos casos, para aplacar la furia y reclamar por los derechos de los suyos. Sus armas: la palabra, la tenacidad y la desobediencia civil, nunca la violencia. En esa oportunidad, King predicó el boicot contra Coca-Cola y los principales fabricantes de pan y leche, además de pedir a los ahorristas que retirasen los fondos de todos los grandes bancos.

Donald Trump, podador de derechos y promotor de las restricciones a los inmigrantes y desfavorecidos, no tuvo empacho en decir oficialmente: “A pesar de que fue sacado de esta Tierra injustamente, nos dejó un legado de justicia y paz (…). Debemos aspirar activamente a hacer posible el sueño de vivir juntos como un pueblo con un objetivo común”, agregó el mandatario empresario que se cuidó de hablar de libertad e igualdad, tan sólo al lamentar el “procedimiento” por el cual fue sacado de la lisa política.

Cincuenta años después, varios actos lo recuerdan a él y su lucha. En Washington y Memphis con pancartas con el lema “I’ am a man” (“Soy un hombre”), que fueron creadas a propósito del reclamo que lo llevó al balcón del Hotel Memphis, cientos de líderes afroamericanos, religiosos y activistas se dieron cita. En el Hotel Memphis –hoy es un museo en honor a King– se congregaron miles de personas entre quienes se destacaron el reverendo Jesse Jackson y el exembajador Andrew Young, ambos testigos presenciales de la muerte de King, tanto que son  los únicos líderes vivos que quedan de aquel grupo que cambió la historia de los derechos civiles en los Estados Unidos.

Jackson, comparando la figura de Jesús con la del predicador negro, dijo a la multitud: “Una crucifixión sucedió aquí (…). Si Atlanta fuera su Belén, si [la iglesia] Mason Temple fuera su Getsemaní, este era su Calvario. Pero a la vuelta de la esquina está la resurrección. ¡Y está vivo!”, aseguró ante los gritos de aprobación de su auditorio. Además, Jackson reconoció las luces de la esperanza respecto a las injusticias actuales, y consideró que el espíritu de Luther King “vive” en algunos de ellos, como el reciente movimiento estudiantil para el control de armas “Never Again” (Nunca Más), surgido tras el tiroteo en una escuela de Florida. Jackson afirmó que no basta con admirar su figura, e insistió en que aquellos que valoran la justicia y la igualdad “deben” tener la voluntad y el coraje de seguir su ejemplo y “luchar por las cosas por las que él luchó”.

Por su parte Raphael Warnok actual sucesor de King en su iglesia Bautista de Atlanta, se lamenta de la actual situación de la lucha por los aún raleados afroamericanos: “Es más fácil levantar monumentos que seguir los ideales de King. Ahora él es una figura para todos los públicos, pero cuando vino aquí en 1968 era más impopular de lo que es Trump en la actualidad (…). Hemos creado una historia feliz, la de una América mítica, post-racial. Pero la elección de Trump y el racismo que ha aflorado con ella han dejado patente que no es así. A pesar de los avances, seguimos sufriendo una opresión racial sistémica”. Bernie Sanders el sempiterno candidato estuvo presente y puso el acento en la pobreza en la que están sumidos los compatriotas afroamericanos.

La ausencia del presidente de Estados Unidos o de cualquier emisario de su administración no causó extrañeza, puesto que los supremacistas blancos apoyaron al magnate en su carrera a la presidencia. Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses piensan que las relaciones raciales se han deteriorado con Donald Trump quien mostró desdén ante los incidentes raciales del verano pasado en Charlottesville. Trump dijo entonces que entre los miles de supremacistas blancos que se manifestaron con antorchas al estilo Ku Klux Klan “había gente buena”.

Dolió fue la ausencia en Memphis de Barack Obama, el gran símbolo del ascenso afroamericano hacia la cúspide del poder político. Tal vez, su presencia quizá hubiera significado un problema de seguridad para los actos. En vez de ir, Obama mandó un vídeo, en el que asegura que “mientras intentemos seguir su camino, el alma de King se alegrará”.

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