jueves 18 de abril de 2024
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Niñas madres, un problema social y político

La información que da cuenta de un parto cada tres horas donde las madres van de los 10 a los 14 años de edad, según cifras oficiales, es de gran intensidad dramática. Ocho partos con esas características por día, 2.298 cada 12 meses. Sumados llegan al 3,6 por ciento. De los más de 770.000 nacimientos por año resultan 3,6 por cada mil en el vientre de una niña, de una púber o de una adolescente. En algunas provincias llegan al 25 por ciento del total de alumbramientos.

Estos hechos tienen connotaciones de todo tipo: sociales, políticas, educativas, parentales en distintas líneas. Podría decirse, desde una mirada parcial que es un dilema de la pobreza. Pero no lo es todo. Hay algo de verdad en ello, pero la verdad guarda muchísimas aristas. Porque ocurre también en la clase media y, rápidamente oculta, en las clases altas.

Por un costado aparece la responsabilidad de los padres. Sin duda, la desaprensión, la desatención, la falta de protección a partir del cariño, la imposibilidad de diálogo entre madre-padre y niña o adolescente es fundamental para que ocurran los hechos que estamos comentando. Se dirá que para mantener al hogar el matrimonio trabaja todo el día y desprotege a hijas e hijos. Pero tampoco es motivo. La pobreza y la carencia se suman, sin duda, pero en la pobreza también existe la dignidad, la atención, la guía, el cuadro de referencia la orientación de los hijos.

Las generaciones anteriores no conocían las estadísticas. Se debe recordar, empero, que la mayoría de las familias hoy de clase media o alta se originaron en inmigrantes extremadamente pobres que fueron incorporándose a la sociedad con una escala de valores, que se cumplían a rajatabla. Pero, por las anécdotas familiares también sucedían estas realidades críticas. De la misma manera que, en las clases altas, el altillo ocultaba al hijo deforme o psicotizado o a la hija sin casar pero embarazada.

El fenómeno conoce otras caras. En el interior provinciano, en la gran soledad, un pueblito de cuatro o cinco casas, alojan a familias monogámicas, donde los cruces sorprenden a cualquiera. En distintas casas están el abuelo y el padre con parejas rotativas que, al mismo tiempo, han embarazado a hijas y nietas. Sin duda que eso se conocerá, en igualdad de condiciones geográficas y extremas en cualquier país del mundo. Salvo donde imperen reglas religiosas y morales extremas donde el incesto es bíblicamente condenado.

Hace pocas semanas un artículo del profesor Jorge Ossona, en la sección editorial del diario Clarín puso en alerta, como si nos mostrara el camino, la manera en que muchas chicas de ese interior desolado se prostituían. Padres o tíos o abuelos las iniciaban con violencia, sexualmente, a corta edad. El pater medioeval castigaba con azotes a diario a las víctimas. Las chicas huían, buscaban amparo pero lejos, en pueblos más grandes o en ciudades con buena iluminación y lo conseguían, pero en los prostíbulos. La madonna las protegía y el precio era que se fueran vendiendo hasta el momento en que eran descartadas, por edad, por enfermedades o por capricho. Un “bien de cambio” inmoral y escandaloso.

En Estados Unidos, por estadísticas o comentarios médicos se ha puesto sobre aviso que en múltiples casos, la existencia de la droga en algunas familias, llama al desborde. Y las niñas se inician sexualmente a los 12 años. Eso se extiende a las clases medias tras los efectos de la desigualdad económica o laboral de los mayores, donde después de la primera menstruación, la “moda” de iniciarse en el sexo está extendida, con todas las consecuencias que, al no saber de que se trata, después surgen las complicaciones.

La solución tampoco es única. Pero un camino importante es que los padres estén presentes y dialoguen constantemente con los hijos, sabiendo y comprendiendo sus problemas. No siendo cómplices sino comprensivos y comprometidos, en todos los sentidos que el afecto representa.

El eje, para muchos, es la educación sexual, que debería iniciarse en cuarto grado. Edad en la que muchas nenas se van transformado en mujeres con sus correspondientes dotes y peligros. Hay muchas formas de enseñanza, según edad y comprensión de los alumnos. No es una educación universal e inamovible. Es la que se llama “enseñanza temprana e integral”.

Desde todos los sectores habría que empezar una campaña oficial y privada con todo el empeño que el tema merece. Desde el Ministerio de Economía y el de Salud Pública a los responsables de los alumnos en las aulas.

Quien esto escribe no es médico, ni experto en ese estrato educativo en particular (he sido docente en la escuela primaria y secundaria muy poco tiempo y en la universidad muchos años) pero como periodista debo reclamar toda la atención de la sociedad. Las consecuencias son demoledoras. Las madres niñas quedan signadas con responsabilidades que no corresponden a su edad, limitadas en su crecimiento personal o profesional, los niños que nacen de esas madres son pequeños y requieren cuidados especiales por su fragilidad. Un país al cual le falta una parcela importante de la sociedad.

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