sábado 20 de abril de 2024
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La Argentina reciente, según la CIA

En 1995, Bill Clinton decretó que la gran mayoría de los documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) debían salir del secreto al cumplir los 25 años. En el año 2000, la agencia cumplió con ese mandato presidencial instalando terminales en los Archivos Nacionales, lugares a los que había que acudir para hacer las consultas, no sin antes dejar un registro de qué se buscaba, quién lo hacía, cuándo, etcétera. Años más tarde, la CIA publicó de manera restringida los documentos en su página web, lo que permitió a historiadores y periodistas imprimirse más de 1,1 millones de hojas con información añeja, pero importante.

Un día antes de la asunción de Donald Trump y 22 años después del decreto de Clinton, se informó la liberación al público de doce millones de informes, esta vez disponibles en un portal especialmente diseñado. Por supuesto que las nuevas tecnologías permitirán a la CIA saber quién hace qué búsquedas, pero lo cierto es que están disponibles aquí.

Pese a la desclasificación, los informes tienen tachaduras en nombres y párrafos enteros, y hasta de páginas completas “denegadas” para “proteger fuentes y metodologías”, según los jefes acuartelados en la ciudad de Langsley, Virginia.

En este primer avance reseñamos qué opinaban los agentes de la CIA acerca de los problemas que enfrentaba Raúl Alfonsín en 1983, qué obstáculos podía hallar en su camino y cuáles eran sus pronósticos.

“El triunfo de la UCR en las elecciones de 1983, es un parteaguas de los últimos 40 años de la política argentina… con una plataforma populista y una fuerte invocación a la democracia los radicales moderados de centro izquierda liderados por Alfonsín pueden haber construido una coalición entre la clase media y las clases trabajadoras argentinas”, abre uno de los informes.

Las primeras semanas del gobierno de Raúl Alfonsín –representante del ala de centro izquierda del centenario partido, según los informes– estuvieron abocadas a reforzar la coalición de poder y a cumplir con los compromisos de campaña: instaurar el estado de derecho; subordinar el poder militar al civil; combatir la inflación y reinsertar a la Argentina en el “concierto de las naciones” –como solía decir el hombre de Chascomús–. El problema de la deuda, en los primeros meses de gobierno, era visto como de difícil solución por los informantes de la CIA que estimaban que eran necesarios 5500 millones de dólares para refinanciar los vencimientos heredados. Calculaban que para mayo de 1985 ese dinero sería difícil de reunir en un contexto político en el que el gobierno no tenía afinidad con los términos que imponía el FMI. En el tema de la deuda, decían: “Alfonsín comparte la creencia Radical de que las altas tasas de interés de los préstamos y las comisiones que cobran los bancos son usurarias”.

Para la CIA, las medidas de los primeros meses generaron entusiasmo popular, pero demasiadas expectativas, tanto en el electorado como en los propios aliados, quienes esperaban que se reestablecería el orden económico sin un plan de austeridad; se diera solución al problema de la deuda externa y redujera el poder de los sindicatos peronistas y de los militares. “A nuestro juicio, alentar tan altas expectativas deja a Alfonsín sin margen de maniobra para políticas alternativas a riesgo de abrir un flanco vulnerable a las críticas de los oponentes”, reza el informe.

El conjunto de ideas económicas puestas en marcha por el radicalismo era considerado populista, orientado al crecimiento, al incremento del consumo interno y a elevar los salarios más bajos, aumentando el empleo.

Sin embargo, los informes apuntan que ante la resistencia de algunas de las medidas como, por ejemplo, la democratización de los sindicatos peronistas, Alfonsín “ha dado marcha atrás en busca de consensos que aseguren el sostenimiento de la democracia”. Esa combinación, afirman, de sostenimiento de sus principios y preservación de la democracia, le impidieron –en los primeros meses de gobierno– aplicar medidas impopulares, no solo resistidas por el electorado sino por los propios políticos y la burocracia. La economía de “patchwork” generó reactivación, pero al costo de acelerar el proceso inflacionario, llegando al 600%.

Los informes concluyen, que la fortaleza política del primer año de gobierno dependería de la estabilidad económica y que para ello Alfonsín se vería obligado a realizar –más tarde o más temprano– un plan de ajuste bajo las premisas indicadas por el FMI.

En su campaña, el radicalismo se había mostrado duro con los peronistas y los militares, por lo que los informes revelan que “pese a que pensábamos que Alfonsín iría fuertemente en esa dirección, en sus primeros pasos se topó con las dificultades de formar su estructura administrativa, errores de cálculo político y dudas a la hora de enfrentarse a los factores de poder”. La derrota de la reforma sindical, a poco de andar, mostraba eso.

En el plano militar, los dossiers, aseguraban que las fuerzas armadas estaban bajo mando civil, luego del descabezamiento y juicio a las máximas jerarquías, pero manteniendo los mandos medios con los que se negociaron grandes recortes presupuestarios. Por estas medidas se preveía que el descontento de los militares iría en aumento. Los informes prevenían la posibilidad de que hubiera insurgencias en algún cuartel, pero que los militares no contaban con apoyo alguno para un golpe de Estado como en el pasado. Además, expresaban su deseo de profesionalizarse; su rivalidad con los servicios disminuía su poder; no aparecía ningún liderazgo entre los mandos medios y Alfonsín mantenía una relación de comprensión hacia sus problemas, aunque no dudaba en remover a cualquiera que se le opusiera.

En cuanto a la relación con el peronismo, los informantes avizoraban que el mismo seguiría en una oposición legislativa cerrada –con números para eso– lo que impediría un programa de austeridad, la negociación de la deuda y la baja de los salarios. Cuanto más tiempo pasara, de la gran derrota que sufriera el PJ, más difícil se haría introducir los cambios prometidos en el “Plan de los 100 días”, según advertía la CIA. Ese peronismo dependía de su reunificación luego de la derrota: “Está probada la dificultad de desarrollar nuevos cuadros de liderazgo –después de siete años de gobierno militar– lo que sugiere que habrá demoras en estructurar una oposición unificada”.

En el plano de las relaciones internacionales, Alfonsín era descripto en los informes como “compartiendo la misma arraigada convicción anti comunista de los militares y los peronistas, respecto de las intenciones de Moscú en América Latina”. Si bien esperaban que las relaciones comerciales fueran sostenidas, no habría progreso en la influencia política. Igual consideración tenían respecto de Cuba, “país que recibió con beneplácito el triunfo de la UCR” desde donde Fidel Castro “no podría brindar ayuda alguna a los sectores de izquierda de la UCR”. Cuba era para Alfonsín una forma de mantener credenciales en el club de los países no alineados, suponían los agentes.

Los EE.UU. no podrían esperar de Alfonsín gran apoyo en asuntos de interés regional. Involucrado en el grupo Contadora, el flamante presidente argentino no aceptaba la intervención militar directa norteamericana y, desde la Agencia, lo veían patrocinando instituciones multilaterales para el desarrollo que excluían la participación de los EE.UU. No obstante, atisbaban que una relación más cálida con los EE.UU. pondría en alarma a los ingleses con los que la Argentina tenía pendiente el conflicto de Malvinas. Ese y el diferendo con Chile por el Beagle eran dos fuentes de preocupación hemisférica.

Para finalizar, los informes daban ciertos indicadores de inestabilidad para 1984: “Que Alfonsín dejara de consensuar asuntos políticos centrales con la oposición; que el peronismo se rearmara en torno a un liderazgo nuevo; que el Poder Legislativo trabara las iniciativas del gobierno; que la coalición de gobierno perdiera coherencia y se manejara en el Congreso con legislación adversa; que las críticas crecientes tuvieran reflejo en los medios; fracaso en alcanzar acuerdos salariales y con los acreedores externos; que los mandos medios militares vieran las reformas como una amenaza para la institución toda; aumento de los paros; espiralización de la inflación; rebrote del terrorismo de izquierda y derecha; una alianza entre los militares y el peronismo de derecha”.

Estos primeros informes reportaban los inicios del período democrático más largo de nuestra historia, vistos desde la óptica de la célebre agencia norteamericana.

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