sábado 20 de abril de 2024
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Facundo Cruz: “El votante es conservador en su comportamiento electoral”

Facundo Cruz es Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales por la Universidad Argentina de la Empresa. Es magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral y doctor en Ciencia Política, ambos títulos por la Universidad Nacional de General San Martín. Fue becario doctoral y posdoctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Su libro Socios Pero No Tanto. Partidos y Coaliciones en la Argentina, 2003-2015 acaba de ser publicado por Eudeba.

En tú libro hablas de coaliciones y no de alianzas, ¿por qué?

El concepto de coaliciones engloba al de alianzas. Cuando uno se refiere a las alianzas piensa en las elecciones, en los acuerdos entre partidos para competir por cargos públicos de manera conjunta. De hecho, nuestro régimen jurídico habla de alianzas. Creo que estos acuerdos pueden armarse en distintas arenas, con distintos objetivos y en diferentes niveles. De esta manera, una coalición puede ser electoral, de gobierno y/o legislativa, dependiendo de la arena o ámbito donde se forme. Los modelos exitosos son los que se arman para ganar elecciones, lo logran, y luego reparten roles y cargos en el gobierno y en las legislaturas. Puede tener, también, distintos objetivos, cada uno para una arena distinta: ganar elecciones, gobernar, aprobar leyes y/o resolver situaciones de crisis. Esta última figura está asociada a lo que se llama “gobierno de unidad nacional”. La última dimensión son los niveles: nacional, provincial y/o municipal. Esta diferenciación nos permite encontrar distintos tipos de coaliciones, con distintos formatos y distintos resultados. Por eso me gusta hablar más de un concepto amplio que permite aplicaciones diferentes a distintos casos.

¿Qué coaliciones tomas como modelo para tu trabajo? ¿Cómo es la articulación de las mismas?

En Socios Pero No Tanto. Partidos y Coaliciones en la Argentina, 2003-2015 me centro en cuatro casos específicos: Recrear en 2003, el Frente Progresista Cívico y Social del 2007 (FPCyS), el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) en el 2011, y Cambiemos en el 2015. Los cuatro tienen similitudes y diferencias entre sí en lo que respecta a su proceso de construcción electoral. Esto es, cómo se armaron. Todas ellas fueron armadas por dirigentes partidarios que siguieron un determinado proceso. Y la clave de ese proceso radica siempre en encontrar la dimensión territorial del armado: si quienes hacen el armado están concentrados en una provincia específica y empujan hacia el resto del país, o bien con una representación provincial más amplia y con la estructura ya establecida en los distritos. Esto permite distinguir dos modelos: el primero es por penetración territorial, el segundo por difusión territorial. Es una idea que desarrolló Angelo Panebianco para hablar de la construcción de partidos: para las coaliciones la lógica es muy similar.

De esta manera, mientras que el FPCyS siguió un modelo de construcción por penetración territorial desde Santa Fe, el FIT lo hizo por difusión. Esto impacta, no tanto en el resultado electoral, pero sí en lograr o no unir a los dirigentes y los partidos que quisieron juntar: el FPCyS tuvo menos éxito que el FIT, en ese sentido. Recrear y Cambiemos, que son muy distantes en términos temporales, fueron modelos más bien mixtos: combinaron elementos de armado de ambos modelos. Los resultados fueron variables: más exitosos que el FPCyS, pero menos que el FIT. Para esto es importante entender que no solo importa Buenos Aires, ciudad y provincia, sino los 24 distritos.

¿Crees que Cambiemos superó en algún momento de la gestión el estado de coalición electoral? ¿Hubo articulación o solo a nivel legislativo?

Creo que la articulación se dio por roles, por funciones, tal como mencionamos con Lara Goyburu hace un tiempo. Electoralmente rindió su frutos: ganó la Presidencia, la Provincia, mantuvo la Ciudad de Buenos Aires y tuvo resultados exitosos en Jujuy y Mendoza. Legislativamente también: es el primer gobierno en minoría en ambas cámaras que, no solo logrará terminar su mandato, sino que además se anotó algunos porotos legislativos relevantes. Según datos de Chequeado, entre 2016 y 2018 inclusive se sancionaron 207 leyes. Si bien en 2018 se sancionó la menor cantidad de leyes desde 1983 (36), el valor total muestra un aspecto positivo para una coalición de gobierno minoritaria en ambas cámaras. En términos de gobierno la deuda queda pendiente en lo que refiere a la toma de decisiones. La concentración en el PRO es muy grande, y ahí es donde los demás aliados (UCR, CC-ARI y, hasta que se mantuvo dentro, FE) se sintieron relegados y así lo expresaron públicamente. Todos ellos quedaron presos de los roles de apoyo legislativo y ejecución de las decisiones políticas en los niveles provincial y municipal. De allí viene el reclamo hacia una nueva coalición, hacia un nuevo acuerdo. La participación en la toma de decisiones es un elemento clave de las coaliciones. Todos los socios quieren sentirse parte. Al menos, deberían sentirse así. Funciona como un matrimonio: si uno solo decide dónde se va de vacaciones, dónde se va a cenar y qué se tira a la parrilla, entonces a mitad de camino podés esperar discusiones. Es en esta dimensión donde más tenemos que aprender, conocer y saber sobre las coaliciones: en la gestión de día a día del acuerdo.

¿Puede superarse esta cuestión de cara a las elecciones de 2019?

Depende de las reglas que acuerden. Hubo intentos para que Cambiemos tuviera un documento que definiera las normas que iban a guiar la convivencia pactada. Pero nunca llegó a firmarse. Creo que la nueva etapa abre una nueva posibilidad. Pero las coaliciones son lo que las elites quieren que sea. Es difícil encorsetar a los presidentes en límites a su propia voluntad, con herramientas disponibles para definir rumbos, objetivos y estrategias. Más aún para los argentinos. Lo que sí veo es que, de ganar Cambiemos, cuatro años más con un esquema similar al de 2011-2015 puede hacer que cada uno llame a sus abogados.

Hasta el momento, en las provincias, vienen triunfando los oficialismos, incluso con resultados similares a los de hace cuatro años atrás. ¿A qué se debe esa permanencia y persistencia en los resultados y en la conducta del votante? 

El votante suele votar estabilidad. Es conservador en su comportamiento electoral. Solo cambia cuando la economía marcha mal, cuando hay escándalos graves y cuándo uno o ambos factores se asocian al gobernador de turno. La economía está asociada al gobierno nacional. De modo que la estrategia inteligente de los gobernadores fue desprenderse, salvo aquellos que son clave para la victoria en octubre. Es una herramienta muy utilizada en Argentina. Sino, recordemos 2003 cuando no solo se desdoblaron elecciones a gobernador sino también legislativas nacionales porque la ley lo permitía. Además, la mayoría de los casos son gobernadores que van por la reelección. Y todos los oficialismos lograron mantener unidos y, en algunos casos, ampliar sus espacios. Es probable que los oficialistas provinciales metan 22 de 22 este año. Hasta ahora, parece ir en esa dirección.

¿Este triunfo de los oficialismos se puede repetir a nivel nacional?

Ese es otro juego. Más complejo. Más peleado. Que requiere estrategias más afinadas. Hablamos de un distrito único donde los apoyos provinciales cambian, dónde la economía nacional impactó de manera disímil y dónde los acuerdos que se logren dependen de las decisiones personales de los propios líderes. Las coaliciones las arman los dirigentes. En los distritos más grandes es donde Cambiemos siempre ha tenido más apoyos, pero donde la crisis ha impactado en mayor medida. En los distritos más chicos es donde menos votos se consiguen y donde más creció la obra pública y las transferencias. La elección del 2015 fue muy cerrada, la del 2019 lo será más aún. Hoy en día no se puede hacer ningún escenario por dos razones. Primero, porque el porcentaje de indecisos, para las encuestas, aún es alto. Segundo, porque los dirigentes no cerraron aún alianzas ni listas. Esto será en alargue y hay riesgo de gol de oro para cualquier competidor.

¿Qué diferencia a Cambiemos de otras coaliciones electorales, más allá de ser en su momento un modelo exitoso?

Creo que la clave es doble. Por un lado, que el armado es complementario. Es una asociación estratégica que se apoya en las diferencias territoriales de cada socio. Cada uno le aporta al otro lo que uno no tiene. PRO tiene una candidatura nacional que UCR no tiene. Mientras que éste último aporta la estructura donde el primero no tiene presencia. La CC-ARI y FE, en su momento, aportaban lo suyo: discurso de transparencia para centros urbanos importantes el primero y una pata sindical con presencia bonaerense el segundo. Al menos, mientras se mantuvo en Cambiemos. Por fuera de esto, hay que tener en cuenta que, más allá de la ruta 6, la línea sigue siendo entre peronistas y radicales. Eso te marca el colegio al que vas, el club al que concurrís, la panadería donde compras. Todo te marca. Es difícil construir un nuevo partido en la Argentina profunda. Por tradiciones, por necesidad de recursos, por discurso, por ideas, por diseño institucional. Por eso la salida estratégica es una coalición donde uno puede ganar lo que solo no puede lograr.

Por otro lado, la amplitud programática. Es difícil hablar de ideología en Argentina, por eso me parece mejor hablar de propuesta programática. Las coaliciones y los partidos se posicionan frente al electorado con un programa que recibe una clasificación: es de derecha, es de izquierda, es progre, es conservador, etc. Cambiemos rompió esa lógica: armó una propuesta que nucleara distintas propuestas. Eso es electoralmente rentable porque te arrastra votos en todo el territorio. Pero implica que le hablas al electorado que te quiere escuchar porque le decís lo que quiere escuchar. Cuando llegas a la instancia de Gobierno ahí es difícil satisfacer a todos. Y eso puede ser peligroso. Pienso en lo que significó la Reforma Previsional y el Proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo para el electorado de Cambiemos.

¿Puede articularse una coalición en la oposición que tercie entre los dos actores de la “grieta”? ¿Qué debería suceder para que sea exitosa?

Depende de la polarización. Acá creo que el juego es doble. Primero, está el armado. La polarización depende de los dirigentes. Elegir candidatos que sean moderados lleva a que dirigentes que estaban en la duda en la ancha avenida del medio elijan uno de los polos. De modo que, si la oferta de los polos aparece moderada, entonces queda menos margen para el centro. Después, vienen los votos, que son una consecuencia del armado. Si la opción que busca terciar queda flaca, trunca, desinflada o cualquier adjetivo que pensemos, entonces los votos irán hacia los polos. La única opción que le quedaba a Alternativa Federal era apurarse a armar siguiendo el modelo de difusión: acuerdos con los gobernadores peronistas que buscaban la renovación del partido y desde las provincias que aportaban recursos, militantes y estructuras para lanzarse al juego nacional. Pero Cristina Fernández de Kirchner aprovechó la paciencia cordobesa para ganar la primera mano. Ahí los aparatos provinciales eligieron una vereda. Tal como estamos hoy en día, aparenta difícil. Pero los cierres de listas también tienen gol de oro, y faltan unos días. Desde 2013 que esperamos el pelotazo de último minuto a ver qué pasa.

Lo que sí veo es que, a pesar de ese intento de un lado y otro de la grieta en correrse al medio en busca de dirigentes que muestren amplitud, hay un recurso a la polarización como búsqueda de los electores. Que Cambiemos y Unidad Ciudadana muestren una vieja cara con maquillaje no implica que después tengan una construcción discursiva moderada. Intentan obtener apoyos de los indecisos, los que alimentaron la ancha avenida del medio, para convencerlos de que subirse a una de las veredas es el mejor escenario futuro. Para eso, apelan a todos los recursos y discursos polarizantes que tienen. Esto se refuerza por un achicamiento de la tercera opción. No veo mucha moderación.

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