martes 16 de abril de 2024
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La Marea Verde se desparrama por toda la Argentina

Todo Verde. Los pañuelos de la despenalización del aborto. La cotización del dólar norteamericano. Las banderas sindicales de ATE y Camioneros. La producción agrícola. Hasta el partido decisivo del mundial contra la camisola nigeriana. Desde la sociedad civil hasta las finanzas, desde la producción del campo hasta el gremialismo opositor y el fútbol.

La Plaza del Congreso rebalsó de mujeres, que volverán para la votación del Senado. Sobresalían veinteañeras y adolescentes. Elegantes y reas, zaparrastrosas y paquetas, hermosas y feas, flacas y gordas. El rasgo común era una inequívoca vocación de participación e influencia en la decisión. Modernidad en estado puro.

Ahí se sentía la vida, con todas sus grandezas y miserias, con sus encantos y dolores, la imparable vocación de cambio. Notable diferencia con la concentración celeste, mucho menos numerosa y –con alguna excepción– carente de fuego sagrado. Ofrecía más de lo mismo, lo que ha venido siendo siempre. Un inmovilismo suicida. No podía ganar. Y Diputados votó Verde.

Los que se oponen a la Marea Verde están en retroceso.

Carrió del igualitarismo a la inmutabilidad

La resistencia a la despenalización del aborto tuvo una víctima insospechada. Elisa Carrió dio un ejemplo de anti-republicanismo como pocas veces se vio en el Congreso. Su intervención fuera de lugar, la amenaza de ruptura de la coalición Cambiemos y el mutis por el foro mostraron una dirigente que no comprende las reglas del funcionamiento parlamentario.

La empeoró días después, al despreciar “los cambios y manipulaciones de votos en la Cámara de Diputados por la madrugada” que “mostraron lo peor de la política mediocre y corrupta”. Sus palabras se asemejan peligrosamente a las visiones autoritarias, un intento de desacreditar la base de la tolerancia: la negociación entre distintos. La nocturnidad aparece como un escenario degradado, cuando en realidad demostró búsqueda de consensos.

Carrió, sin embargo, nunca da puntada sin hilo. Acaso esté percibiendo el agrietamiento de un sector católico tradicionalista, hasta ahora oficialista pero enojado con Macri por haber habilitado la discusión sobre el aborto. El discurso de Carrió ya está definitivamente alejado del progresismo de Argentinos por una República de Iguales (ARI) y se instala más y más en una versión conservadora, en defensa de la inmutabilidad de las reglas que rigen la sociedad civil. ¿Un cambio definitivo? ¿Qué influencia tendrá en el volátil y demandante electorado porteño, habitualmente abierto al cambio y la secularización?

El Dólar acecha

Verde que te quiero verde, escribió Federico García Lorca. Verde que te quiero verde, repitan los especuladores, los ahorristas, y hasta modestas empleadas que temen la licuación de sus activos. Es la historia de la Argentina.

Historia singular. Quienes no la estudian no la comprenden. Y fracasan. Por eso, ciertas supuestas recetas de la ciencia económica sólo sirven para destrozar la economía real. Lo acaba de constatar Federico Sturzenegger, cuyo paso por el Banco Central sirvió para demostrar la inaplicabilidad de su modelo teórico a las condiciones criollas. Su reemplazante, Luis Caputo, carece de esa pasión abstracta. Atesora larga experiencia en el área de captación de fondos e inversiones financieras. ¿Ese expertising lo convertirá en un solvente banquero central? Algunos creen que sí. Otros tienen fuertes dudas. Como siempre, habrá que esperar.

Sobre todo, porque el Fondo Monetario sostiene su libreto: dejar flotar la divisa. En la Argentina, una bala letal. Ningún veterano de los mercados cree que la flotación sea una solución cuando hay dudas en la sociedad. La incertidumbre sobre el dólar sólo genera desconfianza. Esos veteranos, antes de actuar, quieren conocer la Regla Cambiaria del Banco Central.

También aguardan algún programa económico, el rumbo, la idea de dónde querrá el gobierno que esté la economía a fines del año próximo.

La pelea sindical

Entre el aborto y el dólar, la sindical verde pasó desapercibida el jueves. Pero la marcha de camioneros y ATE rompió la resistencia de la CGT. Los gremialistas juran que el gobierno sólo les ofreció una fuerte partida para sus obras sociales. “Iba a parecer que nos estaban comprando. Porque no había nada para el trabajador común”, rezongaba un cegetista furioso por no poder seguir ejerciendo una cómoda pasividad.

Los muchachos grandes no tuvieron más remedio que convocar a desgano a un paro para el lunes próximo, un día desaconsejado para organizar una huelga. Anhelan una excusa para poder levantarlo.

Están furiosos, por su lado, los empleados de la recaudación. Los sindicatos de AFIP y Aduana lograron por primera vez en mucho tiempo asambleas multitudinarias desde la semana pasada. Los aduaneros aseguran que el gobierno “incluye la exclusión de la discusión paritaria, la baja sustantiva del fondo de jerarquización, la reducción de las horas, servicios extraordinarios y tasas” y denuncian que pretenden solventar los arreglos edilicios “con nuestras remuneraciones”.

El lunes, en la sede gremial de Tacuarí 560 delegados del interior rebalsaron las instalaciones, como viene pasando. Inusual, en un gremio de altos ingresos y poca militancia. Esta vez hubo mucha gente y una voz unánime. La asamblea aduanera decidió el paro. El jueves 28 en el lugar de trabajo, el viernes 29 sin asistir. Aduana milita con los Gordos.

En el gobierno, los partidarios de las medidas draconianas ven en el caso aduanero un ejemplo a seguir contra funcionarios de altos salarios. Los pragmáticos despotrican: en momentos de crisis los primeros funcionarios a mimar son justamente los que recaudan.

Tres campos verdes

Las catástrofes climáticas destruyeron los pronósticos de una cosecha histórica. Los cálculos oscilan entre ocho mil y doce mil millones de dólares perdidos. Unos dos mil millones de recaudación por retenciones inflan el déficit fiscal. Y no terminan de medirse los efectos de las lluvias que bombardearon la soja de segunda en zonas núcleo como Rojas, que habían esquivado la sequía y las inundaciones.

Otro verde campo, el de la selección, exhibe problemas parecidos. Ser juega todo contra Croacia y termina contra la Verde Nigeria. La insistencia en mantener intérpretes desgastados en lugar de favorecer el despliegue optimista amenazar la permanencia futura.

Inevitable comparación con el gabinete de Cambiemos.              

Francisco Cabrera ejerció una de las gestiones menos comprensibles: quienes lo veían creían advertir que no estaba de acuerdo con su misión y funciones. Nadie –fuera de la expresión presidencial– lamentó la partida del ministro de Producción. Ninguna voz defendió su gestión y no escuché en dos años y medio el más mínimo elogio a su performance. Su sustituto, Dante Sica, expresa grupos amigos de financiar y estimular desde el Estado a ciertas áreas de la producción industrial. Para sus sostenedores, un defensor de las pymes industriales. Para sus críticos, un lobista de lujo. ¿Conseguirá fondos en estos meses de sequía?

Los cambios ministeriales refrescan pero muchos los ven insuficientes. No parece haber masa crítica para los difíciles meses por venir. Hay que reforzar el vértice del Estado, donde la jefatura de Gabinete parece costarle al presidente mucho más de lo que ofrece. Entre tantas tribulaciones, está surgiendo otra Pregunta: ¿los gobernantes han ganado experiencia? ¿O siguen Verdes?

Lástima que Ferro ya no está en Primera División.

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