jueves 28 de marzo de 2024
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Virginia García Beaudoux: “El problema es que seguimos pensando que hay características propias de lo masculino y lo femenino”

Virginia García Beaudoux es Doctora en Psicología por la Universidad del Salvador. Se especializa en comunicación y psicología política y en los estudios de género. También es Profesora titular de la Universidad de Buenos Aires. En esta entrevista explica algunas cuestiones importantes a tener en cuenta para lograr la igualdad de género desde las políticas estatales como favorecer el empoderamiento económico de las mujeres, la corresponsabilidad doméstica, la licencia por paternidad y la paridad en todos los órganos gubernamentales y en los partidos políticos. El objetivo fundamental es derribar los estereotipos de género que encierran a las mujeres en tareas que no tienen por qué ser estrictamente femeninas. Si bien celebra la reciente aprobación de la Ley de Paridad, le hubiera gustado que se debatiera más para, al menos, concientizar sobre lo que falta.

 

La nueva Ley de Paridad garantizará la conformación de listas legislativas en un 50% de miembros de cada género de manera intercalada y secuencial, lo que busca que la representación final en las cámaras también sea paritaria y no sólo las listas, como ocurre en otros países. Sin embargo, en una nota recientemente publicada, se evidencia que las presidencias de las comisiones más importantes de cada cámara no son presididas de manera paritaria. O mismo, desde 1983, ninguna mujer presidió la Cámara de Diputados ¿Qué medidas se podrían tomar al respecto para aumentar la representación en ese sentido?

En lo personal, me parece un gran triunfo que se haya sancionado finalmente la paridad, pero me apena un poco que el debate no haya tenido más visibilidad social porque creo que, de haberlo visibilizado, también podríamos haber discutido oras cosas. El problema de no haberla debatido es que pareciera que la paridad queda reducida únicamente a la composición de las listas electorales cuando, en realidad, lo que sabemos es que todos los órganos de representación, no sólo legislativos sino también ejecutivos, deberían reflejar la ciudadanía a la que sirven y, en ese sentido, todos los poderes deberían estar compuestos paritariamente. Dentro del Poder Legislativo, en particular, no sólo se trata de que haya listas paritarias o con igual composición de hombres y mujeres, sino también que cuando llega la hora de repartir el dinero y el poder, las comisiones donde se deciden cosas importantes, también estén presididas por mujeres. Por ejemplo, en el Congreso de la Provincia de Buenos Aires hay una gran cantidad de comisiones donde directamente no hay mujeres: hace unos años me había llamado la atención que en la Comisión de Trabajo en el Congreso de Buenos Aires no había una sola mujer. Entonces yo me preguntaba, ¿se discute qué hacer para que las mujeres no sigamos ganando un 25% menos que los hombres? ¿No hay ninguna mujer o representación femenina en esa discusión?

Hay muchos ejemplos de parlamentos que han transversalizado el género en su interior: El Salvador tiene un grupo de mujeres parlamentarias que han logrado junto con la unidad de género del Congreso trasversalizar el género, por lo que no puede haber ninguna comisión parlamentaria que no sea mixta y, evidentemente las presidencias de las comisiones deben ser equitativas y después repartidas. De todos modos, subsisten problemas como que las mujeres terminan presidiendo Educación y Salud y los hombres Presupuesto y Obra Pública. Eso también hay que romperlo, porque en el fondo no deja de reproducir la lógica de los estereotipos que traemos desde fuera de la política, como que la mujeres somos buenas o que nos especializamos en cuestiones que tienen que ver con tareas de cuidado de la familia y de los niños, y que los hombres son racionales y, por lo tanto, buenos para presupuestar, administrar, construir ese tipo de cosas que requieren ejecutividad. En el fondo, parte de la distribución desigual que existe aún cuando hay mujeres en todas las comisiones tiene que ver con estos estereotipos de género que arrastramos desde afuera de la actividad parlamentaria, que después se reflejan en la actividad misma.

 

¿Vos crees que si hubiera habido debate se podría haber generado algún cambio en la redacción de la ley que contemplara estas cuestiones?

No sé si algún cambio, pero por lo menos estaríamos más conscientes de que esta ley no termina con el problema. Con la sanción de la ley se produjo un efecto de alivio y de que el problema está solucionado, cuando todavía queda mucho por hacer al interior de las comisiones parlamentarias, incluso de los partidos políticos. La ley no dice nada de cómo tiene que ser la distribución de cargos y de representación dentro de los partidos políticos. El debate creo que hubiera permitido llamar la atención sobre que también debería haber paridad en el Poder Ejecutivo, los ministerios, las direcciones y todas las unidades de gobierno. Con un debate tan chiquito y tan subsumido en un mismo ámbito, se generó una sensación de alivio cuando, en realidad, el árbol sigue tapando el bosque y no estamos viendo que hay toda una serie de problemas que deberían debatirse. 

 

Sin embargo, incorporarla al orden del día sin debate fue la estrategia para que se pudiera aprobar porque el año pasado no había salido porque estaba pegado a la reforma política.

Sí, le verdad es que fue la única forma de hacerlo. Pero dice mucho de nosotros como sociedad: que se hiciera de esa manera porque si no, no pasaba, es bastante sintomático. 


Más de veinte años de cupo en argentina y experiencias en otros países han demostrado que la igualdad numérica no equivale a la igualdad sustantiva, aunque comienza allanando el camino. ¿Qué estrategias se pueden utilizar para alcanzar, en algún momento, la igualdad sustantiva? ¿En qué tenemos que profundizar?

En todo. Yo vengo de la psicología y a mí siempre me han llamado la intención como objeto de investigación los fenómenos de naturaleza psicosocial, donde creo que hay varios frentes que trabajar o atacar en simultáneo. El primero tiene que ver con las políticas públicas que necesitamos: necesitamos generar el empoderamiento económico de las mujeres, sobre todo de las más desfavorecidas desde el punto de vista socio-económico. Las políticas públicas que tenemos no favorecen la corresponsabilidad doméstica y el mejor ejemplo es la licencia por paternidad. Si uno se fija, todas las tareas de cuidado tanto de los adultos mayores como de los niños recaen en las mujeres. No hay centros de día a donde se puedan llevar a los adultos mayores para que sean cuidados mientras las mujeres trabajan.  En muchos casos las mujeres que tienen a cargo el cuidado de los adultos y los niños son jefas de hogar y, a veces, la única jefa de hogar. El problema es que terminan con trabajos de tiempo parcial, informales, totalmente en negro, precarios y eso hace que no puedan acceder a un crédito o que no puedan empezar con un microemprendimiento. El empoderamiento económico de las mujeres es fundamental, no solamente por el bien de las mujeres, sino por el bien de la sociedad en su conjunto, porque en la medida en que las mujeres puedan empezar a poner sus pequeños emprendimientos también le darán trabajo a otras personas que no necesariamente son sólo mujeres. A su vez, las mujeres que trabajen en blanco generarían aportes, lo cual es clave porque, si seguimos fomentando el trabajo en negro, en 2043 van a haber más personas jubiladas que personas aportantes. Entonces, hay una serie de problemas por la falta de empoderamiento económico de las mujeres que sería muy interesante poder solucionarlo. Para eso son necesarias políticas públicas que acompañen: centros de cuidado, corresponsabilidad en las tareas domésticas, educación para romper con los estereotipos culturales. En la medida en que sigamos pensando que hay características propias de lo masculino y de lo femenino estamos sentando las bases para que se reproduzca la desigualdad. El problema de fondo es que realmente seguimos pensando que el sexo biológico tiene que marcar una diferencia entre lo masculino y lo femenino, necesariamente.

 

¿Cómo conjugas tu trabajo en asesoría a candidatos en campañas electorales y a políticos en ejercicio de gobierno con una perspectiva de género?

Mi pasión es ayudar a otros a comunicar sus pasiones, ideas y proyectos. Las mujeres tienen dificultades adicionales -no estoy diciendo que los hombres no tengan dificultades, las tienen y muchas- porque juegan en los mismos escenarios, pero en condiciones mucho más desfavorables con otras reglas de juego y con la cancha inclinada en contra. Por un lado, trabajo mucho con la idea de que ellas mismas rompan la manera estereotipada de comunicarse con el electorado; es muy común que en los perfiles de Facebook o de Twitter de mujeres políticas en el mundo entero lo primero que se vea es: “Madre de cuatro hijos”. Ellas misma se ubican en un lugar del que después es muy difícil salir. Lo que yo siempre les digo es que la competencia electoral es como la entrevista laboral más larga que van a tener en su vida porque dura ocho meses y hay que mostrar las habilidades, no contar cuántos hijos tienen. No quiere decir que haya que ocultar a los hijos, pero no debería ser lo prioritario a comunicar. Por un lado, las mujeres políticas tienen un montón de cosas para ofrecer que pueden servir en sus comunidades y eso es lo que tienen que comunicar. Eso es un aprendizaje. Por otro lado, también están entrenándose en que les permitan que, cuando los periodistas les hagan preguntas que las retrotraigan a lo privado y las aparten de lo político, puedan manejar esas situaciones sin que verse perjudicadas. Esto es sumamente importante porque las investigaciones muestran que cuando una mujer política empieza a hablar de su vida privada, normalmente el electorado la empieza a percibir como menos competente, menos preparada y con menos tiempo.

En la última elección, en Intratables, Santiago Del Moro le preguntó Gladys Gonzalez: “Vos que tenés tres hijos, caminás por la provincia y ves todos esos chicos pobres, ¿no se te mueve algo en relación a tus propios hijos?”. Eso es algo que no le preguntan nunca a un hombre. No es culpa de Del Moro, pero estamos habituados a que esas sean preguntas normales. Mismo cuando le preguntan a María Eugenia Vidal: “¿Qué costo personal tuvo para vos ser Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires?”.


Un lugar en el que ella misma se pone…

Claro, eso seguro, pero es algo que no se le preguntó nunca a los hombres que fueron gobernadores. Entonces hay toda una serie de trampas, no sólo en Argentina sino en el mundo entero, que son bastantes perniciosas y que también los y las periodistas tienen que empezar a trabajar con otro lógica, entendiendo que esas preguntar perjudican. Al realizar talleres con periodistas me he dado cuenta de que ellos y ellas no tienen conciencia de eso y eso es algo que hay que trabajar.

 

¿Y si asesoras varones cómo los orientas en cuanto a la perspectiva de género?

Los varones no tienen problema con ese tipo de preguntas que sí se les hacen a las mujeres porque tienen más debates o enfrentamientos de posiciones o de sus propuestas.

El principal problema es que los partidos políticos no capacitan técnicamente a los cuadros masculinos en temas de género. En general, las únicas que están capacitadas técnicamente en temas de género son mujeres, entonces cuando llegan al Congreso las únicas que quieran empujar legislación de género son mujeres, como si estas legislaciones fueran un problema de mujeres y no de seres humanos que afecta a la humanidad en su conjunto. Necesitamos más legisladores hombres que empujen una agenda de género. Hasta ahora lo hay son legisladores hombres que les dicen a las mujeres que ellas se dediquen a trabajar esos temas y que ellos las acompañan y apoyan, pero no hay muchos hombres que se hayan involucrado activamente, al menos no en la misma proporción que las mujeres. Son muy pocos los que se involucran, pero no es que no lo hacen por desinterés, sino en muchos casos por desconocimiento. Por eso es importante capacitar a los legisladores hombres en temas de igualdad de género.

 

¿Y cómo se puede ir por el camino de la inclusión en otros temas que no involucren necesariamente a la comunidad femenina, sino también a la comunidad LGTBIQ?

Uno quiere creer que, con el paso del tiempo, las sociedades se vuelven más progresistas. Sin embargo, lo que vemos nos muestra otra cosa: hay épocas de grandes avances y hay épocas de profundos retrocesos, porque el mundo se vuelva más conservador y no queda otra que atrincherarse para no perder lo ganado y cuando se puede avanzar, se lo hace.

En Argentina ha habido muchos avances hacia la igualdad: en la aprobación del matrimonio igualitario fuimos pioneros en la región e, inclusive, en muchos países del mundo.

La igualdad va a ser un eje de preocupación no solamente para las mujeres sino para todas las colectividades. Si se tuviera que decir creo que en proporción han avanzado más los grupos LGTBIQ y otros, que las mujeres que tienen muchísimos años de lucha porque los logros y las conquistas son más lentos que los de otros grupos. Por ejemplo, todavía seguimos discutiendo las diferencias salariales, las licencias por maternidad y paternidad, es decir cosas que deberían estar resueltas desde hace mucho tiempo. También es cierto que cada vez hay más hombres que se sienten perjudicados por los estereotipos de masculinidad, que quieren relacionarse de otra manera con sus hijos. Una persona que vive en Holanda me contaba que allí las mujeres pueden trabajar a tiempo parcial. Esto significa que las personas tienen el derecho de trabajar cuatro días de la semana y uno no; no es obligatorio pero se puede elegir como régimen de trabajo, tanto hombres como mujeres. Sin embargo, casi todas las mujeres trabajan cuatro días y uno se dedican a sus hijos y los hombres trabajan los cinco días de la semana. Un abogado muy prestigioso fue a plantear en su empresa que iba a empezar a trabajar cuatro días porque quería ocuparse de sus hijos, y le empezaron a preguntar si se había divorciado, si su esposa se había enfermado, si había pasado algo. La cuestión es que este hombre decía que no quería ser un papá de fin de semana, quería ser un papa presente en la vida de mis hijos y que la ley se lo permitía. Sin embargo, todavía la cultura machista no lo acepta, y cuestionaban su ambición en su carrera.

Me parece que en la medida en que los hombres empiecen a plantearse que quieren vivir su paternidad o vida familiar de otra manera, también los cambios van a adquirir más velocidad porque no va a ser un grupo el que los empuje sino que lo hará toda la sociedad en su conjunto, y eso es importante.

 

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