sábado 20 de abril de 2024
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La Argentina eliminada: el fútbol enseña qué no hacer cuando un equipo anda mal

El martes llegó el alivio. La bolsa subió fuerte, el dólar bajó. Los mercados dijeron “Hay tiempo”. Todavía. 

En el Mundial de fútbol, la selección argentina también había ganado tiempo. El gol a Nigeria dio otra chance. Fue insuficiente. Ni el equipo ni el grupo de dirigentes y entrenadores habían demostrado cohesión, planes ni ejecución adecuadas para seguir. Resultado inevitable: Argentina eliminada: Siamo fuori.

En la vida política –y económica– se ganó otra vida. Pero acechan las sombras. El equipo no es el mejor. La conducción ha perdido confianza.

El propósito refundacional quedará para otra ocasión. La idea era archivar los restos del sistema, enterrar la vieja política que expresan los decaídos radicalismo y peronismo para suplantarlos por el nuevo sol del PRO. No será. La vieja política está deteriorada y solo quedan retazos más o menos organizados. Pero la nueva política se esfuma, deletérea. Lo viejo está gastado y lo nuevo no cuajó. Si la desilusión se sigue expandiendo no hay reserva estratégica.

Tampoco llegó a la economía el círculo virtuoso. La instalación de Cambiemos no desencadenó lluvia de inversiones, ni disparó tecnología, ni competitividad, ni salarios altos ni se cambió el eje productivo. El ingreso de capitales permitió financiar el déficit hasta que los mercados dijeron basta. Hoy las tasas de interés en pesos son impagables, el dólar acecha.

Ya no se trata de buscar artes de birlibirloque. No hay refundación ni política ni económica. Al menos hasta la próxima presidencia, sea de quien fuere.

Cuando no se pelea el campeonato, hay que evitar el descenso. Dejar de lado las maniobras para llegar mejor al comicio de 2019. Y ver de qué modo atravesamos el duro año que queda hasta la campaña electoral. No jugar con fuego ni promover al peor de los rivales –el que parezca más conveniente– porque está en juego todo. En las barriadas humildes el hambre sobrevuela. Y el ajuste recién está empezando.

En el mejor de los casos, un semestre de caída del producto, convocatorias de acreedores, pérdida de salario real antes del rebote que el gobierno espera para el verano. Estos duros meses vienen por delante. Si todo sale bien, el futuro inmediato es complicado.

Pero, para que salga bien –entendiendo por bien que la crisis no se dispare– hace falta un scrum poderoso. Hoy no está.

El equipo –al igual que Sampaoli y muchos jugadores y directivos de AFA– ya no despierta optimismo. La confianza vacila, los apoyos se debilitan. Lo sólido amenaza disolverse en el aire ante el próximo barquinazo.

Es indispensable que el gobierno aumente su musculatura. Que convoque a los aliados y también a sectores opositores –incluido el peronismo– a integrarse a un pacto en el cual se repartirán bienes y pesadumbres. Compartir los pocos recursos y los muchos problemas de los próximos meses. Ceder parte del poder para no perderlo todo.

Cambio de ruta, cambio de hombres. El presidente de la República es el único que debe ser preservado. Es hora del Plan B.

De otro modo, el alivio de esta semana podrá ser como la victoria ante Nigeria.

Pañuelos celestes

Amigos y aliados del gobierno ven con enorme ansiedad la suerte del aborto. Si el Senado hace cambios sustantivos, el proyecto volverá a Diputados y probablemente no haya ley. En tal caso, los pañuelos verdes inundarán la ciudad. Enormes manifestaciones se adueñarán de la calle y culparán al oficialismo de la falta de ley.

Si todo se demora y luego alguna joven muere por un aborto clandestino mal hecho, la indignación devendrá furia imparable contra el gobierno.

Gabriela Michetti no deja de sorprender. Su iniciativa dilatoria en el tratamiento senatorial de la ley del aborto tuvo que retroceder. Pero la vicepresidenta no ceja. Propone anular causales de despenalización previstas en el Código ¡de 1921! Un Código promulgado por el presidente radical Yrigoyen y compilado por el conservador Rodolfo Moreno. Es decir, un acuerdo bipartidista que Michetti propone anular un siglo después.   

Otra anti-abortista, Elisa Carrió, afirmó que Mauricio Macri habría abierto el debate sobre el aborto porque pensaba que sería rechazado. Según la versión de Carrió, Macri le marcó: “Lilita, a mí me dijeron que iba a ganar el rechazo”. Tal postura dejaría al presidente en un lugar doblemente incómodo: le habría faltado franqueza y también información veraz.

¿Y cómo anda la comunicación, ese puntal del PRO? El lunes 2 de julio, Jaime Durán Barba, principal asesor del presidente, fue internado en la clínica Otamendi. Al parecer, detectaron un problema y le pusieron un marcapasos. Un día antes, el domingo 1º, mientras comía en la coqueta parrilla El Mirasol, en la Recova de la avenida Nueve de Julio, Durán Barba había sido interpelado por un parroquiano, quien le dijo, indignado: “Usted está haciendo mucho daño”.

Corren días difíciles. Como lamenta Discépolo, “no hay aplazados ni escalafón”.

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