martes 23 de abril de 2024
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Variaciones en torno a la clase media, según pasan los años

Le pregunté a un experto en investigación de mercado sobre quienes integran la clase media, esa que los políticos pretenden conquistar por sobre todas las cosas, porque avalan sus decisiones contra el populismo. El hombre se echó a reír. “¿Por qué?”, pregunté. “Porque es una categoría muy difícil de encuadrar”. No es lo mismo la de 1990 que la que existe hoy . Los tiempos cambian. Sus integrantes cambian.

Perón solía decir “clase media somos todos”. ¿Era así? No, se trataba de una respuesta abarcativa y demagógica. Se refería a su primer tramo de gobierno, entre 1946 y 1950 , única ,fenomenal y eufórica etapa donde los obreros recibieron el 50% del Producto Bruto Interno. Las películas mostraban una clase media con empleada doméstica en uniforme, el teléfono blanco, los adornos barrocos y caducos. Un maestro era clase media, lo mismo que un empleado de banco, por eso las madres se desvivían para que sus hijas conocieran entre ellos a un buen candidato para el matrimonio. Es indudable que había pobres y a granel, pero no se notaban y en todo caso estaban en mejores condiciones que en medio de la crisis de 1930.

Veinte años después, en la década del sesenta, clase media eran el taximetrista , o el carnicero del barrio o el jefe de policía de la comisaría del barrio. El clan Pérez García, de gran éxito en los medios de comunicación también lo era. El padre de Mafalda con su Citroën 2Cv era clase media, arañando como podía, abrumado junto con su mujer, de las preguntas de la enana genial. Pero ese torrencial grupo humano , junto con el resto de la gente de su nivel, médicos, abogados y arquitectos constituían el universo que se adueñaba de la cultura, de la nueva literatura latinoamericana, del cine europeo, de las discusiones culturales al mismo tiempo que en Europa y que ya vivía desprejuiciadamente abrazada a la libertad sexual por los anticonceptivos y la liberación de las mentes.

Después de todo aquel tiempo de esplendor vendrían las crisis económicas profundas, la inflación, la desconfianza frente a los poderes, la falta de credibilidad en los funcionarios. Al inicio de la década del setenta vivió en el apoyo a la rebelión de la juventud, después con los asesinatos a malsalva comenzaron a retroceder rápidamente. Y pidió, sin tapujos, la intervención armada para darle punto final a los efectos del Rodrigazo y sus consecuencias, al desborde sangriento entre los grupos, a la falta de porvenir.

 

También supieron aprovecharse de la plata dulce en tiempos de Martínez de Hoz, hicieron negocios, perdieron algunos pero muchos ganaron, viajaron por el mundo, compraron lo que querían en Miami. La industria argentina, por la apertura indiscriminada de la economía y la falta de control a las importaciones perdió altura, en numerosos casos llegaron a la quiebra. Eso sí, con el dólar fácil cierta clase media vivió la euforia de ser ricachones en el exterior. Una película de Disney.

Alfonsín les encantó con su verbo rico y su devoción democrática pero no estuvieron de acuerdo con las medidas económicas. Le dieron la espalda a todo intento de los equipos económicos radicales para enderezar una economía destrozada por la deuda externa (en gran medida las inversiones militares para guerrear supuestamente contra Chile o pisar tierra malvinera). Apareció la figura mítica de Domingo Cavallo, que salvó a Menem que venía en picada, y la Ley de Convertibilidad los hizo vivir en una ficción imparable. A la inflación, una serpiente venenosa, le cortaron la cabeza, a costa de que la gente creyera en la fantasía de un peso igual a un dólar. Eso se sostenía con la entrada de dólares; cuando dejaron de hacerlo, la convertibilidad se fue al cementerio. De todas maneras esa clase media votó la reelección de Menem, el famoso “voto-cuota”, y fue tal el amor por el riojano que lo volvió a votar en el crucial año 2003. Sin ballottage, Menem hubiera ganado la mayoría de los votos y cuando se disputó el trofeo ganador de la Presidencia insistieron con el respaldo. Menem consiguió entonces el respaldo de cuatro millones y medio de argentinos.

La clase media se fue acostumbrando a que el gobierno, sea el que fuera, que le brindara un buen pasar y sin sobresaltos, era la administración ideal. Dejó de importarle la ideología, la tradición de los principios. A Macri lo votaron porque ya no aguantaban más los manejos desbordantes e injustos de Cristina Fernández. No hubo convicción plena, hubo fatiga por un lado y esperanza por el otro.

Ahora vivimos en el desdoblamiento. Por un lado cuestionan las malas decisiones de la Presidencia y de su equipo, no pueden creer algunas de sus grandes equivocaciones, la lealtad a Macri ha descendido y puede continuar por ese camino salvo que haya un viraje en el timón del barco. Pero mientras tanto , este verano, esa clase media golpeada con los aumentos de las tarifas en todas las áreas se agolpó en las costas de los balnearios de la costa argentina y la mayoría tomó sol en Brasil, contenidas las ansias del ocio con el ondular de las garotas.

El consumo de elementos básicos de la canasta familiar había bajado notablemente en 2017, siguió bajando en enero, mientras el comercio ponía el grito en el cielo. Los argentinos gastaron en el exterior en pocos meses u$s 10.500 millones. En un momento en que esos dólares son necesarios, en días en los que va creciendo la deuda externa, en el que la administración se empecina en tomar mas préstamos para paliar el déficit fiscal y los desmanes del Estado.

Es la historia de siempre. Es una cierta esquizofrenia y la impone la clase media que hace mucho que carece de ideología y que lo único que le interesa (tema de ardiente polémica) es el bienestar y que nadie la moleste ni le robe el auto a los tiros.

La clase media no es uniforme. Está el estamento más alto, donde tienen mucho que ver los ingresos del Jefe de Hogar o el “único sostén de hogar” ( en el caso de las mujeres solas). Luego viene la clase media-media distinguida por sus tenencias personales. Las investigaciones de mercado o de opinión preguntan acerca de la posesión o no de electrodomésticos, TV color con control remoto, heladera con freezer , lavarropas programables y automáticos, secarropas, computadoras, tarjetas de débito, el tipo de cobertura de salud y la cantidad de teléfonos celulares que se usan en la casa.

La posesión de automóviles presenta cambios menos evidentes salvo lo ocurrido el año pasado y en lo que va de 2018 donde las facilidades infinitas permiten acceder sin pensar demasiado en el rodado. Porque a ese automóvil hay que protegerlo en un garage costoso, darle onerosa cobertura de seguro, mantenerlo, cargar combustibles cuyo precio ya parece no tener techo, lavarlo, ocuparse de él. Antes de los nuevos tiempos los vecinos chismoseaban “tiene auto pero los hijos comen pan duro en casa”.

La clase media alta se agrandó no por factores genuinos y legítimos. Varios traficantes de drogas viven en zonas residenciales de lujo. Desde allí imparten instrucciones a su tropa.

Por último aparece la clase media-baja, tan castigada como la media-media por los aumentos desbordantes de los últimos tiempos. No sé por qué el Gobierno y algunos economistas siguen hablando de un momento donde impera el gradualismo cuando lo que impera es el shock , un impacto doloroso en los bolsillos. De una clase sin ideología. Que hoy gusta de una agrupación en el poder y mañana de otra, que puede o no estar en el poder. Y allí todo se ilumina con el voto.

Publicado en El Cronista el 21 de febrero de 2018.

Link https://www.cronista.com/columnistas/Variaciones-en-torno-a-la-clase-media-segun-pasan-los-anos-20180221-0013.html

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