miércoles 17 de abril de 2024
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Al ingeniero Mauricio Macri, afectuosamente (II)

Un ex alumno con el que he seguido en contacto luego de finalizar sus estudios de licenciado en Ciencia Política, preparado, inteligente, el benjamín de una familia de profesionales defensores de los derechos humanos y de la memoria, exclamó reciente y públicamente que ante ciertas medidas del actual gobierno íbamos a terminar recordando, con cariño, la secretaría del nombre imposible de repetir de corrido encabezada por el ese entonces empeñoso pensador Prof. Richard Forster.

No era para menos. Acababa de leer sobre la creación por parte de su gobierno, Ingeniero –en medio de la tensa situación por la que transcurre la realidad sociopolítica argentina, regional y mundial– de la Dirección Nacional de Movilidad en Bicicleta. Ahora sí, los problemas que afectan  a los sectores populares comenzarán a encaminarse  hacia su solución.

Pero para no quedarnos en el impuso inicial ¿por qué no rompemos  definitivamente la inercia y ponemos en marcha otra Dirección complementaria de la anterior: una que tenga como finalidad ordenar, sistematizar y controlar la hasta ahora caótica dinámica del pasar de los cochecitos de bebé?

Jocosidades aparte, un investigador en la temática de la toma de decisiones, conocida como la Teoría de la Elección Racional (TER), al que consulté sobre esta faceta del actual gobierno me resumió la situación de la siguiente manera: difícil que cambien.

Espero que esta vez se equivoque porque de lo contrario estamos en el horno. Si los que toman las decisiones en Cambiemos no son capaces de cambiar estamos en serios problemas. Y no me refiero solamente a cambiar luego de una equivocación. Se trata de cambiar antes para disminuir al máximo la posibilidad de error en el diseño y contenido de  las políticas públicas antes de su intento de aplicación.

Permítame, Ingeniero Macri, traer a colación un ejemplo de algunas vidas cotidianas que creo nos ayudarán a entender de que estoy hablando. Cualquiera que como nosotros se haya calzado un par de tablas de esquíes para gozar de la buena nieve sabe que, entre otras cosas, no debe meterse en la nieve blanda ni pedirle “pista, pista” a los pinos porque éstos no se corren.

¿Se acuerda Ingeniero de aquellos tiempos casi juveniles en los que un inoportuno pino norteamericano pariente quizá de otro contra el que impactó y murió trágicamente en esas mismas pistas un Kennedy) no se corrió? ¿y de los resultados no queridos sobre su propia humanidad, cuando casi lo perdemos para siempre, por no haber cambiado Ud. su línea de descenso?.

Lo anterior viene a cuento ahora porque en política los pinos tampoco se corren.

Los problemas públicos, de esto se ocupa la política, se encaran con éxito cuando se cuenta con suficiente poder político, pero además con ideas claras acerca de los mecanismos por los que pasan las cosas de las que debemos ocuparnos como gobierno y sobre sus consecuencias mediatas e inmediatas.

Intentar todo el tiempo el método del ensayo y error en política suele provocar dificultades en el mantenimiento de la legitimidad; recordemos que cuando los que toman las decisiones gubernamentales se equivocan la gente, la real, la de carne y huesos, sufre. Y acciona en consecuencia.

  

 

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