viernes 29 de marzo de 2024
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Aníbal Pérez-Liñán: “Estamos viendo un momento de realineamiento en el electorado”

Aníbal Pérez Liñán es, tal vez, uno de los politólogos del siglo XXI más reconocido en el mundo. Su libro sobre los juicios políticos es tomado como referencia en la Ciencia Política para explicar las caídas presidenciales a través de dicho instrumento constitucional.

Estudió Ciencia Política en la USAL y se doctoró en la Universidad de Notre Dame, a la que vuelve el año que viene luego de trabajar hace más de diez años en Pittsburgh, Pensilvania.

En esta entrevista opinó sobre la situación en Venezuela en clave comparada con el resto de los países latinoamericanos, afirmando que en algunos países la democracia se encuentra en riesgo.

La cuestión de la preservación de la democracia en América Latina, sobre todo después de las experiencias de las últimas dictaduras militares antes de la década del noventa, parece ser un tema transversal. Sin embargo, hay hechos parecen socavarla. ¿Está en riesgo la democracia en América Latina?

En algunos lugares está en riesgo. Decir que la democracia está en riesgo en América Latina en general es un acto de exageración, pero decir que no corre ningún peligro sería un acto de optimismo irresponsable, porque está claro que en algunos lugares la democracia ha sufrido crisis y problemas y está claro que hay lugares donde se han desestabilizado gobiernos pero no regímenes. Pero es notorio que hay otros lugares donde ese régimen mismo está en peligro o que ha sido socavado. Venezuela o Nicaragua son casos donde el régimen democrático efectivamente se deslizó hacia una experiencia autoritaria.

Antes de la intervención del Tribunal Supremo de Justicia en la Asamblea Nacional todavía no había tanto consenso sobre la condición democrática o antidemocrática del país. Después del hecho ocurrido el jueves, todos parecieron coincidir en que Venezuela no era más un país democrático. Con la vuelta atrás de la decisión un día después, ¿cómo queda parado el país?

El fenómeno que ocurre en casos como el de Venezuela es que son países que se deslizan progresivamente de una situación democrática hacia un estadio no democrático. Y, como es progresivo, ponerle fecha al momento del cambio de régimen es muy difícil, en parte porque el régimen mismo se beneficia de la ambigüedad que es generada a propósito. El régimen necesita concentrar todo el poder que sea posible manteniendo al mismo tiempo la ambigüedad sobre si es un régimen democrático o no y, por lo tanto, esa ambigüedad se extiende en el tiempo. En los casos clásicos de quiebre de la democracia tenemos un evento puntual que marca el momento en que se quiebra el régimen –un golpe de Estado o una intervención militar–, con una fecha clara. En casos como el de Venezuela asistimos a un fenómeno que ahora está conceptualizando la ciencia política como democratic backsliding, como el deslizamiento hacia un estadio autoritario, de manera progresiva. Y en estos casos siempre es muy difícil establecer en qué momento el régimen deja de ser democrático y hay debates históricos sobre si el régimen en algún momento dejó de serlo, y los sectores más críticos del régimen dudan de que haya sido alguna vez democrático; será porque justamente esa ambigüedad es parte de su naturaleza constitutiva. Si yo tuviera que poner una fecha sobre cuándo el régimen venezolano dejó de ser democrático es alrededor de 2009. Hasta ese momento Hugo Chávez había ganado todas las elecciones en Venezuela  y había tendido a concentrar poder y manipular las instituciones para tener ventaja electoral, pero se mantenía siempre la incertidumbre sobre si el régimen estaba dispuesto a perder una elección. Lo que suponíamos hasta entonces era que Hugo Chávez hacía un poco de trampa en el margen porque utilizaba los recursos del Estado para sacar ventaja. Lo que ocurrió en 2007 es que Chávez perdió el referéndum para la reforma constitucional que le iba a dar la reelección indefinida. Aceptó ese resultado, en parte presionado por el ejército, pero esperó dos años hasta 2009 cuando buscó una forma legal de relanzar el mismo referéndum que había sido rechazado y lo hizo en un contexto en el cual consiguió poner preso al General que lo había obligado a aceptar el resultado del referéndum en 2007. Ese es el momento en el cual quedó claro que el régimen no estaba dispuesto a perder elecciones y marcó una transición cualitativa en términos de la incertidumbre que teníamos sobre el funcionamiento del régimen. A partir de ahí la información que tenemos son vueltas secuenciales en términos de consolidar esta dinámica, de que el régimen respeta la voluntad popular cuando gana elecciones pero tuerce la voluntad popular, la manipula o reorienta cuando no consigue ganar. 

Es una ambigüedad que lo que le permite al régimen es pendular entre uno democrático y uno autoritario.

Sí,  exacto es una ambigüedad ideal para los gobernantes porque es un régimen que funciona como democrático cuando el partido del gobierno puede ganar y funciona como autoritario cuando el partido de gobierno puede perder. El PRI funcionó así por décadas, no funcionó de manera muy eficiente. Lo que creo que estabilizaba el sistema del PRI en México es que cada seis años el presidente cambiaba y eso siempre daba la esperanza que, aún cuando el PRI se mantuviera en el poder, había una rotación de la élite gobernante. El régimen chavista no tiene ese mecanismo y eso es lo que lo hace tan inestable.

Cuando recién me hablabas sobre del referéndum para la reforma de la Constitución de Venezuela se me vino a la cabeza Bolivia porque el año pasado Evo Morales quiso volver a reformarla para ser reelecto y perdió el referéndum. ¿Hay posibilidades de que Bolivia se torne una futura Venezuela o el régimen es distinto?

Sí,  hay posibilidades. Creo que el régimen es distinto, por supuesto, porque el MAS siempre fue un movimiento mucho más complejo que el chavismo. El MAS tiene una negociación interna con los movimientos sociales que el chavismo nunca tuvo. El chavismo siempre operó de manera más vertical por la construcción misma del movimiento. Eso ha hecho que la dinámica dentro de Bolivia sea más compleja pero, al igual que Venezuela, Bolivia tiene la enfermedad del continuismo. Evo sistemáticamente prometió que no iba a buscar la reelección y sistemáticamente incumplió esa promesa, quizás porque no encontró otra solución para perpetuar el poder del MAS. Pero la realidad es que inicialmente violó la promesa de que no iba a buscar la reelección que había hecho al negociar la nueva Constitución, después consiguió presentarse a la reelección por un fallo favorable del Tribual Constitucional y, ahora, a pesar del resultado del referéndum, está buscando alguna forma legal de conseguir presentarse en la reelección. Si esto ocurre creo que va a perder claramente parte del respaldo de sus propios votantes pero aún así no me queda claro que esté dispuesto a renunciar a la posibilidad de la reelección: todo indica que está buscando alguna manera de hacerlo.

Volviendo a Venezuela, si bien todavía está en una situación pendular ¿hay posibilidades de que vuelva a ser una democracia con Maduro como presidente? ¿O hay que esperar a un llamado a elecciones?

Es difícil pensar que Venezuela pueda funcionar con una democracia con Maduro como presidente porque eso significaría que el gobierno de Maduro tendría que ceder poder a la oposición, tendría que compartir el poder con ella. Y esto, en principio, es absolutamente posible, no hay ningún motivo institucional para  que eso no funcione. La Constitución sigue vigente pero la estrategia de gobierno de la administración de Maduro ha sido tal que ha cerrado el espacio para cualquier negociación creíble. El gobierno de Venezuela ha seguido una estrategia pendular por la cual, cuando hay movilización social, el gobierno acepta negociar, pero después, cuando la movilización social se calma, el gobierno cierra el espacio para la negociación y, por lo tanto, renuncia a su promesa de negociar de manera honesta. Eso lo que ha creado es que con cada nueva vuelta de ese ciclo el espacio para negociar se cierra porque el gobierno se vuelve menos creíble, entonces es muy difícil que el gobierno pueda hacer una promesa creíble para ceder poder a la oposición.

¿Cuál es el rol de la OEA, si es que realmente significa algo su postura de ahora contra Venezuela cuando pasaron años sin que se metiera con la excusa de la soberanía del Estado?

El cambio lento de orientación de la OEA muestra que ha ocurrido un cambio de alineamiento de fuerzas a nivel regional. La implicación que eso tiene, en principio, es que no es tanto que la OEA tenga un poder directo sobre lo que pasa internamente en Venezuela, porque su capacidad de intervención es muy limitada. Sí creo que lo que ocurre en estos casos es que esos realineamientos regionales que se manifiestan de manera visible en organizaciones internacionales como la OEA le dan una señal a los actores políticos internos: es como una señal de los tiempos hacia dónde va la historia en un momento histórico dado y, por lo tanto, algunos actores políticos que sienten la dirección de ciertos cambios históricos comienzan a realinearse y a cambiar de posición. Vimos en parte eso hace días con la decisión de la fiscal general de cuestionar al Tribunal. Claramente hay señales de una ruptura dentro del bloque chavista en Venezuela, y creo que esto tiene que ver con que hay actores políticos que no están convencidos de que el contexto siga siendo favorable.

Venezuela con la intervención de la Asamblea Nacional, Brasil el año pasado recurriendo a la herramienta del impeachment para poder destituir a su presidenta, los incidentes en el congreso en Paraguay, la victoria del NO en el referéndum en Colombia, ¿son hechos que están mostrando la incapacidad de los regímenes políticos de resolver sus conflictos internos o en realidad revelan la oportunidad de gobernantes de turno de adquirir nuevas potestades?

Los casos de Venezuela, Bolivia y Paraguay representan un patrón similar en diferentes estadios que tiene que ver con la incapacidad de los gobernantes para aceptar que su poder es limitado en el tiempo y la incapacidad de los mismos gobernantes de constituir partidos que puedan permanecer en el tiempo sin que el liderazgo personalista del presidente se mantenga. Son casos claros en donde el problema es el continuismo, en el sentido de que la continuación del presidente individual parece una condición requerida para que el partido de gobierno se mantenga en el poder y, por lo tanto, buscan alguna manera, aún cuando sea en contra de la Constitución, de asegurar la reelección. Esto no fue lo que ocurrió en Brasil. Allí el problema viene de los años noventa: fue un patrón de crisis institucional  de una presidenta que en el contexto de una crisis económica y, por su propia incapacidad personal para crear una coalición sólida para el gobierno, perdió el apoyo de su coalición. El uso del impeachment en Brasil para mí fue un uso muy triste porque claramente fue una operación politizada, fue un estiramiento de la institución para destituir a una presidenta que era impopular. En este sentido, el evento no fue muy diferente de los episodios del juicio político que vimos en la década anterior. En términos del proceso político, el caso de Dilma no fue muy diferente a otros casos de juicio político que vimos en América Latina. Y en algún sentido es un caso muy triste porque justamente el PT fue el partido modelo en términos de los proyectos de izquierda que no apostó al continuismo personalista. Por eso, hubiera merecido un mejor final, porque justamente la esperanza es evitar que el continuismo personalista estabilice esos procesos y les permita darles continuidad con un modelos más institucional. Justamente navegar este dilema es el problema que tiene Ecuador hoy en día: Correa finalmente con más lucidez que en los otros casos aceptó dejar el gobierno para tratar de estabilizar su propio proyecto y aparentemente consiguió que su partido ganara la elección y pueda tener otro periodo de gobierno. 

Excepto en Ecuador, en el resto de los países latinoamericanos, y todo parece indicar que en Europa también va a pasar –incluso pasó en Estados Unidos el año pasado–, los resultados electorales han dado un giro con respecto a los gobernantes que estaban antes. No hablo a nivel renovación diligencial de un partido sino renovación de los partidos en el poder. Sin embargo fueron todas elecciones muy reñidas y hay una tendencia casi mundial, ¿estamos atravesando un proceso como fue post-neoliberalismo después de los noventa o simplemente es la alternancia en las democracias de la que siempre habla Pzeworski?

Son las dos cosas, estamos viendo un proceso de alternancia que es natural pero, en el caso latinoamericano, está muy claro que esa alternancia tiene que ver con el fin de un ciclo de economía política. Hubo una coincidencia feliz de algún modo en el hecho de que justo cuando el ciclo neoliberal se agotó los partidos que, no en todos lados, pero en buena parte de América Latina, pudieron reclamar credibilidad para llegar al poder porque estaba un poco contaminado por la política anterior eran partidos de izquierda que habían estado afuera del poder y, por lo tanto, tenían cierta credibilidad para cuestionar la política económica anterior. La coincidencia feliz fue que en un momento en que estos partidos llegaron al poder se produjo el boom del precio de los commodities, parte por la expansión de China, y de golpe estos partidos se beneficiaron de un flujo enorme de recursos que es de un modo solo comparable al que experimentó América Latina a fines del siglo XIX. Estos fueron entonces partidos que no sólo se beneficiaron de un enorme caudal de recursos sino que además tenían un discurso que en muchos lugares polarizó a la sociedad, con lo cual hubo un doble mecanismo de fortalecimiento que fue: recursos para hacer política pública pero, además, un discurso polarizarte que creó identidades partidarias muy fuertes. El ciclo de prosperidad se agotó y, en muchos casos, quedó claro que las políticas económicas no eran sustentables a largo plazo, por lo tanto el electorado giró hacia otras opciones. Queda, sin embargo, un electorado que mantiene una lealtad partidaria, todo porque estas identidades son muy fuertes, por lo que no van a desaparecer de golpe pero estamos viendo un momento de realineamiento en el electorado.

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