jueves 25 de abril de 2024
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Una coalición propositiva y un pacto para proteger el futuro

Se sabe que hay, en la vida de las sociedades democráticas, períodos de estancamiento o repetición en que el poder, en lugar de ser ejercido en la forma prevista institucionalmente, apela a desviaciones autoritarias, que en realidad solo terminan demostrando que son un poder sin poder.

En la Argentina, para que estas malformaciones se afirmasen, resultaron necesarias –como ocurre casi en cualquier parte dos crisis: la política y la económica.

La primera se manifiesta, en general, con un quiebre del sistema de partidos, reemplazado por una serie de grupos inorgánicos, sin claro liderazgo visible, o bien con un liderazgo hipertrofiado si se trata de feudos provinciales o municipales. Navega allí la vieja militancia, entre la melancolía de los recuerdos de un ayer agotado y el miedo frente a un futuro con obligaciones. De todos modos, el peronismo, sobre todo debido a sus estrechos vínculos con el sindicalismo, persiste con mejor talante.

El shock económico, por su parte, puede tener cien causas diferentes, de las que solo mencionaremos algunas, como el derrumbe fiscal, la explosión del endeudamiento, la brusca caída del precio de la soja, y los distintos mecanismos de la corrupción, encarnados principalmente por las “fugas” en las obras públicas. Pero en realidad la única y verdadera causa de esta crisis es, sencillamente, que gastamos más de lo que tenemos, y que no damos mayormente señales de cambiar esta conducta letal.

A fines de 2015 pareció que se iniciaba una nueva época, gracias a la derrota peronista y el inesperado triunfo electoral de Mauricio Macri y la coalición Cambiemos, que prometían nada menos que reinventar la Argentina, a partir de la lucha frontal contra la corrupción, y el restablecimiento de un formato republicano, prometido muchas veces, pero habitualmente derrochado y despreciado.

¿Cómo definir una coalición? Se trata de una reunión de partidos diferentes que, sin embargo, deponen sus diferencias para ejecutar una acción en común. Las coaliciones pueden tener objetivos duraderos o fugaces; obedecer a necesidades electorales o a aproximaciones ideológicas. En casos extremos, de emergencia nacional, puede darse incluso la llamada Gran Coalición alemana, en la que cogobiernan los que fueron rivales, es decir gobierno y oposición, en el pasado. Esto ha permitido que la señora Merkel, gracias a que democristianos y socialdemócratas levantaran la mano juntos en el Parlamento, siguiera siendo la cabeza del gobierno.

Aludimos, al comienzo, a la estancada política argentina protagonizada por el peronismo y llevada a una exasperante repetición: un gobierno peronista seguido por otro gobierno peronista, al que seguirá un gobierno no peronista que en no más de dos años será expulsado del sagrado recinto de la Plaza de Mayo por masas llegadas en micros, camiones y el subte… Para encontrar la salida de este torturante laberinto, se creó en 2014 la coalición Cambiemos, integrada por tres fuerzas: el nuevo partido PRO, de orientación liberal-desarrollista, y de fuerte implantación en la Capital, donde gobernaba desde hacía siete años; la tradicional Unión Cívica Radical, con más de un siglo de vida, y el ARI-Coalición Cívica, un pequeño pero activo desprendimiento de la UCR, liderado por la incansable Lilita Carrió.

¿Hasta qué punto resultó importante la construcción de Cambiemos en todo lo que siguió, es decir, en la victoria electoral, en los dos años de esperanza de cambio vividos, y en la descompensación de los bloques opositores, incapaces de detener su fragmentación? ¿Y qué decir del panorama actual, en que la caída de la economía incrementó la protesta social, acelerada por la suba de tarifas y servicios? ¿Cómo explicar el pedido al Fondo Monetario, todavía nimbado por una fácil simbología antimperialista?

A pesar de todo, la coalición Cambiemos sigue siendo el dispositivo adecuado para (empezar a) abandonar la decadencia de la Argentina y ocupar el lugar que merecen su historia, sus recursos naturales y su riqueza intelectual.

Es cierto que se han cometido errores, que la comunicación no ha sido la mejor (¿por qué no informar a la población acerca de los caminos, las vías férreas, los hospitales y las escuelas, entre muchas otras cosas, que se están construyendo?), y que el equipo oficial requiere algunos cambios, pero también hay que decir que estamos frente a un gobierno trabajador y racional, que asegura una absoluta libertad de expresión, y que no se mueve por intereses personales.

El mundo global nos pide inteligencia y austeridad. Viene con cambio climático, expansión del narcotráfico, emigraciones políticas y raciales, propagación de los nacionalismos, competitividad mayor que nunca. Y una marca positiva: la igualdad de la mujer.

Precisamente hoy, con tantos datos negativos enturbiando el futuro, tal vez debería adoptarse la actitud opuesta. Quizá Cambiemos debería ofrecer a sus opositores un pacto legislativo, por el que serían debatidas las tres o cuatro leyes que reclama nuestra sociedad: por lo menos una de modernización del sistema educativo, y otra más destinada a combatir la pobreza, y por fin otra de anticorrupción y reforma judicial, que permitiese que los que roban y matan puedan ser rápidamente detenidos y juzgados.

Si este Pacto Grande -que podría llegar a implicar la reforma constitucional, con atenuación del presidencialismo- es hoy impensable, a lo mejor estas leyes, que podríamos denominar “de mayorías”, sirvan para mitigar la división de los argentinos, y consolidar la paz social.

Publicado en Clarín el 7 de junio de 2018.

Link https://www.clarin.com/opinion/coalicion-propositiva-pacto-proteger-futuro_0_rkDUtRHeX.html

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