sábado 20 de abril de 2024
spot_img

La cordura populista y la sinrazón de la racionalidad

Puto y ladrón / lo queremos a Perón. La tribuna popular cantaba, mitad sonriente, mitad desafiante. Nombrar a Juan Perón podía acarrear una pena de hasta seis años de cárcel. En aquellos lejanos años de la Revolución Libertadora, las comisiones investigadoras, la prensa y los rumores acusaban al dictador depuesto –así identificaba el nuevo gobierno al ex presidente, cuyo nombre pretendía erradicar el decreto-ley 4161/56 como autor de fechorías innobles, delitos varios y trasgresiones sexuales

La tribuna popular decidió asumir dos de las acusaciones más graves. En esos días era ofensivo marcar la homosexualidad. También resultaba vergonzoso asaltar fondos públicos. Los muchachos de la barra –en ese entonces las barras eran simplemente grupos de hinchas, no barras bravas asociadas al delito decidieron no discutir las condenas. Aceptaron las conclusiones de las comisiones investigadoras sobre la apropiación del tesoro nacional y la supuesta relación del general con un famoso campeón de boxeo afroamericano, Archie Moore.

Puto y ladrón / lo queremos a Perón. Es decir, militamos con Perón, lo acompañamos, lo sostenemos, lo votaremos. No importa lo que haya hecho.

La conclusión produjo soponcios en ciertas damas de Barrio Norte e irritación en los estudios jurídicos de nota, empresarios remilgados y no altos oficiales de las Fuerzas Armadas.

No entendieron el mensaje. El coro de las canchas de fútbol no elogiaba el saqueo ni las costumbres privadas consideradas vergonzosas por entonces. Nada de eso. Hacían un balance y lo trasmitían. Así y todo, preferimos a Perón.

Fracaso enorme, también, de la abusiva propaganda de tono fascista que endiosaba al líder. Los muchachos de la popular demostraron que no creían en virtudes sobrehumanas ni en la perfección. Que no veían a Juan Perón como un bronce inalcanzable. Admitían que pudiera tener conductas públicas y privadas –sintetizadas en el primer verso erróneas, escandalosas, reprobables. Pero que igual lo elegían.

Por qué vive el populismo

Pasaron sesenta años y buena parte de la Argentina no termina de comprender aquel mensaje de las canchas. La platea  difícilmente entienda a la popu. Debiera aprender que en el gallinero hay más personas que en las butacas. Y que en democracia, cada persona vale un voto.

Curioso: el actual partido dominante, el PRO, conoce como nadie la importancia de la emotividad en la comunicación. Y, sin embargo, reniega de la emoción al tomar ciertas medidas que amenazan  el futuro y comprometen su propio imaginario.

La supervivencia populista se debe en buena parte a sus dones –muchas veces irresponsables, pero que sirven para mejorar por un tiempo la calidad de vida pero sobre todo a la insensibilidad de gran parte de la dirigencia anti-populista. Las dictaduras militares son el perfecto ejemplo de continuado fracaso.

Lo insostenible lleva a los anti-populista a extremar racionalidades. Curioso: el actual partido dominante, el PRO, conoce como nadie la importancia de la emotividad en la comunicación. Y, sin embargo, reniega de la emoción al tomar ciertas medidas que amenazan  el futuro y comprometen su propio imaginario.

El populismo levanta la bandera de la justicia –o incluso de la misericordia y atribuye a sus adversarios insensibilidad que deviene crueldad, cuando no darwinismo social.

Veamos, por ejemplo, qué está ocurriendo con los precios de los alimentos.

Moreno y los precios

Guillermo Moreno ha sido un mal funcionario y un peor ciudadano. No respetó la verdad, ni al adversario. Tampoco las normas jurídicas o el espíritu de la convivencia plural. Ninguna persona con confianza en la República y la virtud podrá aprobar su gestión.

Y seguramente nadie habría de recordarlo ni aplaudirlo si el gobierno de Cambiemos hubiera tenido una política destinada a mantener estables los precios de los alimentos.

Las personas con derechos consolidados –es decir, con un buen pasar pueden dedicarse a defender bravíamente su libertad y la del prójimo, arremeter contra los intentos de subordinar a otro. Indignarse ante el mecanismo autoritario de exigir vasallaje a cambio de comida.

Pero junto a los titulares de derechos, sobreviven los cabeza de familia abrumados por las obligaciones. Los que no llegan hasta fin de mes sin sobresaltos. Los que les cuesta la prepaga o, peor aún, ignoran cómo cumplir las rutinas administrativas mínimas de los hospitales. Los ofendidos y humillados que cuentan las monedas para viajar o comprar comida. Los que demandan auxilio del Estado.

El kirchnerismo no daba complejidad ni soluciones, sino apenas atención rudimentaria. Ofrecía gotas de baja calidad para mantener sometidos a los supuestos beneficiarios. Llegar a fin de mes contra subordinación política. Igual que los señores feudales, que abusaban de las campesinas, esquilmaban a los productores, pero ofrecían las paredes del castillo contra las invasiones y los bandoleros.

…Ni siquiera Pinochet se atrevió a tocar ese plan. Resultado: la altura del chileno creció trece centímetros.

Eso es ruin. Pero el quite de toda ayuda o auxilio puede ser criminal. Entre languidecer en la pobreza controlada y caer en la miseria, hay poco para optar.

Javier González Fraga, presidente del Banco Nación, recuerda que el programa de nutrición infantil de Salvador Allende para atender la baja talla de los chilenos dio alimentos a la madre embarazada, y luego al bebé. Ni siquiera Pinochet se atrevió a tocar ese plan. Resultado: la altura del chileno creció trece centímetros.

Aquí, en cambio, mientras la desocupación estructural se estratifica, inconmovible, otro funcionario de Cambiemos declara que los chicos y adultos con síndrome de Down no necesitan subsidios. Es Guillermo Badino, titular de la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales. Nadie comprende por qué alguien que viene del sector financiero Badino tiene un historial a mitad de camino entre bancario y banquero– puede administrar un área donde la sensibilidad debe primar.

Los CEO no entienden el inmediato, masivo repudio social. ¿No hubo acaso una avalancha de certificaciones y pensiones truchas? ¿No está claro que tal abuso del tesoro fue realizado para conseguir lealtades? ¿Alguien puede creer que sea normal dar un millón de pensiones en una década? ¿A qué viene tanta queja, entonces? La gente que así piensa viene de la actividad privada. Actúa con otras reglas. Ejemplo: una empresa cambia de liderazgo. El nuevo CEO advierte un enorme gasto mensual en estacionamiento. Descubre que su antecesor había decidido que la compañía pagara las estadías del vehículo de sus ejecutivos. “Esto se acabó. Lo cortamos ya”, dictamina. Una medida general que se aplica sin contemplaciones ni pérdida de tiempo. Nadie protesta en voz alta.

Estas costumbres son trasmutadas al Estado. Olvidan que muchas veces –con o sin vocación de manipulación y disciplinamiento la política estatal trata de ser piadosa con personas que, acaso, no llenen los requisitos pero se encuentran en situación de indefensión. ¿Qué está peor, dejar a alguien sin cobertura o forzar la letra administrativa?

Populistas y tecnócratas se sitúan en los extremos del dilema. Las personas bien intencionadas –que no abundan en esos grupos tratarán de buscar soluciones estables a largo plazo, pero cubrir la emergencia en el entretiempo. Es un debate difícil.

Lo que es evidente es que la medida fue una catástrofe. Macri perdió más de tres puntos de confianza futura en una semana (según Management & Fit, publicado por Clarín el lunes 19) y el escándalo sacudió al PRO.

También un golpe duro para la responsable del área, Carolina Stanley, una de las pocas estrellas del gabinete. Justo la ministra que se venía destacando por hábil manejo de las necesidades. Un viejo radical, Marcelo Bassani, curtido como lugarteniente del extinto Chacho Jaroslavsky, se lamentaba: “los votos se ganan de a uno y pierden de a miles”.

Badino –un funcionario de tercera fila no es el único culpable. Al parecer –dice Fernando González en la misma edición del lunes de Clarín– la vicepresidenta Gabriela Michetti, ella misma discapacitada, se enteró por los diarios del corte de subsidios y arremetió, furiosa, contra Quintana y Marcos Peña.

Peña parece concentrado en extender su poder hacia el resto del gabinete, con la designación de hombres propios para manejar la prensa de los ministros de Hacienda y Relaciones Exteriores (informa La Nación el mismo lunes 19). Debiera reflexionar. Como dicen las tías, Quien mucho abarca, poco aprieta. En la obsesiva búsqueda de controlarlo todo, logra el control de espacios pequeños y descuida los temas gordos. Todo no se puede.

Los partidarios de Quintana hicieron trascender, con poco éxito, su discurso ante los dirigentes del PRO, el pasado viernes 16. Le atribuyen haber expresado agradecimiento por ocupar un espacio sin provenir él mismo de la política. Sin embargo, su consolidación ideológica viene de lejos. En el lejano 1984, cuando era un joven estudiante de Ciencias Económicas, su nombre figura entre los candidatos de Unión para la Apertura Universitaria para el comicio de centro de estudiantes, como recordaban hace pocos días los militantes de esa verdadera escuela de cuadros liberales que fue UPAU.

 Arriba y abajo

La economía empieza a recuperarse. Esta vez, parece, los índices tienden a mejorar. No es masivo, sino sectorial. En tal sentido, la Argentina empieza a copiar, tímidamente, los rasgos de las naciones que crecen.  Selectividad, grupos de actividad que surgen, otros que retroceden, aquellos que se extinguen.

La idea de insensibilidad y gobierno de ricos tiene poco éxito cuando la blande el cristinismo, pero el fuego se reaviva peligrosamente con tanto error no forzado. El intento de cortar subsidios a discapacitados coincide con la decisión de otorgar beneficios para las todopoderosas y poco queridas corporaciones mineras…

La falta de destreza desalienta a los amigos y enciende al adversario.

La semana pasada, un hombre que vive alternadamente en Argentina y en el exterior se topó con un antiguo compañero de colegio, en una escuela privada fundada por escandinavos. Después de la alegría del reencuentro, el viajero  comentó la situación local. Una de arena y otra de cal. Dijo que desde fuera, la imagen argentina es estupenda. Pero que adentro la gente tiene dificultades, le está costando llegar a fin de mes. Ah! La negrada…

Telón.

 

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Fabio Quetglas

Optimismo tóxico

Luis Quevedo

Raíces de la crisis: el verdadero significado de la “batalla cultural”

Adolfo Stubrin

El turbio corazón del DNU 70